Cuentos de ánimas: La bestia del páramo


Presentamos esta partida de Vàngelis Villar, que ha jugado a Cuentos de ánimas y publicado por el Refugio de Ryhope.

Recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.


Personaje

James Wallace

Profesión: Psicólogo investigador

Lugar de origen: Londres

Descripción física: joven delgado, claro de piel, pelo corto castaño, usa gafas y viste elegantemente con un traje sencillo y un guardapolvo de color claro. Lleva una maleta con algunos objetos sencillos de experimentación.

Breve historial: James Wallace es el hijo menor de una familia acomodada del centro de Londres. No forma parte de la aristocracia, pero nadie de su familia ha tenido que ensuciarte las manos en las minas de carbón o las máquinas textiles.

Hace unos años, tras licenciarse, empezó a trabajar en el laboratorio de psicología de la universidad desarrollando estudios sobre trastornos de la conducta. Aunque no resulta crucial para ningún descubrimiento, es un trabajador metódico, paciente y obstinado.

Cuatro rasgos/objetos que definan al personaje:

  • Curioso
  • Correcto
  • Libreta de anotaciones
  • Herramientas médicas sencillas (fonendoscopio, esfigmomanómetro, jeringuilla, morfina, etc.)

Determinación: 6

Espíritu: 4

Partida

21 de mayo de 1907

Estimado señor,

El motivo de esta carta es comunicarle que me ausentaré por unos días de mi trabajo en el laboratorio de la universidad. Lamento la premura de esta noticia, pero anoche recibí una carta de mi amigo Lord Christopher Cunningham y he partido lo más rápido posible hacia su mansión en Derbyshire. La salud de mi amigo ha empeorado en los últimos días y me ha rogado si puedo ir a calmar su febril mente. He partido en el primer tren de la mañana.

Creo que alguna vez ya le he hablado de mi amigo. Hace años que vive apartado en su mansión de Derbyshire, únicamente acompañado del personal a su servicio. Dicha mansión está rodeada de páramos, algo deprimente que seguramente haya tenido algo que ver en su estado actual. En este sentido, ya hace años que se queja de lo que siempre he considerado que son meras alucinaciones de su mente. Dice ver sombras, oír terribles gritos de madrugada, luces extrañas e incluso una oscura figura atravesando los cristales de la ventana de su habitación.

Pero por lo que mencionaba en su carta, parece que recientemente su estado ha ido empeorando y lo que eran brotes puntuales de alucinaciones, ahora ocupan la mayor parte de su tiempo consciente. Apenas consigue dormir y ello le ha provocado un enorme cansancio.

Me pide si puedo ayudarle y he decidido tratar de pasar a la acción. Lo que hasta ahora eran puras suposiciones se van a convertir en trabajo de campo. Trataré de inspeccionar los alrededores, probar algunos experimentos e incluso me he planteado probar qué puedo conseguir en estado de hipnosis con mi amigo paciente.

Espero estar de regreso en los próximos días.

Reciba un cordial saludo,

James Wallace

Noche del 21 de mayo de 1907

He llegado sin demasiados problemas a la mansión de mi amigo Lord Cristopher Cunningham. Aunque dicha mansión se encuentra en medio de un extenso páramo, he conocido un comerciante en Derby que se ha ofrecido a acompañarme en carreta. Sin más sobresalto, he llegado a primera hora de la tarde a la mansión.

Nada más llegar a la mansión he conocido parte del servicio de mi amigo. El mayordomo, el señor Douglas, me parece un hombre rudo e iracundo. Tengo la sensación que le molesta ocupar la posición que ocupa. Por su lado, también he conocido a la señora Bristle, una sirvienta muy atenta que parece muy preocupada por mi amigo. Conoce todos los rincones de la casa y se mueve por su interior con gran habilidad. De hecho, diría que parece literalmente estar en todas partes.

Para mi sorpresa, esta señora Bristle se ha opuesto activamente a que visitara a mi amigo en el día de hoy. Dice que se encuentra muy indispuesto y que será mejor que lo visite mañana por la mañana momento en que sin duda se encontrará mejor. Esta situación me comporta una extensa exposición de mi formación y mi capacidad para juzgar su estado de salud. Pierdo algún momento en ello pero finalmente, quizás apabullada por mi discurso, ha cedido y he podido acceder al dormitorio de mi amigo.

