Mis viajes a Fabled Lands


Presentamos esta partida de Mazarbul, que ha jugado a Fabled Lands.

Recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.


Introducción

A continuación se muestran las entradas de varios viajes al país de Fabled Lands. Dado que la posibilidad de morir es grande, como se verá, busqué una estrategia narrativa que justificase volver: al mundo creado por Dave Morris y Thomson se accedería por medio de la ciencia. Médicos y científicos enviarían a viajeros para recabar datos y, al morir, estos podrían volver pero con otro personaje diferente; aunque algunas de las posesiones podrían volver a tenerse, como el dinero en los bancos y la información de viajes conseguidas. 

Con el tiempo introduje personajes, como un viejo Samurai, así las posibilidades de sobrevivir serían mayores, así como otros NPJ como un chico y su madre, monjes, mercaderes, soldados, etc…para ello usé principalmente el oráculo de David Velasco: Los Oráculos de la Sibila, para ver sus reacciones. 

Con el tiempo eché de menos lo que conocemos como rumores. Necesitaba que los NPJ me introdujeran más información de la que me proporcionaban los textos de Fabled lands. Así que se me ocurrió una forma: dado que el juego estaba en steam y se había creado una wiki sobre el mismo, ¿por qué no usarlo para buscar información de lugares? También conseguí de segunda mano una enciclopedia de Fabled lands de un juego de rol sobre el mismo. Allí también había información útil sobre las regiones y su historia. Todo ayudaba a dar más cuerpo a la historia. 

La historia comienza en el libro 1, pero la primera parte la perdí, ya que la escribía a mano. Hice un recorrido por las zonas costeras e interiores del primer libro, hasta que decidí subir hacia el norte…ese es el comienzo de las entradas conservadas en digital, que transcurrirían en el volumen 4, en la inmensa llanura de una estepa y una ciudad con tintes japoneses y asiáticos. Este volumen consta de 3 capítulos, uno por cada personaje: un bardo, un mago y un guerrero. 

También cometí un error de bulto: confundir una sección con otra, lo que dio un interesante resultado, como si hubiera sido un sueño o un fallo en la matrix de Fabled Lands. 

También llevo un registro en excel de los “stats” de los personajes, notas, códigos, y referencias a las secciones. 

Y por supuesto esta historia, pese a sus 100 páginas no ha terminado, mi personaje  y su compañero lograron salir de la pirámide de Xinoc por los pelos, y han de decidir qué hacer…

Los libros que me han ayudado han sido: 

  1. Fabled Lands: 1. The War-Torn Kingdom (1995)
  2. Fabled Lands: 4. The Plains of Howling Darkness (1995)
  3. Fabled Lands Core rule book
  4. Fabled Lands wiki
  5. Los Pergaminos de la Sybila

Partida

Entrada 1 (495)

He alcanzado el norte del continente, hacia el este. Un lugar donde parecen confluir los vientos de tal manera que estos azotan la región sin dar tregua. La bahía de los Desastres la llaman. Llegué a un pequeño pueblo de pescadores y he pasado varios días por la zona. Alguno se ha ofrecido a llevarme al norte, a Yarimura, en bote, en la zona de las Planicies Aullantes. Pero he decidido viajar a los fuertes de la península que cierra la bahía, un territorio azotado por el viento. Me he percatado, pues he comido en casa de uno de los pescadores, que para ser humildes hombres de mar hacen gala de cierta riqueza en las casas; faroles de metal en las entradas, sus mujeres visten ropas elegantes (supongo que se las han puesto por mi llegada), y cuentan con adornos diversos en sus casas: botellas caras, barriles, cofres… No me extrañaría que los humildes pescadores se dedicaran a expoliar, e incluso provocar, los numerosos naufragios que se dan en la zona a causa de los vientos.  Me ha agasajado con un vino del sur y las vajillas eran de metal. El típico material que se encuentra en un barco de pasajeros. 

Me han preguntado por mi destino, y les he comentado que regresaré en el futuro a las Planicies Aullantes, pero que ahora querría investigar la península que cierra la bahía. 

Se han mirado entre ellos, y el hijo mayor me ha soltado:

– Debería tener cuidado. Allí moran los Hombres Bestia. Durante mucho tiempo han asolado la zona y en el pasado han atacado el interior, desde la península. Son bestias sin alma. 

– Por suerte – dijo la madre -, se construyeron los fuertes de la Marca del Este. Puede viajar allí. Se alegrarán de ver personas nuevas. 

– ¿Cuál es el más cercano a nosotros? .- le pregunté mientras apreciaba el vino. 

– Fort Mereth, el camino es paralelo a la costa hasta que se vislumbran las murallas. Es uno de los tres que guardan la Marca del Este. El interior es la península de Nerech, de los hombres bestia. Allí le indicarán. 

He pasado varios días con ellos y les he agradecido su hospitalidad. Al cabo, he partido hacia Fort Mereth. 

 Entrada 2 (299)

Me uní a una tropa de guardias que se dirigían al fuerte. Uno de los chavales era joven y pertenecía al pueblo de la bahía del Desastre. Conocían el camino, que recorrían muchas veces para aprovisionarse, y me fueron contando anécdotas y leyendas de Mereth, el héroe que da nombre al fuerte más septentrional de la península. Al parecer hay tres, cada uno encargado del mantenimiento de una zona y de patrullarla, para evitar ataques de los Hombres Bestia. 

Al cabo de varios días de camino vislumbramos el fuerte. Una enorme torre en lo alto de un risco. de ella partían dos lienzos de muralla hacia el sur. Tanto la torre como la muralla coronaban una enorme cadena montañosa que corría también hacia el sur. La altura de la muralla era gigantesca, a lo que había que sumar la montaña que le servía de base. Los muros se perdían a la vista, y tras ella se encontraba el siguiente Fuerte. 

Cruzamos una pequeña barbacana en un valle montañoso de difícil acceso. Una puerta enorme hecha de huesos de algún animal monstruoso daba acceso a una rampa que ya era parte de la muralla, lo suficientemente grande para permitir el paso de dos carros de bueyes sin tocarse. 

Cuando llegamos a la torre, nos recibió el comandante de la fortaleza, un hombre de edad media que parecía un poco huraño. Resultó ser de Yellowsport y se encontraba preocupado por el desarrollo de los acontecimientos en el sur, la revuelta y el golpe de estado. Durante la comida me dijo que temía que se propagara la situación a la Muralla y que dificultara la defensa. 

Los soldados hacían guardias a lo largo de toda la muralla, manteniendo fuegos visibles y catapultas bien aceitadas y cordadas prestas a disparar. la península estaba llena de riscos y bosques dispersos, un lugar inhóspito del que llegaba en la noche un aullido bestial que no supe si era debido al ulular del viento o a alguna fiera. La altura y tamaño de aquella construcción sobre la cadena montañosa no era menos sorprendente. Cien mil hombres, me dijeron, se utilizaron para construirla, y de tanto en tanto hordas de Hombres Bestia intentan cruzarla sin éxito para alcanzar las Farmlands del interior y saquear las granjas. 

Tras un par de días en el fuerte, donde me recibieron bien (al parecer muchos mercaderes y granjeros suelen llegar a comerciar o incluso regalarles alimentos de tanto en tanto) , partí hacia Fort Esghard, el puesto medio. 

ENTRADA 3 (472)

Me prestaron un caballo de postas y junto al mozalbete de la bahía partimos a galope sobre la muralla. Un pequeño camino de tierra batida se encontraba en el centro de la muralla, para evitar que los caballos resbalaran. Se marchaba tan rápido que podían desplazar tropas y enseres en poco tiempo de un fuerte a otro. Los hombres desde sus puestos nos saludaban y nos daban paso, ya que cada ciertos kilómetros había barbacanas con rejas que evitaban que si se tomara una parte de la muralla el resto cayese. Mereth hizo un buen trabajo en aquella construcción. Tardamos día y medio en llegar. 

Fort Esgard sin embargo estaba en tensión. Conforme nos acercábamos los soldados susurraban y sus miradas hoscas nos observaban con cautela. Vi que estaban engrasando los engranajes de las catapultas y que el los calderos de aceite hirviendo estaban encendidos. 

– ¿Temen algún ataque? – le pregunté. El muchacho se acercó a uno de los soldados, pero éste no quiso decir nada. 

Cuando pusimos pie en el fuerte, más grande que el de Mereth y con varias torres adosadas, nos recibieron y nos sometieron a un pequeño interrogatorio. Me extrañó, pero el muchacho me dijo que era habitual. La mayoría de los ataques se producían en aquella zona, y se sospechaba de la connivencia de algunos traidores y bandoleros con los Hombres-Bestia. pero no me convenció, algo había pasado. Era evidente. Los soldados se afanaban como si estuvieran a punto de recibir un ataque y la tensión se palpaba en el aire. Me fijé que a aquella altura de la península Nerech se veían fuegos entre los riscos en la lejanía y, aparte de los aullidos nocturnos, sonaban tambores y cánticos. 

Me llevaron a una habitación que acababan de limpiar. El soldado me saludó y nos hizo entrar a mí y al muchacho del otro fuerte. Con él eran más amables, así que esperé a ver si podían sacar un poco de información a través suya.  Pero no dio tiempo.

Apenas dejé el petate en el suelo y me asomé a los ventanales enrejados escuché unos pasos en el pasillo. Dos soldados entraron y se situaron a los lados con las picas montando guardia. Un hombre de unos cincuenta años entró. Su rostro lo revelaba todo. Era el comandante de la Torre.

– Mi nombre es Daileth, comandante de la guarnición de Fort Esgard. 

Asentí. 

– Acompáñeme. 

Me hizo un tour por las torres, que se unían con la central por puentes colgantes que podían ser destruidos en caso de ser tomados. Cada uno hundía sus raíces en la montaña, contaban con agua y eran independientes. 

En un momento en el que estábamos solos, mirando el este y cómo el sol se ponía tras el horizonte y los vientos arrasaban con fuerza la península, miró hacia atrás. Los soldados estaban a prudente distancia. 

Me señaló hacia abajo. Desde aquella altura era difícil saber qué me señalaba, pero había un círculo de objetos a la entrada de un bosquecillo. Agucé la vista y vi que eran hombres ahorcados. El viento los mecía como frutas podridas. 

– Traidores – me dijo -. Ratas incapaces de hacer su trabajo. 

Callé por prudencia. 

– No eran traidores exactamente. Eran miembros de una guardia. Lo único que tenían que proteger, lo única valioso en esta maldita muralla: mi hija Alissa. Quince años. En la flor de la vida. 

Una lágrima cayó por su mejilla y se la enjuagó con un quejido de hombre que ha roto una promesa. 

– Entraron hace cuatro días. No sabemos cómo. Pero lo hicieron, y fueron directamente a por ella. Podían haberme incluso matado, o saqueado los almacenes. No. Era una operación limpia. Algo se cuece en Nerech, y quizá no solo los Hombre-Bestia están detrás. 

– ¿La mataron? – pregunté sin alzar la voz. Su cabeza se movió a izquierda y derecha sin dejar de otear los riscos. 

– Secuestrada. Se la llevaron. Hubiera preferido que la hubieran matado y habérmela encontrado muerta en su celda. Sólo los dioses saben dónde puede estar. Pero hoy – y me sacó un rollo de papel – llegó un mensaje. 

Me lo tendió, y pude leerlo. Con letra muy pequeña, casi de niño, se podía leer que debían dejar paso a una hueste que atacaría las granjas. De lo contrario no volvería a verla. 

– Estoy entre dos fuegos – dijo -. De hecho, llevo escolta, porque hay ya algunos oficiales que opinan que voy a ceder, y temo que hay una revuelta. Eso también beneficiaría a los secuestradores. Lanzan razias continuamente. Podrían cruzar si son listos. 

– Y yo qué puedo hacer? – pregunté. No pensaba que me estuviera contando aquello por nada. No me conocía, aunque habría recibido informes sobre mí de Fort Mereth. 

– Quiero que entres en las Nerech e intentes salvarla. 

– Solo soy un trovador. No soy un Mereth, un héroe de antaño. 

– pero has cruzado el país de norte a sur estos días convulsos y sigues vivo. Incluso sobreviviste a un ataque de un hombre escorpión y te sumergiste en agua embrujadas. Algo de valía debes de tener. Hazlo y te recompensaré. Pero no quiero que nadie sepa nada. Serás mi secreto. Puede haber traidores. 

– Déjeme pensarlo, comandante. 

Antes de terminar ya estaba saliendo por la puerta y me dejó en silencio con el soldado de Fort Mereth. 

– Le has contado eso? -. El chico asintió. 

– Lo siento. Estoy obligado. 

– Conocías a Alissa, ¿verdad?

El chico bajó la mirada. 

– Sí. Al principio el comandante sospechó de mí, pero al ver que volvía de Mereth con un viajero desechó la idea. Ni siquiera el comandante de Fort Mereth dijo nada. Querían probarnos. 

Me senté en la cama y saqué mi flauta. Canté una tonada triste, del norte, de la espina de Harkun. pronto los soldados de la muralla silbaban tristemente y los fuegos de los puestos de guardia llevaron la tristeza del comandante más allá de la península. Y hasta los aullidos nocturnos dejaron de oírse. 

ENTRADA 4 (255 Libro 4)

Me levanté por la mañana temprano. No dormí mucho, pues mi cabeza no dejó de darle vueltas a qué hacer. Continuar mi viaje al sur como tenía pensado o internarme en la península en busca de la joven? Al final decidí que quizá no fuera tan peligroso y pudiera salir con bien de cualquier problema, o huir y regresar en caso de tener algún problema. 

El joven soldado me esperaba también vestido. Asentí y en su mirada vi una mezcla de agradecimiento y sorpresa. Me condujo por las escaleras hacia el interior de la montaña. Bajamos y bajamos por unas escaleras circulares que parecían viejas y gastadas. Alcanzamos una puerta de hierro. Era una sala donde habían varios soldados. El joven les entregó un documento. Lo leyeron y me miraron también sorprendidos. Abrieron las puertas y una bocanada de aire frio y ventoso me echó para atrás. 

Sentí algo a mi espalda. Un escalofrío me recorrió y vi a un hombre acercándose por un pasillo. Iba vestido de negro y tremendamente delgado, casi una calavera. Se cubría la cabeza calva con una capucha y sus ojos estaban hundidos y brillaban con intensidad. Un cántico muy triste salía de su boca. El báculo, negro y de plata, despedía un fulgor que arrancaba sombras en las paredes, sombras oscuras que parecían moverse por sí solas comosi tuviesen vida propia. Era un sacerdote de Nagil, el dios de la Muerte. Sus templo son adorados en Sokara y otras regiones, siempre con sus tétricas esculturas de gárgolas y seres de ultratumba. Nunca me gustaron, aunque soy consciente que todos tenemos que dar cuenta y ser recogidos por él, sea cual sea nuestra luz o nuestra oscuridad. Algunos fieles hablan de resurrecciones….El sacerdote se acerca a mí y comienza una letanía que conozco bien: es el rito de los moribundo.

No puedo evitar enfurecerme ante esa osadía y le agarro por el pecho. Los soldados se miran sin saber qué hacer.

– Aún no estoy muerto viejo cuervo.

– Tanto da – me dice el sacerdote, y sigue murmurando para sí con los ojos en blanco…

Por un momento pienso en renunciar, pero algo me dice que debo seguir.

ENTRADA 5 (32 LIBRO 4)

Dirijo una última mirada a la puerta y el joven me saluda con la mano. Luego se cierra dejándome en medio de aquella enorme tierra baldía. A mi espalda la muralla debe arrojar una sombra ya al otro lado pero aquí el sol se empieza a levantar e ilumina una tierra seca llena de brezales. No crece nada en ella, excepto matojos. No me extraña que los hombres-bestia quieran hacer incursiones al oeste. Allí no debe de crecer nada de nada. Hasta el cielo es gris y un cuervo grazna con tristeza en la lejanía. 

