Paria


A continuación tenemos la partida de Caín Carax que ha jugado Paria.

Por último, recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.


Introducción

La ambientación resultado de las tablas aleatorias es: espada, guerra, mutantes y fuego. Durante la partida desarrollaré esta ambientación de forma que tenga sentido, pero conservando el estilo narrativo para, con suerte, que la historia forme parte de un plan mayor. Además, usaré una baraja de tarot como oráculo adicional.

Partida

Escena 1

Espíritu, caos.

El aire entró en sus pulmones. Limpio y puro, sintió llenarse el alma. Abrió los ojos después de lo que se le antojaban eones y el sol la cegó por un momento. Sus rayos impactaban en la Tierra a través de una pequeña abertura en el cielo, entre las negras nubes que vaticinaban tormenta y que procedían a eclipsar a la estrella con un antinatural danzar.

Apoyada contra los restos de un viejo y ruinoso muro, pudo contemplar, en la penumbra, el fruto de sus errores. De las ascuas de un leño a medio quemar escapaban ahora volutas de humo, que desordenadas y a trompicones huían del pequeño asentamiento. El viento dobló de dirección entonces, precipitándose hacia sus fosas nasales. Sangre. Olía a sangre. Conocía muy bien aquel olor, que férreo y oleoso, imbuía los sentidos y aceleraba el corazón. 

¿Debía acaso desviar la mirada hacia el triste epíteto que precedería a la tempestad?

Una solitaria lágrima recorrió su mejilla acompañando el movimiento de su cuello, de izquierda a derecha, hasta llegar al final de su recorrido en el perfil de la mandíbula, donde pudo al fin caer y desaparecer entre el barro. Su hermana yacía allí, acurrucada entre las cenizas de la fogata ya extinta; con ojos vidriosos que se perdían en el horizonte y con una sonrisa de cuya comisura fluía una solitaria gota de sangre, de derecha a izquierda, dibujando una diagonal en un último réquiem antes del olvido, para luego precipitarse desde su lóbulo al impío lodo.

Comenzó a llover. El repentino aguacero arrastró por la suave pendiente del campamento las flores de los cerezos que rodeaban el claro. Una de ellas deambuló hasta su costado, deteniendo su camino y quedando atrapada contra la pared. Intentó incorporarse para liberar a la flor de su yugo, pero el listón de madera que atravesaba su vientre no pensaba lo mismo. Tras forcejear en vano, concluyó que aquella sería su tumba. Estaba cansada y tenía frío. Y su hermana estaba muerta. No habría funeral, ni llantos, ni oraciones. No había ángeles, ni paraíso, ni ningún dios clemente. Pero, después de todo, había flores…

Escena 2

Tarot: La Luna (oscuridad, incertidumbre, inestabilidad, inconsciencia, timidez, miedo, sentimientos ilusorios y lunáticos, fantasía, nostalgia, relaciones oscuras, ilusiones utópicas, dudas y desconfianza).

Era una luna preciosa. Llena y redonda se imponía en el oscuro firmamento, más atrayente que la esbelta figura de las caderas de una mujer y más blanca que cualquier piel. 

-En cierto modo, estás ahí. ¿Verdad Li?

Nada respondió, como llevaba siendo habitual desde hacía mucho.

Sentado sobre un monolito, agarró a ciegas uno de los guijarros que guardaba en su macuto. Sopesó su peso y con una fuerza fuera de lo común la lanzó más allá de los árboles que se extendían a sus pies. Con una mueca de disgusto y cierta aura nostálgica se dispuso a proseguir su viaje. Ajustada la capa y echado el morral a la espalda, creyó escuchar su voz en el viento.

-Solo un loco carga piedras sobre sus hombros.

-Ahora llevo una menos, sin embargo, siento el mismo pesar. -Dijo a la noche justo antes de volver a caminar hacia donde la Luna le quisiera llevar.

Tras bajar del monolito, anduvo bajo la blanca sombra de los cerezos en flor. Durante horas, el único sonido que le acompañó fue el de sus pasos. Pero después de dar un rodeo para evitar un riachuelo que corría con ferviente devoción, algo le extrañó. Una melodía familiar surgía de un claro cercano. Una canción funeraria antigua, gestada al otro lado del mar. Cambió de rumbo y en poco tiempo se encontró en medio de un destrozado campamento que olía a sangre y a fango. Guiado por la leve armonía y tratando de evitar una docena de cadáveres, llegó al extremo opuesto, donde un muro lúgubre reposaba. Y bajo este, dos mujeres se hallaban. Una silbaba, cada vez con menos energía. La otra nunca llegó a silbar. La chica que aún conservaba la vida, atravesada por una estaca, le miró y él creyó sentirse observado. Cesó la música en sus labios. Su largo cabello azabache contrastaba con su nívea piel y en su iris, gris borrasca, podía leerse una última súplica. Tomó asiento junto a ella y, acariciando su rostro, la besó. La muchacha cerró sus ojos al fin.

Recogió sus pertrechos y dejó atrás el lugar. La Luna iba perdiendo su brillo poco a poco, dando paso al alba. Pero se negaba a ausentarse.

-¿Por qué no la mataste? -Imaginó otra vez su voz, ahora en la brisa matinal.

-Porque se parecía a ti, Lilia.

Partió hacia quien sabe donde, manchado de barro y sangre ajena, cargando con mucho más que simples rocas. Más, después de todo, había encontrado una flor…

Escena 3

Tarot: la fuerza (valor, vencer obstáculos, atracción sensual, femenina, autodominio)

Despertó sobresaltada. Con el corazón desbocado, recordó haber muerto. Recordó a un hombre encapuchado a medianoche. Recordó un beso… Y recordó mucho más. Recordó la travesía en barco con todos sus compañeros, que destinados a predicar las palabras de Vires, diosa de la fuerza y la virtud, partieron en misión diplomática.

Arribamos en la inmensa isla de Hanae tras semanas en la mar y decidimos acampar en el bosque tras recorrer una docena de millas.

La historia no termina aquí… continuará próximamente.


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