Lord Christopher Cunningham me ha dado la impresión de haber envejecido duramente desde la última vez que le vi. A pesar de tener pocos años más que yo parece talmente un anciano. Su piel macilenta está adherida a sus huesos. Apenas se ve carne en su cuerpo y talmente parece un esqueleto. Su pelo es cano y enredado y sus ojos parecen talmente dos pozos de oscuridad febril. Al verme entrar a su habitación, ha sonreído levemente y ha suspirado levemente pues le cuesta enormes esfuerzos respirar.

Lo primero que he hecho tras unas palabras de saludo es inspeccionar su estado de salud. No soy especialista, pero tengo algunos conocimientos médicos y disponía de algún instrumental. Mi amigo respira profundamente con cada bocanada de aire, como si le costara llenara sus pulmones con el aire viciado de su habitación. Por lo que respecta a su corazón parece sano y fuerte pero su presión muy baja, apenas audible. Por el momento prefiero no pasar a tratar a mi amigo con medicinas y trataré simplemente de mejorar su entorno y liberarlo de todo lo que me parezca insano.

En este sentido, he abierto levemente las ventanas de su habitación y, en sueños, mi amigo se ha removido levemente en su cama. Me he quedado en su dormitorio leyendo un poco hasta que la señora Bristle ha venido a ver si necesitaba alguna cosa. Me he dado cuenta que era muy tarde y me he ido a la habitación que me habían destinado en la mansión.

Mañana del 22 de mayo

A pesar de haber amanecido una mañana clara y fresca, una terrible noticia se ha extendido por la mansión. Al parecer la señorita Enfield, única persona del servicio que aún no conocía, ha perdido la consciencia. La joven, me comentan, siempre andaba muy preocupada por la delicada salud de mi amigo. Parece que es una persona de carácter supersticioso y a menudo decía que mi amigo tenía el demonio metido dentro.

He acudido a su habitación a tratar de saber qué le pasaba y ciertamente la señorita Enfield se encontraba tendida en su cama sin ninguna señal aparente de consciencia. Talmente como si se encontrara en un sueño profundo.

Por su lado, mi amigo Lord Cunningham sigue en el mismo estado en el que lo encontré ayer. Se cree incapaz de levantarse así que lo he dejado en la cama. He vuelto a hacerle un reconocimiento médico y no he detectado cambio alguno respecto ayer. Le he hecho algunas pruebas sobre percepción visual y auditiva y no he detectado anomalía alguna más allá de las que puedo juzgar que estén relacionadas con la edad. No me he atrevido a comentarle en qué estado se encuentra la señorita Enfield.

Tarde del 22 de mayo

Decido pasar la tarde en la biblioteca mientras espero una mejora de mi amigo o de la señorita Enfield. Lord Christopher Cunningham es un hombre culto y su librería es notable así que paso gran parte de la tarde hojeando volúmenes clásicos de literatura, pero también poesía y algún tratado de historia local.

En un determinado momento, he decidido acercarme a la mesa de estudio de mi amigo. Había algunos libros apilados en orden, cuartillas de papel, plumas y tinta. Todo en perfecto orden como si alguien lo hubiera querido dejar impoluto a voluntad. Pero tras una primera inspección me he dado cuenta de un recorte de periódico que sobresalía de uno de los gruesos volúmenes apilados.

La notica era un recorte de un periódico local. De apenas un par de semanas atrás. En el artículo se refería el avistamiento de unas extrañas luces en los páramos de alrededor de la mansión de mi amigo. El periodista refería lo confusos que se encontraban los vecinos dado que nadie sabía dar con el origen de las luces, que se describían como luces anaranjadas que se desplazaban en línea. En un primer momento me han parecido producto de la superstición, pero la verdad es que al ver la cara de la señora Bristle en el momento en que le he enseñado el artículo, ya no sé qué creer.

Finalmente he conocido al señor Douglas, el mayordomo. Es un hombre rudo que apenas parece preocuparse por los acontecimientos que rodean esta mansión. Le he preguntado si había puesto en orden la biblioteca él personalmente y me ha dicho que sí. No ha querido decirme nada más y me he quedado con las ganas de preguntarle si había escondido algún escrito, documento o libro.