Ando durante horas hasta que llego a un punto en el que vislumbro en la lejanía el único accidente visible y destacable: una colina más alta que el resto de montículos. A mi derecha está la costa. Me debato qué hacer. ¿Cuál será el mejor camino? ¿Habrá barcos en la costa que incursionen en la península? ¿Qué puede traerlos allí si es así? Por otro lado, habrá habitantes en esa colina? Qué haré si tengo un encuentro con los hombres-bestia? 

Decido bajar por la costa, y allí me encamino, calándome un sombrero para evitar los rayos de sol en lo posible. 

ENTRADA 6 (688 LIBRO 4)

Durante un par de horas camino por la orilla. No vislumbro nada reseñable excepto la colina elevada. Al poco veo pasar un barco mercante que va hacia el norte. Me vislumbra y me hace señas con una bandera mientras los marineros gritan. Deben de pensar que he sido abandonado. Una barca se acerca a la orilla. Un pàr de hombres de ojos rasgados saltan a la orilla y encallan la barca en la arena. Me insisten que vaya con ellos, me llevarían a la ciudad de Yarimura. 

les digo que tengo una misión aquí. Les agradezco su esfuerzo y les deseo lo mejor. Se marchan como si se hubieran encontrado a un loco de remate. Decido dejar la costa y subir a la colina. Desde allí debe haber mejor visión, ya que está más alta que los acantilados que llegan al mar y que ya impide mi paso. 

ENTRADA 7 (32-5-251 LIBRO 4)

Cuando estoy a punto de alcanzar la colina algo interrumpe a mi derecha y se interpone en mi camino. Al principio veo que es un hombre, o eso me parece, pero no va vestido, y un pelaje gris y enmarañado le cubre todo el cuerpo. Sus labios son extraños, como belfos de animal, y porta un caso que le oculta el rostro. El casco asemeja un ave, un pájaro. Me mira y veo relumbrar unos ojos rojos que brilla desde la celada. En hombre levanta las manos, que no son sino garras, y lanza un aullido que me hiela el corazón. 

Se abalanza sobre mí. 

ENTRADA 8 (83 libro 4)

Espero que venga hacia mí y coloco el tridente que llevo conmigo apuntando hacia él. Con un poco de suerte él mismo se lo clavará. (mi ataque es 4 y su defensa 5: saco 3. 3+4= 7. Le hiero 3)

Sin embargo, no fui lo bastante rápido y apenas tuve tiempo de ponerlo delante. la bestia se clavó tan solo una de las puntas en un brazo y se echó hacia atrás con furia. (su stamina pasa a 8).

(Saca 13 – 5 + 8 de combare – y pierdo 3 stamina (tengo 3 combate + 5 rango + 2 defensa)

El hombre se arroja sobre mi y da varias dentelladas que me alcanzan el hombro. Por suerte llevo la cota de mallas. 

(Saco 8 + 2 de combate y el tridente: 12. Como su defensa es 5 le inflijo 7 de daño. Su stamina queda en 1)

Logro arrojarlo fuera de mi y le golpeo con el tridente varias veces, ensartándolo. La bestia se retuerce y enfurecida sigue atacando pero no puede acercarse, y cuando lo hace no dejo de pincharlo. 

(Saca 8 + 8 de ataque: 16. Yo tengo 5 rango + 3 combate + 2 defensa: 10). Me hace 6 de daño. Me deja en 3 de estamina). 

Pero hay un momento en el que la bestia herida da un salto y logra empujar la punta del tridente y entrar en mi distancia. Me golpea con fuerza y me vuelve a morder y clavarme las garras. Su sangre y la mía fluye por el suelo. Rodamos abrazos. Mi desesperación es enorme. Debe de estar gravemente herido pero me puede llevar a la tumba. 

Saco 6+3+1: 10, su defensa es 5, lo que le provoco 5 de herida y tan solo le quedaba una vida. Muere. 

A base de patadas lo hecho a un lado. La bestia escupe sangre y sus ojos me mira a través del casco. El esfuerzo ha sido demasiado para él, y no puede levantarse. Cae al suelo y empieza a manar sangre de las heridas del pecho. El tridente lo tiene clavado en un costado y apenas puede respirar. El Hombre-bestia muge y dice algo que no entiendo. Se inclina hacia atrás y cae sobre la tierra seca. Oigo un estertor y queda quieto. 

Me observo a mi mismo. Estoy herido tambien con cortes y bocados. No podría aguantar ni un asalto más. Me dejo caer al suelo y me pregunto qué estoy haciendo allí. Debería haber tomado la dirección sur y dejar aquella locura sentimental de ayudar a la hija del comandante de la fortaleza Esgard.

Allí quedamos los dos. Yo malamente herido y el hombre-bestia muerto. El dios de la muerte debe de estar contento. 

ENTRADA 8 (124 LIBRO 4)

De pronto oigo algo y mis sentidos se ponen alerta! ¿Otro Hombre-bestia? Me levanto con dificultad. Me duelen todos los huesos y lo que veo me deja la boca abierta. A unos metros de mí yace el Hombre-Bestia pero está envuelto en llamas!!! El chisporroteo suena como si fuera una traca de feria y las llamas lo han envuelto completamente. En lugar de grasa parece que se convierte en ceniza. Me quedo contemplando el espectáculo unos minutos, tiempo tras el cual no queda nada de él excepto una huella oscura en el suelo pedregoso. 

Bueno, no sólo una huella:el casco con forma de pájaro es lo único que deja tras de sí como recuerdo de mi enemigo. Me acerco a él y lo tomo. No se porqué impulso tengo deseo de ponérmelo. Quizá el cansancio ha hecho mella en mi y en mi cerebro porque al momento lo tengo puesto. 

ENTRADA 9 (219 LIBRO 4)

y cual es mi sorpresa cuando una docena de Hombres-Bestia surgen de entre las peñas y se acercan a mí. La vista se me nubla de golpe y la cabeza empieza a latir con fuerza. ¿Qué es lo que me hace ese casco? la desesperación se apodera de mi y tan sólo se me ocurre lanzar un pequeño hechizo que aprendí en Yellowsport. Cruzo los dedos y me pongo sobre una pierna cogiendo aire desde lo más hondo de mis pulmones. La cabeza me va a estallar pero intento concentrarme. Apenas veo. Parece que cientos de agujas se me clavaran en el cráneo. Aguanto y cuento hasta veinte hacia atrás acompañando la cuenta con un movimiento de los dedos. Mis visitantes se acercan lentamente con las garras abiertas. 

Lanzo un chasquido y una bola de fuego parte de mí, pero va perdiendo fuerza cuando los alcanza. Algunos caen de espalda pero la potencia no es suficiente. estoy agotado…. (SACO 8+4: 12 DIFICULTAD 14 DE MAGIA)

ENTRADA 9 (677 LIBRO 4)

Intento desesperado quitarme aquel casco diabólico y algo empieza a estrujarme desde dentro, algo tentacular que me atraviesa el craneo y me alcanza el cerebro. Creo que voy a volverme loco…y hay un momento en que ya no veo más y me desvanezco.

ENTRADA 10 (7 LIBRO 4)

Despierto en el lab…sigo pugnando por quitarme el casco hasta que los doctores me cogen y me sujetan. Uno de ellos me inyecta un sedante. No dejo de chillar , estoy como loco…pasan unos segundos y me relajo. Mis manos tocan las sábanas, veo sus rostros con mascarillas y batas blancas, las luces del laboratorio, las cristaleras….¿dónde estoy?

– Has regresado – me dice una doctora. La miro, a ella y a los otros. ¿Quienes son? -. tranquilo, es el efecto de la realidad. En unos días pasará, no te preocupes. Tenemos parte de tu cuaderno. Por desgracia el otro se perdió. Tan sólo algunos retazos que escribiste y de lugares en donde estuviste. 

Asiento, extrañado, sin saber aún de qué me habla. 

– ¿Querrías probar de nuevo?. Y sonríe. 

ENTRADA 9 (617 LIBRO 4) ERROR !!!!!


Esta entrada y las siguientes fueron debido a un error. Me confundí al buscar la sección del libro y me mandó a otra entrada. Aunque era extraño, dada la situación de mi personaje, al principio no caí en la equivocación. Pensé que era un viaje en el espacio y/o tiempo..pero posteriores comentarios me hicieron buscar el error. Puesto que era un viaje a un mundo fantástico, lo expliqué como un fallo en la “matrix” del mundo de Fabled lands. 

Ahí dejo las entradas por si el lector quieres ver cómo resultaron. 

se lanzan contra mí con la furia salvaje de animales hambrientos. Echo a correr desesperado. la adrenalina mueve mis piernas. No siento dolor alguno ya. Algunos caen al suelo por intentar cogerme. Zigzagueo una y otra vez. Debe ser un espectáculo digno de verse. Un pobre bardo con un casco de pájaro y una docena de bestias intentando cogerle. 

Los bestias me lanzan piedras que me golpean en la espalda hasta que una me acierta en la cabeza. Pese al casco me desestabiliza y caigo rodando colina abajo. Cuando llego abajo veo un edificio enorme, un muro que es parte de una edificación. Pero no tengo tiempo para más pensamientos, me arrastro hasta entrar en una túnel oscuro y me tiro al suelo apoyado contra una pared, jadeando, rogándole a todos los dioses que mis perseguidores no me hayan visto entrar. Estoy agotado y me duele todo el cuerpo. El viento sopla fuera con fuerza y veo pasar desde mi guarida varias bolas de brezo y ramajos girando. En la lejanía oigo aullidos. Deben de estar siguiéndome. Pero allí me siento seguro. Oculto en la oscuridad observo el trozo de tierra frente a la puerta. Empiezo a calmarme y caigo dormido…

ENTRADA 10 (172 LIBRO 4)

Me despierto quién sabe cuánto tiempo después. El sol debe estar en el oeste porque la luz casi me alcanza las piernas. Me levanto y observo los dibujos y runas que adornan todos los muros.  Hay imágenes de un sacerdote-rey haciendo plegarias, y todo está plagado de conjuros y maldiciones contra aquel que entre en aquel lugar. Espero que Xinoc, el sacerdote-rey del antiguo imperio de Shadhar, tenga piedad de un pobre moribundo. Al final el pasillo continúa en una arcada a la que da paso un arco decorado profusamente con maldiciones y condenas para aquel que intente cruzarlo. La magia es muy fuerte en esta zona. Sólo un mago poderoso tiene posibilidades aquí, si es que hay alguna. Me acuerdo de la pobre hija del comandante, Alissia. Creo que ni siquiera un guerrero tiene muchas posibilidades. Hay cosas contra las que nada puede una espada. De nada serviría que entrara en el estado lamentable en el que estoy. Ni siquiera pude lanzar un hechizo efectivo contra los Hombres-Bestia. Mejor volver…



CAPÍTULO 2

Entrada 0 (1 LIBRO 4)

La médico me comenta que ya han estudiado mi anterior viaje. Debo pues decidir qué voy a ser ahora. Decido que un Mago. Si mis últimos sueños y el error de la matriz me llevó a Xinoc, la magia ha de ser poderosa allí. Así que seré un mago. Veremos cuanto aguanto. También me dice que han intentado guardar el dinero del banco de Yelloport de mi anterior vida. Quizá pueda retomarlo. Ya se verá. Decido aparecer en el libro 4, con un rango de vida superior y muy al norte. Luego intentaré bajar hacia las islas. 

Me tumbo en la cama y me introducen en la máquina. Ésta se cierra a mi alrededor. La luz azulada lo impregna todo, me entra sueño…. 

Entrada 1 (1 LIBRO 4)

Me despierto y estoy en un pequeño esquife. Estoy sediento. Debo llevar sin beber horas y horas. En mi mente se arremolinan pensamientos y recuerdos construidos. La doctora ya me lo dijo. Tendría recuerdos de personas y/o circunstancias que me llevaron a donde estoy: actualmente en un barquito a merced del viento. Soy un naufrago. En mi mente hay recuerdos de un buque en el que viajo por The unbounded Ocean, elk Oceano sin Límites. Pero un barco pirata nos atacó e intenté junto a un grupo de tripulantes lanzar una barca y ponernos a cubierto. Fue imposible. Luchamos denodadamente, pero mataron a todos. Sólo yo pude echar a los piratas al mar pero quedé a merced de las olas. Los días pasaron y fui incapaz de gobernar aquel esquife. Mi principal problema era el agua. Estaba rodeado y no podía beberla. Llovió algo y la recogí con las velas, pero no tenía donde guardarla. Pronto se acabó. 

Estoy desesperado, y el mar se encrespa. Las olas cada vez son más altas y no tengo cartas de navegación, aunque a estas alturas cualquier lugar seco me parece la gloria. El viento me lleva hacia el oeste con fuerza y para sorpresa mía veo un ave sobrevolar. Pienso que estoy delirando, pero no: en la lejanía veo una línea de costa!.

Me pongo al timón e intento capear para llevar el barco hacia la costa. Pero no puedo manejar el timón y las velas. Y menos remar. La mar cada vez es más fuerte y me arranca el timón de las manos. El buque empieza a girar y temo que un golpe de temporal lo lleve a pique. Intento con los remos enderezarlo mirando a tierra. 

Me voy acercando y veo los arrecifes d ela costa y los rompientes llenos de espuma. La mar está brava. Espero no acabar allí reventado. Sería triste un viaje tan corto. 

Pero las olas son enorme. No puedo gobernar el barco! Oigo un crujido y caigo al mar. Silencio. Asomo la cabeza buscando el barco. Soy una cabecita en medio del oleaje. Una ola me atrapa y me eleva. Debo de haberme golpeado con algo, quizá el mástil.  Nado hacia la costa desesperado. 

Otra ola me eleva con fuerza y me revolea. De pronto me golpeo con algo blando. !Estoy en la playa! Me arrastro al interior alejándome del mar. 

Al fondo veo una ciudad. Una ciudad enorme que ocupa todo el horizonte. 

ENTRADA 2 (280 FL 4)

Siguiendo la línea de costa alcanzo una enorme ciudad con muros que la protegen. Es Yarimura. Sus habitantes son más delgados que en el sur y se nota que hay dos tipos, los de las estepas del interior y los de la isla Akatsurai, que se encuentra al este, al sur de Unbounded Ocean. La ciudad desde el exterior es inmensa, con un puerto que se abre al mar y varios muros protectores. Las altas torres de palacios y templos se avistan desde donde estoy, la Puerta de Tatsu, o mejor dicho, La Gran Puerta de Tetsu. Está tallada en piedra e imita la forma de la cabeza de un dragón. Me pregunto si entrar o si sería mejor otear alguna villa más cercana que me de una idea de lo que ocurre en el interior. Así que tomo el camino junto a unos mercaderes y me dirijo al pueblo de Hordeth. 

ENTRADA 3 (307-543 FL4)

Me despido de ellos y me dirijo a una refulgente villa con muros gruesos de marmol. Todas sus casas y edificios tienen el aspecto colosal de la nación de Atticala, al oeste. Son individuos altos y bronceados, con una apariencia casi de dioses, como le escuché decir una vez a un mercader. De hecho, sus edificios son siempre abiertos por el techo para que puedan verlos desde las alturas los grandes dioses y diosas de su nación. 

Pero el recibimiento no es precisamente agradable. Al llegar a un puesto de guardia, un grupo de soldados me para y me empiezan a hacer preguntas. 

– Avar Hodeth no está en casa. !Lárgate inmediatamente si no quieres problemas!

Poco más tengo que decir, así que retorno a la ciudad de nuevo y decido entrar en ella por la puerta de Tetsu. 

ENTRADA 4 (280-10 FL4)

La ciudad es enorme y hay gente de todos lados. Allí se mezclan los mercaderes procedentes de las altas estepas con los viajeros del norte, del Fin del Mundo y los de Sokara al sur. Me quedo en una fonda pequeña y bien dispuesta cerca de la puerta de la ciudad. Al parecer en el norte hay dragones, uno de ellos el que da nombre a la puerta. 