Mañana del 23 de mayo

Esta noche no he podido conciliar el sueño. He estado intranquilo pensando en mi breve entrevista con el señor Douglas. Algo me dice que esconde algo. Anoche traté de hablar con la señora Bristle sobre el señor Douglas. Como mayordomo, éste mantiene en orden la mansión y las pertenencias de mi amigo así que es totalmente verosímil que haya estado ordenando su escritorio en la biblioteca. Sin embargo, me comentó la señora Bristle, que quizás se entretuvo más de lo normal cuando puso en orden su escritorio antes de que yo llegara. Ciertamente estas palabras me han dejado aún más intranquilo.

Habiendo almorzado, me he dirigido al dormitorio de mi amigo lord Christopher Cunningham para ver su estado. Le he vuelto a hacer un reconocimiento general pero no he detectado cambio alguno. Sin embargo, cuando he empezado a tratar de iniciar un reconocimiento de su salud mental es cuando he detectado un deterioro real de las capacidades de mi amigo. Refiero a continuación las más importantes para que sean valoradas a mi regreso a la universidad.

En primer lugar, destaco que mi amigo presentaba una mirada completamente espantada. Talmente parecía la mirada de un lunático. Cuando he tratado de centrar su mirada en una pluma que tenía a mano, ha sido completamente imposible. Su mirada estaba completamente perdida.

En segundo lugar, mi amigo no me ha reconocido. Presentaba algún estímulo ante mi voz, pero era obvio que era debido a la recepción de un estímulo auditivo. Es decir, no me estaba escuchando a pesar de oír mis palabras. Del mismo modo, aunque me dirigiera a él por su nombre, no parecía reaccionar.

He considerado que lord Christopher Cunningham ha empeorado sensiblemente y se encuentra en un estado de alienación. Es consciente pero no atiende a ningún estímulo externo. Así pues, la situación general parece empeorar.

Tarde del 23 de mayo

Pocos lugares de reposo puedo encontrar en esta mansión. Únicamente la biblioteca que descubrí ayer me mantiene un poco tranquilo. Sigo dándole vueltas al hecho del recorte de periódico y la posibilidad de haber perdido información. He decidido inspeccionar a fondo la biblioteca en busca de algo de información de lo que atormentaba a mi amigo. Además, he cerrado con llave la habitación para no recibir visitas indeseadas del servicio de la mansión.

Tenía la habitación patas arriba y, justo cuando había perdido toda esperanza, me he fijado en la chimenea. Entre los restos de un fuego hecho algunos días o semanas atrás, he observado algunas cuartillas a medio quemar. Desconozco quién habría querido quemarlas, pero ayudado de unas pinzas he ido recuperando los diferentes papeles. La mayoría eran textos escritos en una letra irreconocible, una letra nerviosa y febril. Apenas podría indicar en qué lengua estaban escritos.

Sin embargo, entre el legajo de papeles he encontrado lo que me ha parecido el boceto de un mapa. Este boceto, comparado con la leve idea que tengo de los alrededores, me ha parecido un mapa de los alrededores de la mansión de mi amigo. En él se indicaban el edificio principal y las caballerizas, los jardines, los páramos de los alrededores y un viejo bosque que, desde la ventana de la biblioteca, he podido ver a lo lejos. Algunas indicaciones en el mapa hacían referencia, precisamente, a ese bosque, así como a los páramos.

Mañana del 24 de mayo

Hoy me he levantado algo más animado que ayer. Sin embargo, las buenas intenciones se me han venido abajo tan rápido como he abierto la ventana de mi dormitorio. Mi intención para hoy era recorrer los alrededores con el mapa que ayer encontré en la chimenea de la biblioteca para verificar que, efectivamente, se trata de un mapa de los alrededores y que, por tanto, las referencias que hay en él, se relacionan con el entorno. Aunque es cierto que por ahora no entiendo la letra de dichas referencias, ya trataría de encontrarles el sentido más tarde.

Pero lo cierto es que al abrir la ventana he podido ver cómo una densa niebla cubre completamente los alrededores. Es una niebla pesada, blanca como el algodón. No parece que vaya a marcharse en horas o quizás en días. No lo sé. Por ahora solo puedo decir que es completamente imposible salir de la mansión. He podido observar que cualquier objeto situado a un par de metros se ve como poco más que una sombra.

Tarde del 24 de mayo

A medida que ha ido cayendo la tarde, la niebla se ha ido dispersando. Parece que he sido demasiado pesimista esta mañana, pero no es de extrañar puesto que en la mansión de mi amigo las cosas cada vez parecen complicarse más.