La ciudad, según me cuenta la dueña de la fonda, está gobernada por un Señor d ela Guerra, un Daymio, Kumonosu. Pertenece al clan de la Lanza Blanca. La ciudad fue creada por el mismo clan cuando se vieron obligados a huir en la guerra civil de Akatsurai (la isla). No les dejaron entrar en Sokara pero al norte, en la costa tras la Espina de Harkun, tan solo había nómadas de las estepas de manera que fundaron la ciudad y conquistaron territorios por las armas. La ciudad está en contínua pugna con Akatsurai, que no deja de atacar sus barcos e intentar atraerse la ciudad a su entorno, pero Kumonosu lo evita. 

El estilo de los edificios es propio de Akatsurai, con techos elevados en sus puntas como pagodas, jardines y puentes que parecen invitar a relajarse. También se ven soldados y samurais por la ciudad, y los guardias se mantienen alerta continuamente. 

Mientras disfruto de la ciudad me pregunto si podré sacar de algún banco los dineros del Bardo depositados en Yellosport. Por lo menos habría 400 shards. Eso me permitiría comprar una casa e intentar comerciar. También tengo que visitar los templos. 

ENTRADA 5 (10-220 FL4)

Me he levantado esta mañana temprano y me dirijo al gremio de mercaderes. He desayunado en una taberna de inmigrantes d ela estepas, leche de algún animal estepario y quesos de diversos tipos, así como bolitas de carne de cordero y leche de yegua fermentada. He salido casi dando tumbos. Sube el alcohol. 

Me acerqué al Gremio de Mercaderes, un domo de piedra roja ricamente decorado por dentro y por fuera con alfombras de colores y dibujos, así como muebles. Me recibió una chica de rasgos orientales y me hizo pasar a una especie de habitación que asemejaba una tienda de campaña. Allí estuve una hora degustando comidas hasta que vino un hombre de ropajes de colores y pelo negro. 

ENTRADA 6 (600 FL4)

El hombre se sentó delante mí y sacó unos documentos de un tubo de madera. Me miró inquisitivamente. 

– Un largo viaje, Sr. Mazarbul – aquello parecía más una pregunta. 

– Así es. Yellosport está lejos y gracias a los Gremios es posible que viajeros como yo podamos recurrir a nuestros ahorros con éxito – el hombre asintió. 

– Mazarbul San, cuenta usted con 107 shards. Desea sacarlos?

– La verdad es que no lo se. Pensaba que era más. Sería posible hacer alguna inversión. 

– Siempre es posible invertir – y sonrió – pero no siempre ganar. Le pasaré con otro compañero que entiende más de inversiones que yo. Disculpe.

El hombre hizo una reverencia y se marchó. Una chica entró y me rellenó la leche fermentada. Me fijo en una enorme tela que decora el lugar. Es un plano del norte. Desde la espina hasta las Murallas del fin del mundo. Veo los colinas de gemas y el Templo de Xino, y al sur de Yarimura la península de Nerech. No estaría mal hacer una visita a los Hombres-bestia por su recibimiento, cuando crezca en poder mágico. 

– Por cierto, dijo el hombre volviendo a entrar de nuevo. Quizá le interesara dejar algo de dinero para un rescate. Un hombre como usted será consciente de que los piratas pululan por los mares, y que muchas veces la única forma de escapar a una muerte cierta es pagando. 

Y volvió a desaparecer. 

Pero claro, para eso hay que contar con fondos, pensé. Quién sabe si los piratas tienen una sucursal aquí. Banqueros…

ENTRADA 7 (526-355 FL4)

La chica me condujo a un hombre que estaba sentado en otra tienda de campaña. Ésta era mucho más rica que las otras, lo que era decir mucho. Había muebles de todo tipo y factura, algunos completamente nuevos para mí. Me acerqué a una repisa con decenas de cacharros: espadas, armas, trozos de oro y minerales. Algunos tenían extraños colores y formas diversas, azules, rojos, dorados. También había animales disecados, libros de multiples formas: cuadrados, grandes, de media luna…una gran lámpara colgaba del techo e iluminaba la estancia. El mercader se afanaba en sus cuentas. Me hizo un ademán y me indicó que me sentara. 

– Básicamente mercadeamos con todas las naciones – me dijo con su acento del interior -. Y cualquier tipo de mercancía que genere valor. Usted nos presta dinero e interviene en nuestros negocios. 

– ¿Qué suma me llevo? – pregunto. 

– Depende – y sonríe -. También se puede perder. Hay barcos que naufragan y negocios que no se cierran. Es cuestión de suerte también. Un 10%, 20%, el doble o quizá más. 

Me viene en ese momento el recuerdo de Yellosport de cuando fui bardo. Hubo un código, Almanac, que quizá podría darme dinero, pero para eso debería ir a Yellowport y regresar. Aunque para una suma pequeña quizá no trajera cuenta. Lo suyo sería algo grande. No se…estos banqueros no dejan de escamarme. 

– Ah – y me señala con el cálamo con el que escribe -, las participaciones son de 100 en 100 shards. No lo olvide. 

Me levanto agradecido (él ni me mira, sigue con la nariz en sus documentos) y me marcho de su tienda. 

Decido dejar los 107 shard en el banco más 37 shards más. Me las apañaré con 30 de mi nueva vida. Comprar una casa cuesta aquí 150. Lo dejaré para cuando sea capaz de ganar un poco más. 

Paso el día dando una vuelta por la ciudad y los alrededores del Gremio. Me planteo si acercarme a palacio del Daimyo pero viendo los marcial que es todo quizá estuviera cometiendo un error. En mi anterior vida unos soldados me esquilmaron lo que llevaba. Quizá me acerque a los templos.

ENTRADA 8 (10-33 FL4)

Me acerco al templo de Tambu, el Dios de las Estepas. Es un edificio con forma de tienda de campaña, pero hecho en madera. El dios protege a aquellos que cruzan los enormes campos que hay al norte de la espina de Harkun. Es el dios de nómadas que atraviesan enormes extensiones. El templo está decorado con todo aquello que necesitan en sus viajes: mantas, animales (los tienen disecados) e incluso es representado con forma de caballo o de mula pero vestido a la usanza nómada. En medio del templo hay una enorme palo o columna con inscripciones. Allí se representan las estrellas, los vientos y la nieve. También figuran las luces del norte, ya que cuando brillan en el cielo danzan para el dios Tambu los espíritus de la Tierra, los Cielos y del Agua. La mayoría de la gente son nómadas que vienen en peregrinación después de haber recorrido un largo camino, como agradecimiento a haber superado tal prueba. 

ENTRADA 9 (33-457 FL4)

El jefe de los chamanes de Tambu me salió al encuentro. Los acḉolitos encendían pebeteros y escribían plegarias en pequeños trozos de piel que luego entregaban a los peregrinos. A la vista saltaba que yo no era uno de ellos. El hombre, un tipo gordo y bajito lleno de tatuajes se acercó a mí. 

– Bienvenido. Un nuevo peregrino es bienvenido a la casa de Tambu. 

Hice una inclinación de respeto. 

– Una limosna a los sacerdotes del dios siempre es bienvenida. A cambio quizá conozca cosas que tan solo están vedadas a los discípulos del dios ante el que bailan las estrellas y los espíritus indómitos del mundo – su sonrisa me reflejó a un tipo simpático. Quizá tuviera algo que ofrecerme.

Saqué de la bolsa 10 shards y se los entregué. 

ENTRADA 10 (457-345 FL4)

El hombre cogió las monedas con su mano regordeta y me indicó que le siguiera. Me llevó a una pequeña tienda de campaña dentro del Pabellón y me hizo entrar. Me hizo sentar y me entregó unas mantas. Nos arropamos en ellas y sirvió una bebida que no supe de qué era pero que estaba extremadamente fuerte (licor de leche fermentada quizá?). Comenzó a rezar y a tocar un instrumento de cuerda que me recordó al viento de las montañas. Ululaba, y a su son se movían las pieles de la tienda que cerraban la estancia. 

Cuando concluyó me preguntó qué quería saber exactamente. 

– Eres un iniciado, hijo?

– No, honorable Chamán. Mi respeto es para todos los dioses pero acabo de llegar y aún no he sido bendecido o enseñado en las artes de Tambu.

– Puedo indicarte algunas cosas que te pueden ser útiles, viajero. ¿Vas a cruzar las Grandes Estepas donde moran dioses, animales y hombres?

– Posiblemente. No vendría mal que Tambu me asesorara. 

– Tambu se acuerda de aquellos que ayudan a mantener el templo, como tu has hecho. Verás…

ENTRADA 11 (345-671)

– En las estepas, la noche es tan fría que puedes morir congelado. No olvides llevar siempre contigo pieles que te protejan. Y prepárate para una cacería dura y complicada! Nada es fácil en las tierras yermas. Y sobre todo, !Jamás hagas daño a un nómada! Cuál sea! Y sobre todo, !No ofendas jamás a Tambu!

Se levantó con un gesto de enfado y permaneció en silencio mirándome. La sesión había concluido. Salí de la cabaña como si me hubieran timado. No había dicho nada que no supiera. Y aún tenía preguntas que hacerle sobre la Pirámide de Xinoc y la colina de las Gemas. A 10 shards cada una!!! Malditos monjes…

Decido volver a preguntarle, a ver si por el módico precio suelta algo más (lanzo tres dados, si par me dice que sí, si no no: PAR). Vuelvo a entrar dentro y me acerco a él sonriente. 

ENTRADA 12 (345-433 FL4)

– Necesitaría información sobre La Ciudad de Rubí. Puede que mis pasos me lleven allí. En el futuro podría ser de gran ayuda si gano dinero en esa zona. Tambu vería sus servicios recompensados. 

El monje me mira extrañado mientras asperja leche fermentada sobre unos restos sacrificados. 

– Mucha es la necesidad o la insolencia, hijo mío. Pero me has caído en gracia y la diosa Tambu te ayudará contestando a tu pregunta. Pero has de saber que has tenido suerte. El precio de sus bendiciones y conocimientos es más alto. 

Asiento y me coloco frente a él en postura orante. El sacerdote me impone las manos en la cabeza.

– Veo que hay magia aquí. Ese es tu interés. Has de tener cuidado, hay peligro – sus ojos se vuelven blancos de repente -. Durante un tiempo gobernó la ciudad Targdaz el Magnífico, un hombre de grandes cualidades mágicas y respetuoso con las deidades y con Tambu. Pero un nigromante, Shazir, conjurador de demonios de las Tierras de Los Diablos del Sur, logró con malas artes amarrar su poder y encerrarlo en la ciudadela. Aquel que  logre liberarlo obtendrá riqueza y poder. 

Me miró: quizá tu, viajero poderoso, seas el que libere a Targdaz de su maldición. 

Y se quedó callado, con los ojos cerrados y las manos en actitud orante. 

Aproveché para salir silenciosamente. Mi cabeza daba vueltas. Allí había claramente un objetivo. Tendría que ver qué hacer. Quién sabe lo poderoso que Shazir podría ser. ¿estaría yo a su altura?

ENTRADA 13 (33-291 y 388 FL4)

En la entrada pregunto a otro sacerdote el coste de las bendiciones de Tambu y en que consisten. Me dice que son 60 shards convertirse en iniciado, y 10 shards una bendición que me ayudará en SCOUTING, ya que la diosa vela siempre para que sus hijos no se pierdan en las grandes llanuras. 

– La diosa Tambu vela por todos, de manera que si no eres un iniciado el coste será de 25, pero te ayudaría de todos modos. 

Le agradezco la información y abandono el templo de ladrillos rojos y cúpula con un agujero en el centro. Quizá haga una visita al otro templo, el de los Akatsukai. O a la enorme torre que se divisa un poco más allá: La Torre de Bakhan.

ENTRADA 14 (10-199 FL4)

Como suponía la enorme torre que se alzaba orgullosa más allá del templo de Tambu es la residencia de un mago. Podía oler la magia desde donde me encontraba. La torre tenía numerosas entradas y era circular, con la punta redondeada, en forma de bala. A su alrededor la circundaba helicoidalmente una escalera con pasamanos que permitía, siempre desde el exterior, el acceso a varios niveles y plantas. 

Me acerqué a la puerta, ante la mirada de numerosos transeuntes que se preguntaban sin duda qué estaba haciendo, si era un turista despistado o alguien buscando algo en aquel extraño lugar. La primera planta estaba decorada con gárgolas monstruosas que miraban inquisitivamente. Intenté algunos pases pero sin éxito. Aquellas eran estatuas sin más, pese a su apariencia real. La puerta sin embargo no se abrió, así que decidí subir por la balaustra y contemplar el paisaje que me ofrecía aquel edificio.

Desde allí podía ver el Templo de Tambu, rojo y rodeado de tiendas en torno, como un remedo de los campamentos de las estepas. El movimiento de personas era mucho a cualquier hora del día, ya que en esa época venían todo tipo de peregrinos del interior. Junto a la entrada de la ciudad tras el templo (¿puerta del viento?, se encontraba el mercado de caballos. Un lugar que tendré tarde o temprano que visitar si quiero marchar al interior. En dirección a la Puerta Norte, se abría un barrio populoso, La Cocina de los Ladrones, un lugar donde no conviene adentrarse de noche. Y en dirección sur El Templo de los Nuevos Dioses, con sus formas de Pagoda, hechos en madera y con jardines. El templo del dios que trajeron de Akatsurai. Y al fondo, mirando al este, al mar, el tremendo palacio-fortaleza del Daymio y los Jardines de Rossen. 

Tan ensimismado estaba en mi contemplación que no me percaté de una puerta que se abría a mi izquierda en el tercer piso. Entré y me quedé cegado, ya que no había absolutamente ningún lucernario. La oscuridad era casi completa. Descendía las escaleras de nuevo, esta vez desde el interior, y llegué a una estancia principal sumida en penumbras y sombras. Había una mesa enorme  y me senté a ella. 

Un sonido inequívoco se oyó enfrente mía al final de la mesa. Era un movimiento espasmódico, como de un animal, acompañado de un gorgoteo y un silbido. Me puse en tensión e intenté buscar una salida. Pero no vi ninguna. Las puertas de alrededor estaban cerradas. El sonido se hizo más intenso, e iba acompañado de quejas y murmullos, e inclusos de lamentos. Intenté ver algo pero era imposible. La magia debía operar al fondo porque era incapaz de atravesar con mi vista cierto espacio desde donde llegaban los ruidos. 

– Mi nombre es Bahram – dijo algo que se encontraba en cuclillas, de aspecto deforme y envuelto en unas túnicas voluminosas. Las ropas se movían como si hubiera algo o alguien en el interior y los ruidos extraños y líquidos llegaban hasta a mí poniéndome la piel de gallina -. Estoy maldito – me dijo la voz, ligeramente diferente esta vez a la anterior -. Mi cuerpo cambia una y otra vez casi cada hora, obligándome a contorsionarme y hacer movimientos muy dolorosos. Tomo formas, que,  si las vieras, aniquilarían tu alma en un segundo, viajero. 

Di un respingo al escuchar un crujido de huesos

– Tranquilo. Nada has de temer – me pareció oír una sonrisa ahogada por estertores -. Llevo buscando algo que me quite la maldición de encima desde hace años. Métodos que la magia quizá no admita. Ni siquiera mi poder puede eliminar esta enfermedad que me – un crujido ahogó sus palabras -…en fin…quizás puedas ayudarme…

– ¿Cómo? – le pregunté. Hasta donde sabía no era capaz de curar una maldición. La nigromancia no estaba dentro, por ahora, de mis habilidades. Jugar con muertos no e sun juego fácil y sencillo. 

– Ayudándome a conseguir ciertos…materiales.

– Si puedo lo haré – le dije. 

– Te recompensaré viajero desconocido. Tenlo por seguro. De hecho, por un módico precio, digamos que 100 shards, estoy dispuesto a librarte de la maldición de Shadar

– La maldición de shadar? No suena bien. ¿No era ese un antiguo imperio de niglomantes, un rey-brujo que erigió la Pirámide de Xinoc?

-Si…

– Pero por fortuna no he sido maldecido

Una risa afloró a su cuerpo cambiante, acompañado de un silbido. 

– Verás – croó – lo que necesito es….una mano bruja y unos hongos parlantes. No son fáciles de conseguir, pero pareces un tipo valiente. Si los trajeras aquí podría librarme de esta maldición. 

– De acuerdo – asentí -. Si la fortuna o el destino me hiciera dar con ellos, tenga por seguro que así lo haré. 

– Gracias…ahora creo que voy a volver a transformarme. Será mejor que salgas…no es una agradable visión. 

Así hice. Las puertas se abrieron como por arte de magia y volví al sol de la ciudad de Yarimura. Pensé qué hacer. Las callejuelas estrechas daban un respiro al calor de esa hora y los tenderetes de comidas invitaban a tomarse algún refrigerio. Sin darme cuenta caminé hasta llegar a una plaza notablemente diferente a la construcción del templo de Tambu, era la Plaza de los Nuevos Dioses. 

ENTRADA 15 (10-58 FL4)

Era una enorme plaza ovalada y en el suelo había un mosaico con teselas de colores que dibujaba el rostro oriental de una mujer radiante como el sol. Era la Diosa mayor del Panteón de Akatsurai. A su alrededor había templos magníficos con torres espejadas y tejados a dos aguas que relumbraban al sol. La plaza estaba abarrotada de samurais, nómadas, sacerdotes diversos, hombres santos, mercaderes ambulantes, mercachifles…una abigarrada fauna que entraba y salía de los numerosos templos. 

– Eh, amigo – me habló un vendedor joven, casi un chiquillo -. ¿nuevo en Yarimura? 

– Efectivamente – le dije animosamente -. ¿Porqué no me explicas un poco a quienes están dedicados estos templos mientras me tomo algo?

– Prueba estos pasteles de arroz y carne. Combinan lo mejor de Akatsurai y de la carne de yak. Un bocado exquisito, amigo – y me ofreció en un pequeño plato un pastel que estaba exquisito. 

– Caray, muy bueno! – exclamé.

– Acompáñalo amigo con un poco de esta bebida de arroz y jengibre. Leche dorada la llaman. No tiene alcohol. 

– Gracias

– Fíjate en esos tejados.

Miré los tejados de los templos, cuyas esquinas estaban levantadas al estilo oriental y se escalonaban en diferentes niveles. Las puertas y ventanas estaban hechas de bambú, dándole un aire ligero, de colores rojos y dorados.  

– ¿Qué les pasa? – pregunté intrigado. El chico rió divertido. 

– No hay ninguno que sea número par. Cuéntalos.

Así hice y no encontré ninguno. 

– Se trata de una antigua tradición de la isla de Akatsurai. Sólo niveles impares. Ese templo enorme que preside el resto es el de Nisoderu, La diosa del Sol Naciente, y reina del Panteón. Es la más grande de todas, en fuerza y valor, y en dones. Su imagen es la que ves en el suelo. 

– ¿Y aquél? – y señalé un templo de donde salñian y entraban soldados y samurais de katanas afiladas y cascos. 

– Juntoku, el Dios de la Guerra…y el de allí, el que parece que se va a caer…- y así era, el edificio, debido a una ilusión óptica, parecía a punto de desmoronarse, pero era una ilusión si se fijaba uno bien. Era la disposición de los escalones y las ventanas con respecto al resto de edificios…- Nai, el que envía Terremotos – y el chico escupió a un lado. 

– y aquel del fondo, el más oscuro, en sombras?

– Amanushi, el Dios de la Noche. No suelo acercarme mucho allí. Me da miedo. La noche es para dormir. No trae nada bueno estar despierto. 

– ¿De dónde eres?

– De aquí, de la ciudad. Pero mi padre era una samurai que acabó siendo un bandolero. Lo ejecutaron hace tres años. Mi madre es de las estepas. Viene esta tarde a sustituirme. 

– Lo siento.

– No importa. Tampoco nos hacía caso a mi y a mis hermanos. Estaba en una venganza porque mataron a su señor. Su honor era lo más importante. Por cierto, si eres un sacerdote podrías acercarte al templo de la Diosa Nisoderu. Creo que buscan a alguien que les ayude. Algunas sacerdotisas suelen desayunar aquí por las mañanas y las escucho. 

– Gracias, me acercaré.

ENTRADA 16 (58-89 FL4)

– !Espere! Le acompaño. El chico llamó a una chica del tenderete de al lado y le dijo que se quedara al cargo -. Venga por aquí. 

Me condujo al Templo de la Diosa Nisoderu. Al acercarnos oímos unos cánticos. Entramos al templo, dispuesto en torno a una plaza en cuyo centro había un santuario lleno de lamparillas de colores encendidas. Un centenar de monjas, con amplios vestidos de colores y sombreros de ala ancha, canturreaban salmódicamente una letania. Imágenes de la diosa, en bustos y pinturas se encontraban esparcidos por doquier. Todas representaban a una mujer de bellas facciones y de gran belleza. También las monjas más jóvenes parecían escogidas por su belleza. 

Paseamos por la plaza. 

– ¿Qué están cantando? 

– quieren que los muertos vuelvan a la vida – me contestó el muchacho. En ese momento se acercó una sacerdotisa. 

– Mi amigo, hermana, es un poderoso sacerdote…

Me eché a reír. 

– En ese caso sea bienvenido, necesitamos de sus servicios – contestó la muchacha. 

– Lo siento hermana – le aclaré -. Mi pequeño amigo me quiere demasiado bien, pero no soy un sacerdote. Al menos no por ahora. 

La mujer pareció desilusionada. 

– Aún así podemos ofrecerle bendiciones, convertirse en un iniciado o incluso…- y bajó la voz – ofrecerle un medio de resucitar…si lo necesita. 

El chico abrió los ojos asustado. 

– Espérame aquí – le dije. 

ENTRADA 17 (89- 268-223 FL4)

La mujer me llevó al interior, a una zona cubierta con una piscina. Asientos con imágenes de la diosa estaban dispuestos alrededor de ella. Y multitud de velas iluminaban el lugar. 

– Aquí un hombre puede volver a nacer. La muerte, extranjero, es tan solo un ciclo y puede ser repuesto por nuestra amante diosa, reina de la belleza y de la piedad y misericordia. Cualquier muerte – y me miró a los ojos -, cualquiera sea, tendrá una restauración. Su coste es de 200 shards si es un iniciado, o de 800 shards, si no lo es. 

– Creo que se sale de mi presupuesto actual. 

– La vida no tiene precio viajero, sobre todo si ha de viajar al interior. La muerte acecha. Aquí estará seguro. 

Me encogí de hombros y le saqué la bolsa de dinero. La mujer asintió a mi movimiento. 

– Pero quizá una bendición sea posible – continuó -. Podemos mantener una bendición periódica por 25 shards o 10 shards si fuera iniciado en nuestros misterios. Le otorgaría SANTIDAD (reroll), algo que puede venirle bien dependiendo de adónde vaya. 

ENTRADA 18 (223-125 FL4)

– ¿Y cuánto costaría ser un iniciado de la Diosa Nisoderu?

– 50 shards tan sólo. Una ganga – dijo sonriendo. 

La miré y volví a sacarle la talega con el dinero. La chica estuvo a punto de romper a reír. 

– Su pequeño amigo, el vendedor, puede que esté inquieto. Guarde algo para él.

Asentí y salí haciéndole una reverencia. 

En el patio me esperaba el vendedor.

– ¿Qué, amigo, está contento? ¿consiguió alguna bendición de la diosa?

– Anda, llévame al templo de la Noche al de…

– Amanushi! Eso está hecho. Sígame. 

ENTRADA 19 (58-194-334 FL4)

Nos dirigimos al templo que se encontraba más escondido. Una enorme cúpula cerraba el edificio, pintada de negro por fuera y en el interior con cielos de color azul y estrellas del firmamento. Amanushi es el patrón de los ladrones, de los que andan en la sombra y de la noche. Según la tradición era venerado por los ninja, samurais que hacen del combate y el subterfugio una religión. Los asesinos le rinden culto, y a menudo entregan como exvotos dagas negras. Además es el  dios protector del regente, ya que la casa de la Lanza Blanca le rinde culto desde que se encontraba en Akatsurai. Muchos akatsureses vienen aquí a menudo. 

En aquel momento había una docena de personas orando en círculo. Todas vestidas de negro y con la cara tapada por una capucha y un antifaz. El silencio era tan brutal que por un momento pensé que no eran sino meras estatuas. Dagas, espadas y todo tipo de armas decoraban algunos frontales ante los que se arrodillaban aquellas personas. No era un culto que fuera tolerado ampliamente en otras tierras, pero la casa del regente era muy devota de sus servicios. 

De pronto, un hombre se plantó junto a mí y el muchacho vendedor como por ensalmo. No pude adivinar que llegaba en ningún momento. Iba de negro y con los ojos pintados. El símbolo de la casa Regente estaba bordado en su kimono. 

– Bienvenido joven forastero – me dijo con una voz melodiosa que parecía acompasarse con el silencio -. No es habitual recibir en el Templo del Dios de la Noche a un hombre que no sea originario de Akatsurai.

El hombre llevaba las manos en las mangas y se movía a mi alrededor. Pensé que más que un monje parecía una cobra a punto de saltar. Posiblemente en su vida anterior fuera un sicario o criminal y, ahora, viva como sacerdote de Amanushi sus últimos días. 

Los penitentes, pues eso eran al parecer, se levantaron y comenzaron una danza a nuestro alrededor. El joven mercader se pegó a mí visiblemente asustado. Giraban dando saltos y haciendo cabriolas, fingiendo una lucha, golpes y paradas. Permanecí en silencio observando aquella manifestación de fuerza.

– Nuestros iniciados manifestaban una devoción por el Señor de la Noche que es digna de encomio. Dicen que el Regente de Yarimura viene aquí con el rostro oculto a realizar sus plegarias como un hermano más de la Daga Negra. Quizá ahora mismo esté entre nosotros, observando. Por un módico precio, 50 shards, podríamos iniciarle en los misterios de la Noche, de la Oscuridad, y beneficiarse de sus dones. Le permitirán ser un…ladrón…alguien con mayores posibilidades de pasar desapercibido de lo normal (THIEVERY). A nuestros iniciados, una bendición tan solo les cuesta 20 shards. 

Por un momento pensé si ser iniciado en la orden me beneficiaría si fuera al Palacio del Daymio. Posiblemente fuera así, habida cuenta de la devoción por Amanushi. Pero mi misión se interna en la magia, no en ser un guerrero. 

– Pero por 35 shards y sin ser un iniciado, el señor de la noche le otorgaría la misma bendición, ya que no hay criatura que no tenga en su corazón algo que ocultar ni enemigo con el que acabar – y nos ofreció su mejor  sonrisa de hiena -. Ah, y cualquier templo de la Noche le abrirá sus puertas si necesita más dones del dios que impera oculto en su casa celestial – y señaló el enorme domo plagado de piedras brillantes y joyas que semejaban estrellas en el firmamento. 

– La generosidad del Señor de la Noche es realmente admirable – le dije regalándole los oídos -. En estos momentos no creo que me haga falta su ayuda, pero algo me dice que quizá en el futuro nuestros caminos se crucen y deba pedirle un favor. 

El anciano se encorvó a modo de saludo. 

– No se demore – y sonrió relamiéndose -. El señor de la Noche puede ser requerido por otros…digamos… personas que no le quieran bien. 

Le hice una reverencia y salí del templo preguntándome si se refería a algo concreto o si se lo decía a todos aquellos que no pagaban al señor de la noche. 

Decidí cenar cerca de los templos, en un pequeño garito recomendado por el pequeño comerciante. Al día siguiente continuaría mi periplo por la plaza de los Nuevos Dioses, a ver qué me deparaban los otros dioses. 

ENTRADA 20 (58-462-96-299)

A la mañana siguiente mi pequeño amigo me esperaba con un espeto de carne de yak para desayunar. Me saludó con efusión y me guió a un templo que estaba obviamente dedicado a las artes marciales: el templo de Juntoku. El propio edificio estaba realizado en granito negro y tenía forma de casco. 

– Mi padre era un gran devoto de Juntoku, me dijo orgulloso. Era un guerrero, como el dios. Entrenaba a diario con la espada. Era un hombre noble. Ven, te mostraré al sacerdote. 

Me llevó hasta el templo, pero en lugar de entrar por el espacio central, que tenía forma de tatami o gimnasio que de un templo, me llevó por la parte lateral. Allí había un pequeño sagrario con una espada sobre una llama. 

– Los sacerdotes son fabricantes de katanas. Conocen el arte de fabricarlas hasta hacer que se puedan combar y tocarse la empuñadora y la punta. El monje era amigo de mi padre. 

Un hombre delgado y vestido con ropa de entrenamiento se encontraba sentado frente a la llama, observando. Giró la cabeza y nos vio entrar. 

– Zeo Dhan, se bienvenido tu y tu amigo. 

El chico se acercó a él e hizo una reverencia. El monje le revolvió el pelo cariñosamente. 

– Un amigo de Zeo es un amigo mío, como lo fui de su padre. 

– Tan solo visitaba los templos. Soy nuevo en Yarimura y quizá me adentré en el interior. Nunca está de más tener el beneficio de los dioses a nuestro lado. 

– Aunque esto a veces no es suficiente. Le enseñaría el interior del templo pero en estos momentos están entrenado, o mejor dicho, ofreciendo sus ofrendas al dios Juntoku. Aquí entrenamos el cuerpo y la mente. Es por eso que siempre sus bendiciones se derraman sobre aquellos que acaban alcanzando un conocimiento particular de sí mismos (CHARISMA). Por un donativo de 10 shards si es iniciado, Juntoku hará todo lo posible por ayudarle. Incluso si no es iniciado en nuestro ritual, con una ofrenda al templo de 25 shards, el dios le otorgará una bendición, y será admitido en cualquier templo suyo. 

El monje me cayó especialmente bien. Pasamos la mañana charlando y se mostraba jocoso y jovial. Se veía que quería al chico mercader de la plaza y que tenía una buena relación con su padre. 

A la salida decidí ver el último templo, el de Nai. 

ENTRADA 21 (58-614-267-554)

Entramos en un edificio que para nada tenía la forma estilizada del resto de templos, cuya ligereza y delicadeza constructiva con madera, cristal, y papel decorativo les otorgaban una ligereza casi de jardín. El de Nai, por el contrario, era un robusto bloque, un mazacote de piedra enorme que parecía llevar allí antes de que la propia Yarimura se construyera. Tenía un aspecto tan sólido que pensé en que era imposible derribarlo. Quizá ni siquiera un maremoto. Sus cimientos eran como raíces que se hundían en la tierra, que se agarraban al lugar donde el hombre no puede llegar. 

– Indestructible Señor – me dijo el chico con voz alegre -. Pero el Dios Nai sí es poderoso – y miró a un lado u otro añadiendo en voz baja -: provoca catástrofes tremendas que provocan cicatrices en el suelo y destruyen ejércitos y ciudades enteras. !Es el culpable de los terremotos! – y acompañó sus palabras con un gesto grandilocuente y un sonido de montañas rompiéndose. 

– Entremos a hacerle una visita pues. 

El interior era amplio y en las paredes había dibujos de lugares que habían sido destruidos a lo largo de generaciones debido a los continuos embates de los terremotos. En la parte principal había una estatua de bronce enorme cuya cabeza tocaba el techo: un guerrero en posición de disparar una flecha. 

– También le piden los guerreros que les preste su fuerza para atemorizar a los enemigos. Los arqueros le rinden culto. Y en su día – y me llevó a un lateral de la estatua – se organiza un festival. Los monjes ascienden por el interior y tocan unos tambores de metal y piedra que provoca un rugido que, dicen, asusta a los demás dioses, pero a él le aplaca. Es el más poderoso, el imbatible. ¿Cómo iban los demás dioses a luchar contra él? 

– ¿Y cuánto cuesta iniciarse en sus misterios?

– 50 shards, pero te costarán más baratas las bendiciones: 10 shards. O 25 si no eres iniciado. 

– ¿Y en qué te ayuda?

– Combate cuerpo a cuerpo (COMBAT). Los guerreros le piden ayuda y él se la concede. Su poder es inmenso. 

– No es mala cosa. Nunca se sabe si puede uno necesitar la ayuda de un Dios como Nai. 