Como iba diciendo, la niebla ha amainado un poco y he decidido salir a dar un breve paseo cuando el sol iba cayendo. Aunque en un primer momento, la señora Bristle se ha opuesto a mis intenciones, le he dicho que no me alejaría demasiado. Y así lo he hecho. Estoy seguro que no ha perdido de vista mi linterna desde la ventana del salón.

¿Qué decir de mi primer paseo por el páramo? Me he llevado un sobresalto notable puesto que cuando me he adentrado un poco en el entorno, me ha parecido ver cómo algo se movía más allá del alcance de mi linterna. Dada la presencia de girones de niebla todavía resultaba difícil apreciar nada, pero lo cierto es que estoy convencido de haber visto una criatura en lo alto de una pequeña colina. Me es imposible concretar nada pues apenas lo vi. Fue muy fugaz. No puedo siquiera indicar si era un ser grande o pequeño. Quizás mi estado mental de estos días me haya podido jugar una mala pasada. Eso también es cierto. A pesar de esto, sí puedo garantizar que aquella criatura me ha mirado con dos fieros ojos y se ha alejado a gran velocidad.

La verdad es que únicamente he podido correr hacia la mansión como he podido pues de la impresión he dejado caer la linterna en el páramo.

Mañana del 25 de mayo

Gran sobresalto esta mañana en la mansión de mi amigo. El servicio andaba a gritos por la casa y solo tras un período de reposo he conseguido tranquilizar a la señora Bristle. Andaba muy excitada, y no era para menos, pues mi amigo no se encontraba en su dormitorio y nadie lo había visto por la mansión.

Así pues, tras algunas indagaciones que nos han tomado más tiempo del deseado, hemos decidido que lo mejor iba a ser buscarlo por los alrededores. ¡Qué necio fui al suponer que su dolencia era estrictamente psicológica! ¡Cuánto pecamos de sobrevalorar nuestras creencias cuando estamos seguros de ellas! ¡Cuán claros eran los indicios y qué poco caso les hice!

Tras una búsqueda que nos ha tomado gran parte de la mañana, bien entrado el mediodía hemos encontrado, pálido y sin vida el cuerpo de mi amigo en medio del páramo. Su rostro expresaba un terror que no puedo describir. Sus ojos abiertos parecían talmente salirse de sus órbitas y el cuerpo, rígido y frío se mantenía en una pose incomprensible para mis sentidos.

Tarde del 25 de mayo

La oscuridad se cierne sobre esta mansión. Aún no habíamos terminado de llevar el cadáver de mi amigo a su casa para esperar que llegara el servicio fúnebre, el señor Douglas se me ha acercado con la cara totalmente desencajada. Al parecer, mientras estábamos tratando de traer los restos de mi amigo a su mansión, ha ido a ver en qué estado se encontraba la señorita Enfield y esta se encontraba desfallecida en el suelo de su habitación. Seguramente se haya agitado en su estado de inconsciencia y en un último estertor ha caído al suelo.

La señorita Enfield ha acompañado a mi amigo Cunningham al más allá.

Me veo rodeado de muerte y no sé por dónde continuar mis pesquisas, seguramente alrededor de la criatura que vi anoche. Ni siguiera sé si vale la pena indagar el origen de tanta muerte o si por el contrario lo mejor es salir corriendo de aquí y dejar a la mansión Cunningham a su suerte.

Mañana del 26 de mayo

El cansancio me pudo anoche. Como es de suponer las situaciones que me acontecieron en el día de ayer dejaron mis nervios muy afectados y caí en un profundo sueño enseguida. Por otro lado, un estado de completa depresión me ha tenido postrado en la cama hasta bien entrado el día. Un sentimiento de culpabilidad me ha hecho salir de mi habitación para ayudar al servicio en la preparación de la mansión y los cuerpos de mi amigo y de la señorita Enfield. El señor Douglas está destrozado, creo que algo lo ligaba a la joven más allá de la complicidad del trabajo.

¡Y cuál ha sido mi sobresalto en ver en la puerta de entrada a la mansión unos profundos arañazos! Hasta esta mañana la que creía amenaza que acechaba se trataba de un ser que recorría los páramos. Ahora esta criatura está a pies de la mansión.

Parece que anoche todos los habitantes de la casa dormimos con intensidad puesto que nadie parece haber oído ningún ruido de arañazos. ¡Creo que no podré volver a dormir tranquilo hasta que no cace a esa criatura!