– Así es. Quizá a mi padre le habría venido bien que le ayudara – y una sombra cubrió su mirada. Le cogí por el hombro. 

– Hay tantos dioses Zen que habría que ser rico para aplacarlos a todos y ni eso te garantizaría el éxito. Anda, vamos a tomar algo. Acerquémonos al puerto. 

ENTRADA 22 (58-141)

Desde la Plaza de los Dioses cruzamos la ciudad por detrás del Palacio del Daymio. Feroces guerreros akatsurai montaban guardia cada ciertos tramos, siempre en atenta observación y vigilancia de los viandantes. El aire salino llegó a nosotros antes que la visión del puerto, una multitud de puertos donde había enormes barcos atracados. Las mercancías se descargaban en enormes carros que se dirigían al interior de la ciudad. Había barcos de guerra aparcados más lejos, en zonas a donde no pude tener acceso. Soldados del Daymio protegían cualquier intento de entrar siquiera a verlos. 

Comimos algo en una cantina que descargaba maderas y sedas y luego anduvimos por los diques viendo las banderas de las diferentes naciones ondeando al viento frío de Yarimura. El mar estaba oscuro y traía ecos de tormentas del interior. Por un momento recordé mi llegada y cómo pude salvar el pellejo por los pelos. 

El puerto se cerraba por la Barrera del Mar, una enorme muralla que protegía la ciudad y que en lugar de puertas tenía unas enormes cadenas y rastrillos con sistemas de poleas articulados por la fuerza de cientos de esclavos que parecían hormigas diminutas afanándose. Su olor a sal y sudor alcanzaba los últimos diques de atraque. Aquel puerto era en principio inexpugnable. Más allá quedaban otros puertos y pantalanes, para aquellos buques que tenían que esperar el permiso de entrada, el cual podía demorarse si los inspectores creían conveniente hacer una inspección a fondo. En un pequeño istmo se alzaba el faro de Zhang, la luz que vi cuando braceaba por mi vida en el mar. 

En un pequeño edificio fuertemente armado se encontraba la oficina del puerto. La gente salía y entraba continuamente. Inspectores acompañados de dos guardias volvían de inspeccionar barcos de diferentes nacionalidades. Algunos capitanes se llevaban las manos a la cabeza al oir las cuantías que tenían que pagar. Los representantes de los importadores se afanaban por que les redujeran  los impuestos y les permitieran entrar las mercancias.

Entré y subí unas escaleras adornadas con unos bustos que no supe si eran del rey regente o de algún dios. Multitud de oficinas se abrían a lo largo de corredores. Unos funcionarios vestidos con kimonos azules y coletas recibían a todo el mundo. Esperé un poco en una de las colas y me recibió un agente naval. En lugar de una oficina al uso nos sentamos en el suelo sobre un tatami de madera. Una espada y un cuchillo corto estaban dispuestos entre él y yo. Me acuclillé e hice una reverencia. El hombre me dio una tarjeta. Me explicó en breve como estaba constituido el puerto y los precios de comprar una embarcación y llenarla de mercancía. 

– Te recomiendo el mercado de la Seda si quieres enviar mercancía. Allí puedes comprarla. La embarcarías y la venderías en diversos puertos – sonrió malévolamente cuando me explicó que para llegar a Akatsurai debía de pagar sobornos y cambiar de bandera -. Nuestra nación no se lleva bien con esos…tiranos. Nuestras mercancias son confiscadas habitualmente por sus funcionarios. Mejor es trabajar bajo cualquier otra bandera. Pero no te preocupes, ya me encargo. 

Le pregunté por los pasajes en algún buque. 

– Los únicos destinos que tenemos actualmente son Yelloport y Chambara por 65 shards – por un momento intenté localizar Chambara mentalmente pero no supe enclavarla. ¿Quizá la Isla de los misterios que aparece en los mapas? -. El primero en el sur, en Sokara, y Chambara…la imperial Champara…en Akatsurai – dijo como si me hubiera leido la mente. 

– ¿Y qué coste tiene comprar un barco?

– Depende. Una barcaza 250 shards, un bergantín o goleta 450 shards y un galeón 900 shards. Cada uno permite diferentes cantidades de carga: 1, 2 o 3. También le digo, Mazarbul San, que no existe buena tripulación en Yarimura. Al menos no tan buena como en otras regiones. 

Me despedí del funcionario, que me dio razón en el mercado de la seda. 

Salí con mi pequeño amigo y nos dirigimos al mercado. Por el camino visitamos algunos parques y avenidas de la ciudad. 

ENTRADA 23 (58-252)

El mercado estaba situado en la zona norte junto a la muralla, tras una de las torres vigías del puerto. Unas galerías cubiertas a lo largo de la muralla permitían el traspaso rápido de mercancías a los puertos de atraque. El mercado estaba dividido en sectores, cada uno con un edificio o nave donde se amontonaba  y se guardaba el género. Recorrí con el chico los diferentes puestos, cada uno ofreciendo las mercancias. Un barullo enorme de personas, al parecer agentes, compraban y vendían continuamente. Sus voces se alzaban sobre las de los espectadores haciendo señas con las manos. 

– Es un lenguaje – me dijo el chico -. Una mano es un cargo, un dedo un 25%…y así. El puño arriba en La ciudad Imperial de Akatsurai y el pulgar abajo la región de Sokara. 

Pregunté por los precios de venta y compra. La variación máxima eran 100 shards y la mínima unos 20 ó 30. Había de todo: grano, pieles, minerales, metales, seda, etc. Me pregunté cuánto sería su precio en Chambara y Yellowport. Lo más caro eran las especias. Un solo cargamento costaban 900 shards y lo más barato era la madera. Montar una barcaza podría salirme bastante caro. El barco sería entorno a 250 y las pieles o madera, lo más económico, unas 120 shards. Y luego la tripulación. Los 500 no me los quitaba nadie. Pero quizá en el futuro fuera interesante si gano más dinero. Las pieles costaban unos 100 shards. Interesante si partía hacía el interior. La advertencia del Dios Tambu sobre el frío de las estepas resonó en mi interior. 

Observamos las mercancías y hablamos con los comerciantes. Con diferencia al sur, que eran productos manufacturados, aquí parecía que fueran materiales básicos: madera, pieles,especia, grano, metales… 

Comimos en un puestecillo y regresé al albergue. 

ENTRADA 24 (10-77)

El chico me recogió al día siguiente. Me había levantado temprano y estuve haciendo un mapa de la ciudad con ayuda de la dueña del albergue. La mujer me estuvo comentando todos los lugares que me faltaban por visitar. Al sur, pegado a la muralla que limita el palacio del Daymio y limitando al oeste con la muralla de la ciudad que da al mar, al sur del puerto, hay una zona que denominan el sector sur, o el sector de los extranjeros. Decidí dar una vuelta. Quizá se abriera alguna oportunidad. 

Anduvimos un rato y nos introdujimos en un barrio muy poblado y con casas de diferentes estilos y habitantes de todos lados. Había gente del sur y de más allá de las islas del oeste. Algunos tenían la piel roja, otras negra e incluso verde. Había tal revuelo que pareciera que nos encontráramos en otro lugar en lugar de Yanimura. 

El chico se paró a hablar con algunos viandantes señalándome. Los saludé con la mano y me indicaron un local que estaba en el fondo de unas callejas de difícil acceso. 

El Descanso del Nómada – me dijo el chico -. Es una taberna. Podemos comer allí. 

Me pareció buena idea. Ningún sitio mejor que una taberna para escuchar rumores y entablar amistad con los lugareños y no tan lugareños. Siempre podrían tener noticias de lugares distantes. 

ENTRADA 25 (542)

Casi nos perdimos en los callejones del sector sur buscando la taberna, hasta que un sureño nos indicó una puerta de color azul alumbrada con dos luciérnagas de mar en el interior de unos envases de vidrio. Eran conocidas como fantasmas, pues emiten un gas que forma caras y rostros dentro del envase al tiempo que iluminan el lugar. Nos abrió un hombre enorme, con la cara picada y un ojo hinchado. Debía ser un esclavo porque hizo una reverencia y nos dejó pasar al interior. 

El lugar era enorme, con salones conectados y camareros y sirvientes yendo de un lado a otro. Había lugares cerrados, con piscinas y música y otros abiertos donde la gente se arracimaba en torno a mesas de todos los tamaños. Una enorme chimenea daba calor a la zona central, y algunos músicos deleitaban el almuerzo de los clientes. 

Nos sentamos mi pequeño amigo y yo en una pequeña mesa encima de una entreplanta que nos permitía tener una vista de todo el local. Un camarero recogió nuestros abrigos y nos sirvió algunas frutas ácidas para tomar con crema de yogur. 

– Los señores han de saber que tenemos un servicio de descanso donde los clientes pueden recuperarse de un largo y peligroso viaje, por el módico precio de 1 shard diario.  

– Bueno es saberlo – le comenté -. Pero hasta ahora mi viaje no me ha llevado muy lejos de Yanimura. 

– Las fronteras de Yanimura y sus muros, protegidos por el Daymio regente, son una bendición y remanso de paz para los extranjeros – y señaló a todos los clientes que había en el establecimiento -. Por eso somos valorados. Pues en el exterior las penurias aguardan a quien transita por las vastas tierras donde el Dios Tambu lanza sus bendiciones. Les recomendaría nuestras comidas ligeras, son un surtido de lo que puede encontrar en las islas de Akatsurai y en el interior. 

Asentí y pedimos varios platos. El chico comía con fruición, hablando continuamente de qué era esto o aquello. Me preguntó por dónde había viajado y le comenté que estuve en el sur, en Yellowport. 

– Un sitio pestoso – comentó frunciendo la nariz con disgusto -. Mi padre estuvo ayer por un trabajo y me contó que el río era amarillo y olía a huevos podridos – tomó unos huevos de ave roc enano, de color negro con motas blancas, y se los comió de un bocado -.

– Sí. No es un lugar donde el gremio de perfumistas tenga mucho trabajo. Luego viajé por la costa del sur y visité incluso un templo de sirenas y tritones. Pude zambullirme y robar un collar muy, muy valioso – le comenté en voz baja, como si estuviera haciéndole una confidencia -, y nadé durante días en el mar como un tritón, sin sacar la cabeza del agua, gracias a la magia de una sirena. 

El chico abrió los ojos de par en par. 

– ¿Existen tritones y sirenas? – preguntó olvidándose de los huevos re roc -. 

– Sí, y hombres- escorpión. Vencí a uno en un combate. Si te soy sincero, aún no me lo creo. 

Un hombre risueño y bastante bebido se acercó a nosotros. 

– Disculpad, soy Zhorted, un mercader de las estepas. No he podido dejar de escuchar la historia de este singular viajero. Veo que las tierras del sur de la Espina de Hakuna no tiene secretos para vos. 

– Bueno, conozco lo que conozco – le respondí -. Pero siéntase con nosotros. 

– Amables yuhgones sois – comentó el hombre, motivando la risa del chico -. Sí, me sentaré con vosotros. Suelo viajar de un lado a otro de las estepas, llevando mensajes del Daymio y de sus nobles – y rió dando una carcajada -. Aquí están protegidos…sí, pero allí fuera..- y miró a un lado y otro -. No son nada – y nos sirvió una bebida alcohólica de una botella que llevaba, llamó a una camarera y pidió carne picada de diferentes animales para que saboreáramos los platos de diferentes lugares del norte.  

El hombre parecía enajenado, hablando sin parar y mirando a un lado y a otro. El chico lo miraba y reía de vez en cuando pero otras me dirigía gesto como si el hombre estuviera loco. Era un tipo agradable pero parecía un poco fuera de sí. No paraba de reír y contar chistes sobre las mujeres y esposas del Daymio. Hubo un momento en el que, supongo que debido a la gran cantidad de alcohol que había bebido, se quedó en silencio mirando la luciérnaga que teníamos en una lámpara de vidrio en el centro de la mesa. 

– Sabed, Mazarbul San – y volvió a mirar a su alrededor para evitar que le oyeran. Su rostro se puso rígido y serio -. Allí fuera hay peligros – una sonrisa se abrió en su rostro -. Pero también grandes posibilidades – y se llevó un trozo de carne a la boca -. Una vez tuve un socio que se empeñó en buscar tesoros. Y le seguí. 

– ¿Y a dónde fuisteis?

El hombre apartó los platos y sacó un papel. Comenzó a dibujar una línea encrespada de dientes. 

– Esta es la Espina de Harkun. Hacia el este, al sur de las grandes estepas, lindando con Golnir – Me miró fijamente -. Siempre en la zona norte. Hay una ciudad en ruinas, La Ciudad de Las Ruinas. Era una antigua capital del reino de Shadar. 

– ¿El nigromante? – y recordé la maldición de Shadar de la que me habló el mago enfermo. 

– Sí. Ese mismo. Aquel lugar fue parte de su imperio. Mi socio lo conoció por casualidad, huyendo de unos bandoleros. No se atrevieron a entrar. Había grandes riquezas, tumbas, casas y palacios. Pero estaban enterrados y embrujados. Allí fuimos. Y ganamos tantos tesoros que el Daymio es un pobre a nuestro lado. Sí… ¿pero no me crees verdad?

– ¿Por qué no iba a creerte? – le contesté eludiendo la pregunta -. Supongo que tendrás pruebas. 

El hombre se levantó visiblemente alterado. 

– ¿Crees que miento verdad? – y elevó la voz -. !Como todos vosotros! !Shadar no existe!, ¿verdad? – y los clientes de las mesas cercanas empezaron a murmurar y a mirarlo de reojo. 

– Tranquilo, hombre – le tranquilicé -. Yo sí te creo. 

El hombre se sentó más calmado. 

– Os voy a enseñar algo – y metió la mano en una bolsa que llevaba -. Vi demonios, horribles fantasmas que repetían letanías y absurdidades – sus ojos parecieron danzar al fuego -. Pero volví, no como mi socio, que se quedó allí para siempre. Y volví gracias a esto – y dando un tirón sacó una bandera con el signo del fuego y la magia. Rápidamente supe qué era: un estandarte protector. Gracias a él pudo salir con vida de allí, aunque su mente había quedado trastocada por la visión de los muertos y los espíritus -. Aquellos monstruos hubieran preferido anidar en mi interior, pero no. Esto – y lo apretó en un puño-. me protegió de aquellas sombras que se reían. 

El hombre se echó a llorar y al poco tiempo estaba dormido en el diván mientras el chico y yo hablábamos de lo que había contado. 

– Está loco Mazarbul San. Su cabeza no rige – dijo con grandes exclamaciones. 

– Puede ser… o no. 

Terminamos de almorzar y nos dirigimos a su casa, en un pequeño barrio humilde muy cerca de la plaza de los Dioses, donde su madre tenía el tenderete. Me despedí del chico y quedé en verlo en un par de días. Mi intención era dar una vuelta por la Cocina de los Ladrones. Siempre hay rumores que pueden ayudar. Aunque también peligros. 

ENTRADA 25 (182)

Me puse una capa para la fría noche y para embozarme en caso de tener algún encontronazo. Oculté mi espada en ella y me dirigí a la zona norte, La Cocina de los Ladrones. Yanimura estaba parcialmente iluminada. En la plaza de los Dioses o el Palacio del Daymio y alrededores el silencio sólo era roto por el deambular de las parejas de guardias y soldados. Pero acercándose al puerto comenzaba un ruido de risas y personas deambulando mezclado con el olor de la comida callejera. Crucé una puerta y pareció que me hubiera adentrado en otro mundo. Si el resto de la ciudad parecía un centro controlado con mano de hierro, en aquel barrio debían hacer la vista gorda a menudo. Las callejuelas eran sucias y húmedas y las casas se apilaban unas sobre otras con la apariencia de venirse abajo en cualquier momento. Los mendigos y las prostitutas mercadeaban en cada esquina y cada poco se vislumbraba a alguien tirado en el suelo, borracho, o quizá muerto. Las risas salían de las casas así como gritos de discusiones y peleas que de súbito se tornaban en golpes, gritos y lamentos. Al parecer en aquella zona mandaba la llamada Hermandad de la Noche y, según la hospedera, pagaban un tributo al Daymio regente para que los dejaran en paz. Decidí dirigirme a alguna taberna en lugar de pasear por las inseguras calles, no creí que me reportaran gran cosa, sino una puñalada o algo peor. 