Tarde del 26 de mayo

Antes de que la noche caigo sobre el páramo trato de salir a buscar a la bestia. Sigo mis pasos de hace un par de noches y llego a encontrar el candil roto en el suelo. No hay huellas. Nada. Me acerco a un bosquecillo cercano en busca de alguna pista, pero solo me encuentro árboles viejos que se mueven con la más leve ráfaga de viento. Seguramente en otro momento el susurro de las ramas en movimiento me habría causado alguna impresión, pero mi determinación es fuerte y avanzo como puedo.

Sin embargo, vuelvo a la mansión al anochecer sin ninguna pista. Los de la funeraria han pasado por la mansión mientras estaba fuera. Lord Christopher Cunningham y la señorita Enfield serán sepultados en los alrededores de la misma mansión.

Mañana del 27 de mayo

No solo la muerte se cierne sobre esta mansión. También la locura. El señor Douglas ha enloquecido completamente. Es un hombre robusto con complexión de luchador. Esta mañana me han despertados sus gritos y sollozos. Pronunciaba mi nombre con amenazas pues, según me dice la señora Bristle, cree que soy el culpable de tanta desdicha. Decido pues pasar toda la mañana en mi habitación esperando que el señor Douglas se calme.

Tarde del 27 de mayo

La locura del señor Douglas no parece tener fin. Si bien ya no soy víctima de su locura es evidente que no piensa dirigirme la palabra ni atendrá a razones. Cuando le digo que tengo intención de volver a salir al páramo a buscar más pistas, me ha mirado y ha sonreído hoscamente para luego darme la espalda e irse. ¡Y es que el robusto señor Douglas ha atrancado todas las puertas de salida de la mansión! Siento un terrible cansancio. El servicio cree que la mejor manera de resistir a la amenaza es esperar que desaparezca y veo que no me van a dar el más mínimo apoyo para hacerle frente.

Mañana del 28 de mayo

Otra lamentable desaparición esta mañana. El señor Douglas no está. No lo hemos encontrado por parte alguna. Parece que, aunque había atrancado las puertas de acceso, él mismo se había permitido dejar una salida. Durante la mañana, la señora Bristle lo buscamos por la mansión sin ningún éxito. A pesar de tratar de fijarnos en el entorno, no conseguimos ver rastro alguno del mayordomo en el páramo.

Tarde del 28 de mayo

Damos con él por la tarde. No estaba muy lejos de la mansión, apenas a un centenar de metros del edificio, en una formación rocosa. La inmensidad del señor Douglas nos aparece hecha un ovillo. Solloza y es incapaz de pronunciar una sola palabra comprensible. Parece talmente una criatura y no hay rastro alguno del hombre hosco que ayer quería acabar conmigo.

Lo acompaño a la mansión y trato de hacerle una exploración, pero es incapaz de seguir mis instrucciones. Parece que no me escucha, que ni siquiera percibe mis palabras, aunque fisiológicamente no presenta ninguna anomalía.

Mañana del 29 de mayo

A primera hora de la mañana me levanto y trato de hacer un repaso de mi situación. Mi amigo y la señorita Enfield han muerto. El señor Douglas ha enloquecido y parece haber perdido la razón. En la mansión estamos únicamente la señora Bristle y yo mismo. Ahí afuera una bestia desconocida se mueve tranquilamente mientras nosotros tenemos los accesos atascados. Solo podemos entrar y salir por una puertecilla.

Mi situación es cuanto menos exasperante. Si al menos encontrara una manera de salir de aquí, le propondría a la señora Bristle que nos fuéramos.

He salido al exterior por la puertecilla que nos permite entrar y salir de la casa y para mi sorpresa, lo que parece una crecida de las aguas han aislado la mansión. Parece que el páramo o algún riachuelo ha crecido y ha hecho impracticable el camino que llega a la mansión y ha dejado todo el entorno cubierto de un lodo extremadamente resbaladizo. He llegado a pensar que no es el río que haya crecido, sino que el suelo sobre el que se sustenta en edificio está cayendo.

Quizás esté enloqueciendo, pero creo que estoy viviendo la caída de la familia Cunningham. No solo de una forma metafórica sino también literal. Pronto, el legado de esta familia puede quedar completamente derruido y cubierto por un légamo oscuro. Más oscuro que el olvido.