ENTRADA 27 (574)

De lejos vislumbré una luz y me acerqué. Un rótulo de madera colgaba con orgullo una mano cortada y seca que daba nombre al establecimiento. Entré a él y todos los parroquianos se callaron de pronto, luego continuaron con su charla en voz baja. Eran todos rufianes y mujeres de mala vida. Me senté a una mesa y le pedí cerveza al camarero, un tipo gordo y calvo al que le faltaba una mano. 

– ¿Nuevo por aquí? – me dijo sin demasiado interés. 

– Sí, vengo del sur. 

– Ah, Sokara….hay muchos por aquí que vienen huyendo de la guerra civil. Aunque aquí siempre vienen los que huyen por una razón u otra – y me mostró el muñón para confirmar sus palabras -. Cortesía de la justicia. Y usted de qué huye?

– De nada – le contesté tajante -. Busco. 

El tipo sonrió y se limpió la mano que le quedaba en el delantal. 

– Pues aquí hay gente de todos lados, de Akatsurai, Sokara y Golnir, aunque igual se topa con gente de las tierras del sur. Muchos vienen en barcos – y se me acercó al oído -: ya sabe…piratas…gente que viene a vender el botín que han obtenido con esfuerzo y dedicación -y rió. 

Se incorporó y me puso una cerveza fría delante, junto a un trozo de carne de Yak. Una barbacoa chisporroteaba al fondo mientras dos chiquillos iban colocando trozos de carne en las brasas. 

– Pero si lo que quiere son… problemas. También los podrá encontrar. Siempre se topa uno con ellos – y miró a un par de tipos que estaban sentados en un rincón -. Y si prefiere compañía…le aconsejo a Darnade, aquella chica del rincón. Es limpia y cariñosa como la que más, no crea nada de lo que dicen las habladurías. Lo de la mano que le falta fue culpa de un marido celoso, no de la justicia. 

ENTRADA 28 (63-109-197)

Tras cenar pensé si dirigirme a alguno de los parroquianos allí presentes, pero ninguno me inspiró la menor confianza. Decidí intentarlo con una pareja sentada en una esquina oscura. El tipo parecía por la pinta un nómada pero con una catadura que dejaba a las claras que no se andaba con tonterías. La mujer que estaba con él era enorme y gorda, con el rostro blanco y el pelo rojo. Me acerqué a ellos sonriendo, con las manos levantadas en un gesto de tranquilidad, pero el tipo se llevó con rapidez la mano al cinturón, donde tenía un enorme cuchillo. 

– Necesitaría cierta informaci… (pierdo la tirada de CARISMA)

Apenas pude terminar mis palabras. El tipo miró a la mujer, que se levantó y se echó hacia atrás mientras el nómada sacaba el enorme cuchillo y arrojaba la mesa entre él y yo. 

– !Estupido! !Vas a saber lo que significa meterse en donde no le llaman!

Hace una finta e intenta darme un machetazo, pero por fortuna logro esquivarlo y golpearle con fuerza en un hombro con la espada (7+3=10, pierde 4 de vitalidad, se queda en 7). El hombre me arroja la capa de piel y me asesta una puñalada baja aprovechando mi ceguera momentánea (9+7= 16, pierdo 6 de vida). me alcanza un muslo, que empieza a sangrar. Aprovechando que está cerca de mí le tiro una cuchillada a la cara y le hago una herida en la mejilla (8+3=11, pierde 5, le quedan 2 de vida). El hombre se echa hacia atrás y se agarra la cara  dando un grito de furia y me arroja el arma, que vuela hacia mí y se me clava en el hombro izquierdo (10+7= 17, pierdo 7 de vida). Aaahh! Aquel tipo tenía buena puntería por todos los dioses. !Pese a la cota de malla la hoja se me ha clavado!. Me incorporo cuando se acerca a mí con la mirada furiosa y jurando por Tambu, y le golpeo en la cabeza con una botella (6+3=10, pierde 4 de vida, no le queda nada). Los cristales se esparcen por el local y el hombre se derrumba intentando alcanzarme, perdiendo el sentido. 

La gente del local me mira y por un momento pienso que van a saltar sobre mí, pero todos vuelven a sus bebidas y quitan sus miradas de encima mía. Observo que la mujer que estaba con él ha desaparecido. Me acerco al nómada, que está en el suelo y le registro los bolsillos por si llevara algo. Las heridas me duelen, tanto la del muslo como la del hombre, aunque esta es menor gracias a la cota de malla. Le saco de una bolsa 12 shards y me los guardo. 

Unos hombres entran en el local pero pese a que el tabernero los intenta calmar parecen buscar a alguien. Muy posiblemente la mujer haya llamado a sus compañeros, ya que visten pieles como él. Me voy hacia una de las salas y una de las prostitutas me llama.

– !Por aquí! – y me señala una pequeña puerta que parece de servicio -. Se lo agradezco y salgo a la calle. Oigo una discusión en el interior y como a hombres corriendo. Echo a andar calle arriba, con paso tranquilo, y me sitúo tras una esquina. Me están buscando claramente. Me interno en las callejuelas de la Cocina de los Ladrones y alcanzo la puerta frente al área del Palacio del Daymio antes de que me pille. 

Llego a la posada agotado. Menuda noche de mierda. Aquellos 12 shards casi me cuestan la vida. 

ENTRADA 29 (10-542)

Dormí regular aquella noche. La herida del muslo no dejaba de doler así que le pedí a la dueña de la posada que me echara una mano. Me limpió la herida pero su aspecto no era bueno. 

– Necesita ayuda Mazarbul San – me dijo mirando la apertura -. Es profunda aunque estrecha. ¿una puñalada?

Asentí con la cabeza. 

– Una visita a la Cocina de los ladrones. 

La mujer ladeó la cabeza en señal de desaprobación

– Supongo que que el otro terminó peor ¿no?

Volví a asentir. 

– Él empezó primero. Aquello es peligroso. 

– Y esta herida también. Tiene que cerrar desde dentro, si no, se abrirá una y otra vez. ¿Conoce la posada El Descanso del Nómada?

– Sí, comí con el chico el otro día allí. 

– Trabajé allí un tiempo. Pregunte por Oras. Es anciano, pero sabe de curaciones. Todo el mundo va allí a que lo curen. especialmente los nómadas. 

– De acuerdo. Gracias. 

La mujer me miró seria. 

– Me las debe. A Tambu no le gusta que ataquen a los nómadas. Él los protege. 

– Ya le dije que atacó él primero. 

– Supongo – contestó, y se retiró a la cocina. Otro cliente requería su presencia. 

En unas horas apareció el chico. Parecía visiblemente preocupado. 

– ¿Se encuentra bien Mazarbul San? 

– Eso parece, pero necesitaría que me ayudaras. Me voy a quedar unos días en la Posada del Nómada. Me tienen que curar esta herida. Ayer tuve un mal encontronazo en la Cocina de los Ladrones. Se curará rápido. 

El muchacho me acompañó a la Hospedería y pregunté por Oras. Era un viejo anciano del interior versado en ungüentos y plantas. Tenía la mirada inquisitiva y rápida. Todo el mundo parecía tratarlo con respeto, hasta el dueño del establecimiento y sus hijos. Decían que fue Jefe de un clan que fue eliminado en guerras tribales y que, hastiado de violencia, decidió dedicarse a curar a los peregrinos y viajeros. Intenté sacarle información sobre algunos lugares, como la pirámide de Xinoc o la montaña de las gemas, pero decía no saber – o no querer saber- nada.

Me miró la pierna y me aplicó una pasta amarilla que escocía como el diablo y me cosió sólo el interior, dejando los labios de la herida abiertos.

– Hay que poner esta crema para que no se sequen los bordes.   La herida debe cerrar así. Llevará días. Espero que no tenga prisa. 

– Solo curarme. Estoy hospedado en el Jardín de Tambu. 

– Ahh – me dijo sonriendo -. La dueña trabajó aquí hace años. Buena persona y muy fiel creyente. Me ayudaba en las curaciones. Le buscaré una habitación. 

– Gracias – le dije. El hombre me miró e hizo una inclinación de cabeza al estilo Akatsurai. 

Permanecí allí dos semanas (13 shards, que me otorgan 13 stamina)). Durante ese tiempo estuve meditando qué hacer. Observé el mapa una y otra vez. Como a todos, supongo, me atrajo la Colina de las Gemas. ¿Sería fácil encontrar allí riqueza? Algo me decía que no, pero quién sabe. Debería también quizá acercarme al Mercado de Caballos. Tarde o temprano tendré que entrar en el territorio, y caballos y pieles me harían falta. Tampoco vendría mal acercarme al Templo de Nai, el Dios de los terremotos quizá me fuera propicio, porque la última pelea me salió cara, y una ayuda no vendría mal. O quizás a la vuelta de la colina de las gemas….demasiadas preguntas…pocas respuestas. 

ENTRADA 30 (10-231)

Me dirigí cuando me encontré mejor al mercado de Caballos, situado detrás del templo de Tambu, junto a la muralla oeste. Había enormes recuas de caballos de todo tipo, desde finos corceles a fuertes percherones acostumbrados a cargar peso durante largas jornadas. Se podían comprar por unidad o lotes completos. Los nómadas miraban unos y otros y discutían los precios sentados en el suelo, en el interior de tiendas o pegados a las murallas. Unas puertas específicas ayudaban a sacar y entrar especímenes, que tenían unas horas de permiso, ya que aunque el mercado era enorme, una explanada llena de cercados y personas, no daban abasto con todo. El chico, que me acompañó, me llevó por los principales distribuidores y lugares de venta. Cuál fue mi sorpresa al ver que junto al mercado de animales había enormes carpas, que supuse en un principio eran de los dueños de los animales, tribus o clanes, pero en realidad eran lugares de venta. Un auténtico mercado de productos terminados. El del puerto era para mercancia a embarcar y éste un mercado de objetos de todo tipo: había armamento, corazas, equipo supuestamente mágico, y todo tipo de objetos, flautas, brújulas, cuerdas, linternas, material de escalada. Los precios estaban por las nubes. Una espada de mejor calidad que la mía salía por 200 shards. Miré una brújula y sextantes, que supuse bien útiles en medio de la pradera, pero salía por 500 sh. Mi economía hacía aguas. Así que decidí hacer una visita a la Colina de las Gemas antes de adentrarme en el interior. 

ENTRADA 31 (10-280)

Ese día empaqueté mis cosas y me despedí de la dueña del Jardín de Tambu. La mujer se deshizo en amabilidad cuando le pagué un poco más de lo convenido. Luego marché a casa del chico, cuya madre me invitó a una comida típica de Akatsurai. Al parecer era ella también oriunda de la isla, y su familia vino con los refugiados que vinieron huyendo de la guerra civil. La muerte de su marido la dejó sin un amo. La mujer de un ronín, y tan sólo sobrevivía por el tenderete en la Plaza de los Dioses y la amabilidad de los templos de la plaza, que solían trabajar con los mercaderes y turistas. El chico insistió en acompañarme, pero preferí dejarlo allí no fuera que se torcieran las cosas. 

– De haber suerte pronto nos veremos. Tenlo por seguro – le dije dándole un pescozón en la oreja -. 

– !Igual viene convertido en rico, Mazarbul san!

– Ja,ja,ja, bueno, mi experiencia me dice que no es fácil desde luego. 

Me dirigí a la Gran Puerta de Tatsu, que parecía esculpida con forma de de dragón. El chico me dejó allí y se quedó mirando y moviendo la mano como despedida cuando me dirigí a las Colinas de las Gemas. 

ENTRADA 32 (426-39)

Me encaminé al sur con un grupo de mercaderes de vino que se dirigían a vender mercancía al sur. Llegado cierto momento me despedí y me adentré por un territorio de colinas bajas, llenas de árboles, bosques y extensiones de una hierba verde y alta. Al cabo de dos días de vagar me di cuenta que había algo extraño en el ambiente. Me senté sobre una piedra con forma de silla y observé con ojos de mago. Sí…ya sabía lo que era…aquella tranquilidad era más habitual de lo normal. No se veían animales. Los cielos estaban libres de pájaros. Ni siquiera se oían sus graznidos ni silbidos. No había seres vivientes. Solo aquella hierba ondulante y los bosques susurrantes. (magic roll difficulty 12: 7+7, éxito)

Allí había algo, así que me dispuse a encontrarlo. Caminé entre las colinas siguiendo mi sentido mágico, moviendo un pequeño péndulo que siempre llevo conmigo. Parecía volverse loco y giraba de un lado a otro hasta que me di cuenta que siempre era así en un lugar concreto. Bajo un arbol, y protegido por otros a la vista, me topé con con una losa alta de piedra. En ella brillaba una runa, el Trau, la señal de los seres del inframundo. Me quedé allí parado pensando qué hacer, qué seres podrían emerger de aquella puerta al otro lado. 

Paseé y medité. Lo más seguro es que fuera peligroso. Esperé a la noche, que en aquel lugar parecía más noche que nunca. El propio silencio era terroŕifico. Como si toda aquella tranquilidad se hubiera confabulado para alejar a las personas del lugar. 

Y llamé a la puerta…del otro lado.

ENTRADA 33 (573-481) 

La golpeo con fuerza y la lápida se descorre dejando a la vista un agujero enorme y negro como el bostezo de una bestia. De pronto salté hacia atrás espantado al ver dos enormes ojos rojos que emergen de la apertura envueltas en una negrura más oscura que la propia noche. Le seguía otra figura similar, ambas con una sonrisa plateada y perversa dividiéndoles el rostro en dos partes. !Son espectros del inframundo! !Seres conocidos con el sobrenombre de Trau en magia! !Habitantes del más allá!

Giran a mi alrededor y sisean como serpientes mientras me levanto y tomo mi espada. Una risa se oye a mi lado:

– Míralo hermana, cree que nos puede matar con una espada. 

– Jajaja – rió la mencionada -. Humano es, tonto es – y se echaron a reir a mi alrededor mientras yo no dejaba de mirarlas a los ojos, dos brasas rojas como la sangre y con la intensidad del fuego. 

Una de ella me olisqueó. 

– Umm… – – dijo como si estuviera oliendo un asado -. !Huele a magia! !El humano es un mago! – y el tono dejó de ser jocoso para convertirse en amenazante.

– Espera hermana, quizá haya venido sólo a traernos Hidromiel de Hadas (faery mead). ¿no es así?

Me apoyo asustado contra un árbol. Siento que el miedo me atenaza la garganta. Es algo atávico, no puedo controlarme. Su presencia me produce escalofríos. 

– ¿La has traído o no, humano? – y esta última palabra la pronunció con desprecio. 

Giré la cabeza a un lado y otro. Siento que estoy perdido. Sus ojos me miran serios y veo la muerte en ellos (dificultad santidad 13: 7+1: fracaso).

ENTRADA 34 (294-607)

Intento echar a correr pero uno de los monstruos me agarra por la camisa con una mano oscura como el carbón. 

– !Dejadme, por favor! – suplico lleno de miedo. Pánico.

– Tranquilo, esto será agradable – dice el espectro mientras veo que de la apertura salen infinidad de seres que se echan sobre mí como monstruos hambrientos, me agarran, me atan y me tiran al suelo. 

– !Nooooo! – grito desesperado revolviéndose como puedo. (into the world no tengo). Pero en el tiempo de decir !Por los truenos de Ernir! soy arrastrado al agujero que se cierra detrás de mí. 

Todo se hace negrura, una espesura tan grande que me entran ganas de llorar. Oigo ruidos a lo lejos y pierdo el sentido. 

De pronto vislumbro una luz. !El agujero se ha abierto! y soy arrojado al exterior.

– Harto de humanos – dice uno de los espectros – y vuelven a introducirse por la apertura dando unos alaridos que me hielan la sangre. 

Caigo de rodillas al suelo. Me echo a llorar y miro al cielo. Estoy otra vez allí. Y vivo. !vivo!. Miro hacia delante y veo a una familia de granjeros que me observa asustada. No se si han visto a los monstruos del averno pero a mí surgir de la nada o de un agujero de la tierra sí que me han visto. Estoy helado. Empiezo a convulsionar. Uno de los hijos mira al padre y éste se acerca y me pone por encima una manta. Me suben a un carromato y me conducen a su granja. La esposa me pone de comer y me acerca al fuego. La noche cae y solo de pensar en ella me entren ganas de temblar. En el exterior hace frío, mucho, corrientes que vienen de las estepas y traen el helado viento del interior. 

– ¿Qué mes es? – pregunto. 

– Adar, 12 de Adar – me contesta la señora, una mujer pelirroja con ojos rasgados. 

No doy crédito a lo  que oigo. 

– ¿Adar? ¿No es Saeb? – y me llevo un vaso de caldo caliente a la boca. Me sabe a gloria. Tengo la sensación de que el frío se ha apoderado de mi. Tengo ganas de echarme al fuego. 

– No. Es Adar. Si vino en Saeb ha pasado más de cinco meses.

– !Cinco! – exclamo sorprendido -. No puede ser… es imposible. 

– Nada es imposible – me contesta el granjero -. O más bien muchas cosas son posibles. Hay genios y espectros en este lugar. Al principio pensamos que era uno de ellos..

– pero es tan sólo una víctima – dice uno de los hijos. 

De repente caigo en la cuenta al ver mi reflejo en la taza de latón de la que estoy bebiendo. Intento echar mano a mi espada, pero no está. Me incorporo. !Tampoco tengo mi bolsa de monedas (19)! !Ni la cota de malla!

– ¿Qué le pasa? – me pregunta la mujer. 

– Me han desplumado. Me han quitado mis cosas. maldita sea – exclamo -. Pero…

Me llevo la mano al pecho, y noto una piel de lobo en mi espalda. También llevo un coleto de piel, unas gemas en un colgante (75 sh), mineral de selenium y una llave con cardenillo. 

No se de dónde han salido estos objetos… esto es una locura – y pienso que en cierta forma soy más fuerte mágicamente (magic), aunque he perdido algo (santidad).

– Bueno, ha vivido para contarlo. 

– No recuerdo nada – contesto a la mujer -. No recuerdo absolutamente nada de nada. Es como si hubiera ocurrido ayer. 

Estoy tan desconcertado que no paro de tocar los objetos. Les cuento lo que me pasó. 

– Aquí se han oído antes historias así – me dice el granjero -, pero también peores. Ha tenido suerte. Descanse en la habitación de mi hijo. Él bajará a dormir al salón. 

En la habitación me siento e intento hacer memoria, pero nada. No sé qué ha pasado. Me tumbo e intento conciliar el sueño, pero tengo miedo, miedo de no despertar aquí sino en el inframundo, de que los demonios estén jugando conmigo. 

ENTRADA 35 (280)

Por fortuna, el día día sucede a la noche y despierto sin la sensación de haber sido devorado por los monstruos del averno. La luz matizada de la mañana entra por los postigos y el hijo del granjero me avisa de que parten para Yanimura. Desayunamos pan de centeno y cecina se yak puesta al fuego, y les ayudo a cargar las mercancías, en su mayoría pieles y también piedras preciosas. No de gran valor pero interesantes para los tallistas y pedreros de los templos que confeccionan adornos e imágenes. Muchas también las compran para ir al sur. 

Durante dos días rodamos sobre la carretera junto a otros viajeros y peregrinos. Muchos van a los festivales de los templos o a comprar mercancias para las ciudades. Había incluso un hombre que procedía de Nerech, de los castillos de la Marca del Este. Le pregunté por el castellano, si había logrado salvar a su hija, pero ladeó la cabeza. 

– Envía a todo aquel que va, por si alguno fuera capaz de rescatarla, pero nada. No solo van soldados, sino también aventureros, trovadores, y todo tipo de personajes buscadores de fortuna. Ninguno vuelve y el que lo hace no llega cuerdo. 

Alcanzamos la Puerta de Tatsu en forma de dragón y me despido de la familia de granjeros. Me interno en las callejuelas y me acerco a la Plaza de los Dioses. El lugar está harto concurrido, pero veo menos nómadas y gente del interior. Parece que hay más gente de las islas y del mar. Los soldados del Daymio patrullan y piden datos y documentación de forma aleatoria y rutinaria. 

– !Señor! ¿Le apetece algo de comer, visitar los templos, o la ciudad? – me dice una voz infantil que reconozco al instante. 

– Vaya, ¿ya no reconoces a los amigos? – le digo mirándole a los ojos, mientras pienso que mi aspecto ha cambiado bastante. Mi estancia en el inframundo me ha dejado pelo y barba de muchos meses. Parezco una especie de medio salvaje. Me he agarrado una coleta al estilo Akatsurai, como los samurais, pero mi barba sigue siendo hirsuta y poblada como la de un leñador. 

El chico me mira y de pronto se le encienden los ojos y se arroja en mis brazos. 

– !Mazarbul San! – lo cojo en brazos y le doy la vuelta en el aire mientras no para de reír. Lo dejo en el suelo y me coge del brazo -. !Mamá! !Mama!

La madre, sentada en un taburete tras el carricoche de las comidas, me mira y no parece reconocerme al principio. Cuando me acerco la sonrisa ilumina su rostro y se acerca a saludarme. 

– Mazarbul San, que Tambu y Nai le protejan. ¿Cómo ha ido todo? Está cambiado. 

– Una larga historia para contar mientras comemos. 

– !Venga a casa! – dijo el chico y miró a su madre inquisitivamente -. 

– Invito yo – digo -. La mujer me mira y junta sus manos haciendo un gesto de saludo akatsuriano. El chaval me abraza. 

La casa es austera al estilo de la gran isla oriental. Está hecha de bambú, madera y papel, pero es pequeña. Aledaña a ella hay una tienda que les ayudo a acondicionar. Me insisten en que duerma allí antes de volver a partir. La mujer, Hiro Sai, ordena a uno de los vecinos que traigan comida akatsuriana. Pronto aquello parece un festival de gente entrando y saliendo para conocerme. El ambiente festivo se contagia las casas colindantes. Todos comparten comidas y bebidas. me presentan a los vecinos y parientes, hijos y esposas…

– !Explíquele donde estuvo! – dijo el chico esperando que contara maravillas en una gran audiencia. 

– Lamento defraudarles, pero intenté visitar la Colina de las Gemas – levanto las manos para indicarles que no hay más que decir -. Lo alucinante es que me salieron unos espectros – todos callaron de repente -. Luché lo que pude pero eran poderosos y temibles….

– !Pero no murió Mazarbul San!

– Cierto, pero no recuerdo nada de nada. Me engulleron al interior de la tierra y cuando salí, hace menos de dos días, habían desaparecido cosas que llevaba e iba vestido así. No tengo recuerdos. Para mí fue ayer. Para vosotros meses. 

Una exclamación salió de la boca de los asistentes. 

– Dele gracias a Nai. Sólo él es capaz de ayudar así. 

Aquella noche Hiro sai se escabulló a la tienda. Colocó varias velas en un altarcito y estuvo orando un rato, luego se introdujo entre mis sábanas con una sonrisa divertida. 

– Bienvenido de nuevo, Mazarbul San. 

ENTRADA 36 (325) Cliff Wood

Permanecí una semana en Yanimura. Hiro Sai y su hijo iban a trabajar por las mañanas a la Plaza de los Dioses. Yo aproveché para visitar varios mercados. Me dieron por el colgante 75 shards. Decidí inspeccionar Cliff Wood, los llamados acantilados de madera. 

Partí junto al chico, que había insistido en acompañarme. Supuse que no había peligros en aquella zona, pero nunca podía saberse. Salimos por la Puerta Norte y enfilamos una carretera que cada vez iba perdiendo gente que se desviaba a otros lugares. Llegamos a Cliff por la noche. El lugar era en extremo apacible. El bosque protegía de las inclemencias del mar. Los pájaros cantaban y la tranquilidad era enorme. Nos acercamos a los enormes acantilados coronados por trozos de bosque. Algunos árboles alcanzaban los mismos acantilados de manera que un náufrago podría incluso agarrarse a ellos. En aquella zona no había pescadores pues no había playa donde dejar las embarcaciones. 

Nos introdujimos en el bosque. Llegamos a un claro con una tienda de campaña ricamente decorada de cuyo centro abierto salía humo. Me acerqué a la entrada mientras el chico agarraba los caballos, pero antes de entrar una mano corrió la cortina que hacía de puerta y dejó el paso libre. 

– Bienvenido Mazarbul San- dijo una voz melodiosa. 

– ¿Me conoce? – exclamé sorprendido. 

– No personalmente pero hay conocimientos que alcanzan sin avistarlos de cerca. 

Era una mujer anciana, con los rasgos del interior de las estepas. Una nómada, una chamana. 

El chico y yo entramos en la tienda y nos sentamos en el centro. La mujer estuvo asperjando leche agria y cantando salmodias durante una media hora hasta que se sentó con nosotros. 

– ¿Quiere conocer algo que está vedado al entendimiento? – me preguntó (información sobre High King, City of Ruins and the Ruby Citadel

– He escuchado hablar del High King. Quiero que me comente algo sobre él. 

ENTRADA 37 (635-55-325-280)

Deposito 10 shards a un lado. La mujer coge unos viejos y sucios huesos y los lanza sobre un bol de madera. la forma que toman parece atraer su atención. El chico me mira interrogativo mientras bebe un te que nos ha servido al sentarnos. 

– Vaya al Trono del Rey Alto!!! – sus ojos me miran brillando – allí encontrará su respuesta. 

– Y sobre la ciudad de Rubí ¿qué puede decirme?

La mujer se levanta con esfuerzo y se dirige a un pequeño cofre. Saca unas cartas viejas y oxidadas con runas dibujadas. Empieza a cantar mientras mira el cielo a través de la apertura de la tienda. En un momento dado baraja las cartas y deja caer cinco enfrente de nosotros. 

– Elija una – miro al chico. El chaval adelanta la mano y toma una. La mujer le toma de las manos y las mueve con fuerza.

– !El flautista y la serpiente! – grita asustándonos -.: prepárate para ser el flautista si viajas allí. 

Y la mujer se queda mirando a través de una de las aperturas de la tienda. 

– ¿Nada más? – pregunto. 

– Es suficiente – me contesta girando su cabeza. 

Salimos de allí comentando lo que hemos oído. Nada tiene sentido para nosotros, así que volvemos a Yanimura. 

Dejo al chico con su madre y pienso qué hacer. Me debato entre subir al norte y alcanzar Keshup’s Keep o intentar viajar directamente a La Ciudad de Rubí. Quizá me hiciera falta algo de armas, pero los precios son enormes, así que pongo rumbo al norte, hacia Kashuf’s keep, cercano a las montañas del norte del mundo, lo que separa a los dioses del cielo de nosotros. 

ENTRADA 37 (398-548)

Pongo rumbo al norte. Viajo con unos viajeros de Sokara que parecen alejarse de la guerra. Dicen que tienen un pariente cerca del Fin del Mundo. Viajamos durante tres semanas, y en ese tiempo la nieve y la escarcha se apodera de todo lo que vemos. El frío tanto del mar como del interior hace que nos arrebujemos en nuestras mantas y capas. Cuando llegamos vislumbramos entre las montañas un pequeño pueblo del que salen columnas de humo. Los pinos cargados de nieve pueblan las montañas. Los picos son tan altos que nos obligan a levantar la cabeza hacia el cielo. Las estrellas casi los tocan. La naturaleza allí tiene pinta de indómita, y los bosques y riscos impenetrables. Pareciera que tan sólo hubieran dado permiso para que habitaran en aquel pueblo. Tras nosotros las estepas lo dominan todo, como un horizonte infinito. 

Entramos al pueblo y llegamos a la plaza central. La gente nos mira y sonríe pero algo preocupa sus rostros. Todos están preocupados y cabizbajos. Entramos en una taberna a comer cuando los lugareños se ocultan tras sus capas y se dirigen a sus casas cerrando puertas y ventanas. Casi el propio tabernero nos impide la entrada. 

– ¿Qué está pasando aquí? – pregunto a un chico que no nos quita ojo de encima. 

– Estáis en Vodhya (código Deathless)- me dice. Los compañeros de viaje le preguntan por sus parientes, pero el chico no parece conocerlos. Nos señala una zona de la montaña: encaramada a las alturas hay una edificio de piedra, un fortín oscuro que domina el territorio. 

– Eso es Kashuf’s Keep– su voz se vuelve un susurro bajo y se sienta con nosotros -: Se trata de Lady Nastasy…Kashuf la ha tomada. 

– ¿Para qué ? – pregunto intrigado. 

Para que se case con ella. Pero no lo hará. Por eso no deja de hacernos daño. Hasta que lo consiga. 

– Y ¿por qué no lo hace? – pregunta un compañero de viaje. 

– Porque ha matado a su padre – nos contesta tajante -. ¿Cómo podría hacerlo?. 

Comemos pensativos y comentamos la situación. Por un momento pienso que quizá deberíamos hacer algo, pero la última vez que intenté ayudar a alguien así acabé muerto. No soy un hombre fuerte ni ducho para el combate. Lo mío es la magia. 

Pasamos varios días en la hospedería. El frío es intenso y el castillo de las montañas parece protegido e inexpugnable. Lo siento por Lady Nastasya. Trataré de ir al oeste a encontrar la Ciudadela de Rubí. Los viajeros se enteran de que sus parientes ya no viven allí, que marcharon hace tiempo. Su desolación es patente, pero deciden quedarse allí una temporada. Hay trabajo como leñador en abundancia. Yo decido partir en unos días. Pregunto a algunos lugareños si se puede cruzar aquella barrera inexpugnable, pero me dicen que no. Que no saben de nadie que lo haya hecho. Me hablan también de la Boca de Harkun, una especie de cueva flanqueadas por estatuas que se adentra en el interior. Pero nadie sabe decirme más datos. Pienso que igual son habladurías e historias de marineros. 

ENTRADA 38 (398-15)

Retomé el camino hacia las estepas. Los picos enormes del fin del mundo parecían caerse encima incluso desde la lejanía. Tal era su enorme presencia en el paisaje. Los seres humanos, árboles cargados de nieve, casas y el propio pueblo de Vodhya parecían juguetes infantiles que pudieran borrarse de un plumazo. A lo lejos veía la fortaleza de Kashuf erguida, negra y distante como un desafío. Pensé que de encontrar a algún grupo de aventureros podríamos intentar ascender y liberar a la muchacha, pero solo podría significar la muerte. Quizá a la vuelta. 

Cabalgué durante una semana y sólo vi enormes extensiones de tierra helada y nieve. La tierra parecía un plato de agua, y me llegaba de tanto en tanto espejismos de caravanas, tropas y animales en movimiento, pero al alcanzar las imágenes se desvanecían como si estuvieran dibujadas en el aire. Posiblemente fueran escenas a decenas de kilómetros y se reflejaran en la nieve y en el suelo helado. Los picos del norte cada vez eran más abrumadores. Parecían observarme con la mirada. Esas montañas de volúmenes colosales, negras y salvajes, cargadas de nieves perpetuas colgaban de las estrellas literalmente. 

Al décimo día, cuando amainaron los vientos del oeste que parecían frenar mi avance, amaneció un día despejado y gris, pero con una luz que se filtraba clareando lo que tenía más cerca. Los espejismos desaparecieron y pude ver en la distancia movimientos que supuse reales. Al mirar las enormes montañas y observarlas con detenimiento me pareció observar algo en una acantilado, un brillo o un color que sobresalía de las rocas grises y blancas, los dos colores dominantes. Decidí acercarme. Puse dirección al norte. 