Tarde del 29 de mayo

Sinceramente no sé cómo afrontar mi situación. Si me quedo en la mansión, lo más seguir es que sucumba a la muerte, pero no veo opción alguna para salir de aquí. Y es en este estado de cosas que vuelvo a tratar de ocuparme del señor Douglas. No mejora recuperación alguna pero un momento de turbación he visto como un momento de lucidez ha cruzado su vista. En ese instante todo ha sido muy rápido. Veloz como una pantera, se ha hecho con un objeto punzante que tenía a mano, creo que era un trozo de cristal, y me ha acometido tratando de dañarme.

No sé ni cómo he conseguido esquivarlo y salir corriendo de la habitación. He cerrado la puerta con contundencia y he colocado una silla trabando el pomo como he podido. He arrastrado una gruesa mesa de mármol para impedir que se pudiera abrir la puerta desde dentro y en ese momento he podido respirar.

Si esta mañana estaba haciendo un repaso debo añadir que el señor Douglas ha enloquecido y lo mantengo encerrado en una habitación. Así pues, quedarme en esta mansión no parece la mejor de las opciones.


Mañana del 30 de mayo

Mañana fría y nublada en el páramo, el agua sigue impidiendo alejarse del edificio o bien este sigue hundiéndose. No me atrevo a seguir buscando indicios en el páramo y trato de localizarlos desde mi ventana como si fuera el vigilante de una fortificación. No me cuesta encontrar el cadáver de una vaca a un centenar de metros de la casa. Aparece medio hundida en el páramo y totalmente descarnada. Desconozco de donde ha salido esta criatura ni cómo ha llegado a los pies de la mansión, pero lo que sí tengo claro es que la terrible criatura que nos acecha campa a sus anchas y se acerca a la casa sin ningún tipo de miedo.

No veo salida a esta situación. Sucumbir a la locura en la mansión o morir despedazado por una criatura en el páramo mientras trato de salir de aquí.

Tarde del 30 de mayo

He tomado una decisión. Voy a huir de aquí. Mi amigo está muerto y lo único que podría atarme a esta casa es la caridad por la señora Bristle puesto que el señor Douglas está totalmente fuera de sí y ante él, mi vida corre peligro.

Así pues, me dispongo a salir de aquí. He rehecho mi pequeño equipaje para a continuación dirigirme a la puertecilla por la que podré salir de aquí. ¡Cuál ha sido mi sorpresa al ver que cuando me acercaba a la puertecilla, una criatura oscura de ojos enormes entraba por la misma impidiéndome el paso! He salido corriendo tratando de buscar un lugar seguro encontrando la vieja biblioteca de mi amigo. He atrancado la puerta como he podido y allí he permanecido un rato, hasta que he oído como se alejaba la criatura.

Mis miedos ya no tienen sentido alguno. Si hace unos días dudaba entre morir encerrado en la mansión o a manos de una temible criatura en el páramo si salía de aquí, esta dualidad ahora no tiene ningún sentido pues la criatura está rondando la casa.

Tras un par de horas encerrado en la biblioteca he oído como el señor Douglas, al otro lado del tabique que me separa de su cárcel improvisada ríe estruendosamente. Ha perdido totalmente la cordura y ríe ante lo que dice, la amenaza que acabará definitivamente con el nombre de Cunningham. Ante mi sorpresa y tratando de entender sus enloquecidas palabras, Douglas parece lleno de rencor. Dirige sus palabras a la señora Bristle que ahora mismo no sé dónde está, quizás haya sido devorada por la criatura. También me nombra a mí, y entre risas enloquecidas cuenta una historia que no puedo creerme en la que acusa a mi amigo de un sinfín de locuras inmorales que no me atrevo a creer.

Quizás he enloquecido completamente pero el señor Douglas refiere una sarta de mentiras que debo acallar como sea. Aunque sea la última cosa que haga, aunque la bestia me atrape y acabe con mi vida y mi cuerpo acabe cubierto del mismo lodo que acabará con el legado de los Cunningham, acabaré con Douglas. No tengo más arma que un abrecartas que encuentro sobre el escritorio así que armado con él y con el espíritu de venganza inflado y mi rabia a flor de piel me dispongo a salir de la biblioteca, ir a buscar al señor Douglas y acabar con su vida y su sarta de sandeces. Y después espero que la criatura acabe conmigo y pronto me cubra este mismo maldito edificio y al menos pueda descansar en paz pensando que me he sacrificado por el buen nombre de la familia de mi amigo.


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