ENTRADA 39 (706-221-164) Puerta dorada

Conforme me acercaba a la base del acantilado el brillo fue haciéndose más amarillo, !y cual fue mi asombro al llegar hasta una puerta! Estaba realizada en bronce y encajaba en la roca de tal manera que no había forma de meter ni la hoja de un cuchillo por las ranuras. La tanteé por ver si había algún tipo de inscripción (código Duress) o si encontraba alguna apertura. ¿Sería esa la entrada a la ciudad de Rubí?,

Nada, las dos enormes hojas estaban bien cerradas y juntas y todos mis intentos fueron en vano. De haber algún dios oteando desde las alturas de aquellas montañas debía estar riéndose de mí. Decidí intentar escalar la montaña, por si viera otra posibilidad de entrar o alguna apertura. (scouting dificultad 14: fallo 3 veces y 1 acierto).

Dejo el caballo en un pequeño bosque cercano. En ese momento pienso que debí haber traído instrumentos de escalada y cuerdas, pero ya no se puede hacer nada más. Sigo la línea de la puerta hasta encontrar un resalto en el que apoyarme y empezar a escalar. Hay numerosos salientes en esa zona pero la nieve resbala y de vez en cuando doy un traspiés que me deja colgando. Me doy cuenta que el secreto está en pegarse a la pared, no mirar hacia abajo y asegurar el lugar donde uno va a meter el pie antes de apoyarme (scouting mío 6, prueba superada – saco 9 -). Continúo el avance y en un pequeño escalón suficiente para poder echarme observo lo que he avanzado. me ha llevado varias horas y estoy alto. Pero aún me queda por llegar a la cumbre. Decido continuar… (scouting aumenta +1)

Durante tres días asciendo y asciendo, haciendo paradas y descansando. Finalmente llego a la cima del escarpado y me encuentro a las enormes montañas del norte que parecen rascar el cielo. El silencio es sobrecogedor y el frío lo impregna todo. Me arrebujo en mi chaqueta de piel y pelo y busco refugio en una cueva. Desde allí contemplo las estepas enormes y al mirar abajo me sobrecojo. Hay cientos de metros hasta el suelo. Decido buscar algún camino o internarme en las montañas. Hasta ahora no he encontrado huella de civilización, excepto la puerta dorada. Pero algo debe de haber. 

ENTRADA 40 (264-317-452) MONTAÑAS DEL NORTE. 

Me interno en las altas montaña y en un día estoy en un paisaje de pesadilla. Los picos tienen formas retorcidas y oscuras y el cielo parece una neblina lechosa que cuando se retira deja entrever un cielo negro y brillante como el cristal de obsidiana donde se ven las estrellas como luminarias. Ya no hay árboles ni veo animales, es difícil conseguir comida aquí. (fallo scouting). 

Continúo por las montañas buscando un rastro pero de vez en cuando escucho unos ruidos aterradores que supuse de bestias pero son avalanchas, bestiales caidas de roca, hielo y nieve que se lleva por delante todo y entierran pequeñas montañas. Voy con miedo, pues temo caer en una brecha y matarme. 

He perdido el camino. Ayer una avalancha se llevó media montaña. Yo, por fortuna estaba al otro lado. Pero ya no se como seguir ni por donde. No hay forma de orientarse en aquel mundo cambiante. La luz además incide en mis ojos de tal manera que es una constante lucha. Tengo la piel quemada y el hambre hace mella. Mis pies se hunde cada vez más en aquel océano de nieve y tengo miedo incluso de dormir no fuera que cayera o me arrebatara una avalancha o muriera de frío. Quiero descansar..descansar…sueño con algo cálido que me arrope y salir de aquel infierno blanco. 

Ando y ando (scouting fallado, pierdo además 3 de vida), pero no veo la salida a aquello. Apenas puedo escribir. La sangre parece fluir lentamente en mis venas y el hambre es como una sensación de dolor que deja paso al vacío. Apenas veo delante mía excepto una oscuridad que me parece la túnica negra del dios Nagil precediéndome. Me acuerdo del chico de Yarimura. Una vez me contó de viajeros que son ayudados por dioses, aparecidos o espectros. (scouting succesful)

ENTRADA 41 (317-636-362)

Sigo caminando en aquel infierno nevado, hundiéndome hasta la cintura y buscando el abrigo de salientes de roca bajo los que echarme. No creo que sobreviva. (pierdo 1 de vida, y tirada exitosa de scouting)

Creo que he dejado atrás la nieve y las avalanchas. Los picos sólo hollados por el viento se alzan ante mí majestuosos. Veo las estepas desde aquí. Estoy en una encrucijada. Puedo bajar al sur o seguir hacia el norte, hacia el reino de los mitos. Pero estoy cansado y sin mucho alimento. Decido continuar hacia el norte

Me cuesta avanzar. La respiración se me hace imposible aquí. No debe haber oxígeno. Me mareo continuamente y tengo que hacer paradas. Maldita sea, tenían que haber bajado ahora que había visto el camino, pero mi perseverancia me va a llevar a la muerte. (código calcium). (pierdo 10 de vida!). Decido volver. No puedo seguir. 

ENTRADA 42 (264-317)

he vuelto al territorio de pesadilla, que parece surgido de la mente de un loco. Parece que estoy en otro planeta. La neblina y las estrellas me van a enloquecer. No hay madera ni animales (fallo scouting)

Vuelvo a entrar en el territorio del mar de nieve. El sol me destroza los ojos. Ya no puedo más. Caigo en la nieve helada. Mis últimas fuerzas me abandonan. He querido buscar a los dioses y ellos me han encontrado a mí. Tengo frío…y sueño…ahora a descansar…por fin.

La nieve cae y cubre mi cuerpo, que se enfría lentamente hasta quedar convertido en una estatua. 

Capítulo 3

Entrada 0 (1 LIBRO 4)

La médico me comenta que ya han estudiado mi anterior viaje. Debo pues decidir qué voy a ser ahora. Decido que un Mago. Si mis últimos sueños y el error de la matriz me llevó a Xinoc, la magia ha de ser poderosa allí. Así que seré un mago. Veremos cuanto aguanto. También me dice que han intentado guardar el dinero del banco de Yelloport de mi anterior vida. Quizá pueda retomarlo. Ya se verá. Decido aparecer en el libro 4, con un rango de vida superior y muy al norte. Luego intentaré bajar hacia las islas. 

Me tumbo en la cama y me introducen en la máquina. Ésta se cierra a mi alrededor. La luz azulada lo impregna todo, me entra sueño…. 

Entrada 1 (1 LIBRO 4)

Me despierto y estoy en un pequeño esquife. Estoy sediento. Debo llevar sin beber horas y horas. En mi mente se arremolinan pensamientos y recuerdos construidos. La doctora ya me lo dijo. Tendría recuerdos de personas y/o circunstancias que me llevaron a donde estoy: actualmente en un barquito a merced del viento. Soy un naufrago. En mi mente hay recuerdos de un buque en el que viajo por The unbounded Ocean, elk Oceano sin Límites. Pero un barco pirata nos atacó e intenté junto a un grupo de tripulantes lanzar una barca y ponernos a cubierto. Fue imposible. Luchamos denodadamente, pero mataron a todos. Sólo yo pude echar a los piratas al mar pero quedé a merced de las olas. Los días pasaron y fui incapaz de gobernar aquel esquife. Mi principal problema era el agua. Estaba rodeado y no podía beberla. Llovió algo y la recogí con las velas, pero no tenía donde guardarla. Pronto se acabó. 

Estoy desesperado, y el mar se encrespa. Las olas cada vez son más altas y no tengo cartas de navegación, aunque a estas alturas cualquier lugar seco me parece la gloria. El viento me lleva hacia el oeste con fuerza y para sorpresa mía veo un ave sobrevolar. Pienso que estoy delirando, pero no: en la lejanía veo una línea de costa!.

Me pongo al timón e intento capear para llevar el barco hacia la costa. Pero no puedo manejar el timón y las velas. Y menos remar. La mar cada vez es más fuerte y me arranca el timón de las manos. El buque empieza a girar y temo que un golpe de temporal lo lleve a pique. Intento con los remos enderezarlo mirando a tierra. 

Me voy acercando y veo los arrecifes d ela costa y los rompientes llenos de espuma. La mar está brava. Espero no acabar allí reventado. Sería triste un viaje tan corto. 

Pero las olas son enorme. No puedo gobernar el barco! Oigo un crujido y caigo al mar. Silencio. Asomo la cabeza buscando el barco. Soy una cabecita en medio del oleaje. Una ola me atrapa y me eleva. Debo de haberme golpeado con algo, quizá el mástil.  Nado hacia la costa desesperado. 

Otra ola me eleva con fuerza y me revolea. De pronto me golpeo con algo blando. !Estoy en la playa! Me arrastro al interior alejándome del mar. 

Al fondo veo una ciudad. Una ciudad enorme que ocupa todo el horizonte. 

ENTRADA 2 (280 FL 4)

Siguiendo la línea de costa alcanzo una enorme ciudad con muros que la protegen. Es Yarimura. Sus habitantes son más delgados que en el sur y se nota que hay dos tipos, los de las estepas del interior y los de la isla Akatsurai, que se encuentra al este, al sur de Unbounded Ocean. La ciudad desde el exterior es inmensa, con un puerto que se abre al mar y varios muros protectores. Las altas torres de palacios y templos se avistan desde donde estoy, la Puerta de Tatsu, o mejor dicho, La Gran Puerta de Tetsu. Está tallada en piedra e imita la forma de la cabeza de un dragón. Me pregunto si entrar o si sería mejor otear alguna villa más cercana que me de una idea de lo que ocurre en el interior. Así que tomo el camino junto a unos mercaderes y me dirijo al pueblo de Hordeth. 

ENTRADA 3 (307-543 FL4)

Me despido de ellos y me dirijo a una refulgente villa con muros gruesos de marmol. Todas sus casas y edificios tienen el aspecto colosal de la nación de Atticala, al oeste. Son individuos altos y bronceados, con una apariencia casi de dioses, como le escuché decir una vez a un mercader. De hecho, sus edificios son siempre abiertos por el techo para que puedan verlos desde las alturas los grandes dioses y diosas de su nación. 

Pero el recibimiento no es precisamente agradable. Al llegar a un puesto de guardia, un grupo de soldados me para y me empiezan a hacer preguntas. 

– Avar Hodeth no está en casa. !Lárgate inmediatamente si no quieres problemas!

Poco más tengo que decir, así que retorno a la ciudad de nuevo y decido entrar en ella por la puerta de Tetsu. 

ENTRADA 4 (280-10 FL4)

La ciudad es enorme y hay gente de todos lados. Allí se mezclan los mercaderes procedentes de las altas estepas con los viajeros del norte, del Fin del Mundo y los de Sokara al sur. Me quedo en una fonda pequeña y bien dispuesta cerca de la puerta de la ciudad. Al parecer en el norte hay dragones, uno de ellos el que da nombre a la puerta. 

La ciudad, según me cuenta la dueña de la fonda, está gobernada por un Señor d ela Guerra, un Daymio, Kumonosu. Pertenece al clan de la Lanza Blanca. La ciudad fue creada por el mismo clan cuando se vieron obligados a huir en la guerra civil de Akatsurai (la isla). No les dejaron entrar en Sokara pero al norte, en la costa tras la Espina de Harkun, tan solo había nómadas de las estepas de manera que fundaron la ciudad y conquistaron territorios por las armas. La ciudad está en contínua pugna con Akatsurai, que no deja de atacar sus barcos e intentar atraerse la ciudad a su entorno, pero Kumonosu lo evita. 

El estilo de los edificios es propio de Akatsurai, con techos elevados en sus puntas como pagodas, jardines y puentes que parecen invitar a relajarse. También se ven soldados y samurais por la ciudad, y los guardias se mantienen alerta continuamente. 

Mientras disfruto de la ciudad me pregunto si podré sacar de algún banco los dineros del Bardo depositados en Yellosport. Por lo menos habría 400 shards. Eso me permitiría comprar una casa e intentar comerciar. También tengo que visitar los templos. 

ENTRADA 5 (10-220 FL4)

Me he levantado esta mañana temprano y me dirijo al gremio de mercaderes. He desayunado en una taberna de inmigrantes d ela estepas, leche de algún animal estepario y quesos de diversos tipos, así como bolitas de carne de cordero y leche de yegua fermentada. He salido casi dando tumbos. Sube el alcohol. 

Me acerqué al Gremio de Mercaderes, un domo de piedra roja ricamente decorado por dentro y por fuera con alfombras de colores y dibujos, así como muebles. Me recibió una chica de rasgos orientales y me hizo pasar a una especie de habitación que asemejaba una tienda de campaña. Allí estuve una hora degustando comidas hasta que vino un hombre de ropajes de colores y pelo negro. 

ENTRADA 6 (600 FL4)

El hombre se sentó delante mí y sacó unos documentos de un tubo de madera. Me miró inquisitivamente. 

– Un largo viaje, Sr. Mazarbul – aquello parecía más una pregunta. 

– Así es. Yellosport está lejos y gracias a los Gremios es posible que viajeros como yo podamos recurrir a nuestros ahorros con éxito – el hombre asintió. 

– Mazarbul San, cuenta usted con 107 shards. Desea sacarlos?

– La verdad es que no lo se. Pensaba que era más. Sería posible hacer alguna inversión. 

– Siempre es posible invertir – y sonrió – pero no siempre ganar. Le pasaré con otro compañero que entiende más de inversiones que yo. Disculpe.

El hombre hizo una reverencia y se marchó. Una chica entró y me rellenó la leche fermentada. Me fijo en una enorme tela que decora el lugar. Es un plano del norte. Desde la espina hasta las Murallas del fin del mundo. Veo los colinas de gemas y el Templo de Xino, y al sur de Yarimura la península de Nerech. No estaría mal hacer una visita a los Hombres-bestia por su recibimiento, cuando crezca en poder mágico. 

– Por cierto, dijo el hombre volviendo a entrar de nuevo. Quizá le interesara dejar algo de dinero para un rescate. Un hombre como usted será consciente de que los piratas pululan por los mares, y que muchas veces la única forma de escapar a una muerte cierta es pagando. 

Y volvió a desaparecer. 

Pero claro, para eso hay que contar con fondos, pensé. Quién sabe si los piratas tienen una sucursal aquí. Banqueros…

ENTRADA 7 (526-355 FL4)

La chica me condujo a un hombre que estaba sentado en otra tienda de campaña. Ésta era mucho más rica que las otras, lo que era decir mucho. Había muebles de todo tipo y factura, algunos completamente nuevos para mí. Me acerqué a una repisa con decenas de cacharros: espadas, armas, trozos de oro y minerales. Algunos tenían extraños colores y formas diversas, azules, rojos, dorados. También había animales disecados, libros de multiples formas: cuadrados, grandes, de media luna…una gran lámpara colgaba del techo e iluminaba la estancia. El mercader se afanaba en sus cuentas. Me hizo un ademán y me indicó que me sentara. 

– Básicamente mercadeamos con todas las naciones – me dijo con su acento del interior -. Y cualquier tipo de mercancía que genere valor. Usted nos presta dinero e interviene en nuestros negocios. 

– ¿Qué suma me llevo? – pregunto. 

– Depende – y sonríe -. También se puede perder. Hay barcos que naufragan y negocios que no se cierran. Es cuestión de suerte también. Un 10%, 20%, el doble o quizá más. 

Me viene en ese momento el recuerdo de Yellosport de cuando fui bardo. Hubo un código, Almanac, que quizá podría darme dinero, pero para eso debería ir a Yellowport y regresar. Aunque para una suma pequeña quizá no trajera cuenta. Lo suyo sería algo grande. No se…estos banqueros no dejan de escamarme. 

– Ah – y me señala con el cálamo con el que escribe -, las participaciones son de 100 en 100 shards. No lo olvide. 

Me levanto agradecido (él ni me mira, sigue con la nariz en sus documentos) y me marcho de su tienda. 

Decido dejar los 107 shard en el banco más 37 shards más. Me las apañaré con 30 de mi nueva vida. Comprar una casa cuesta aquí 150. Lo dejaré para cuando sea capaz de ganar un poco más. 

Paso el día dando una vuelta por la ciudad y los alrededores del Gremio. Me planteo si acercarme a palacio del Daimyo pero viendo los marcial que es todo quizá estuviera cometiendo un error. En mi anterior vida unos soldados me esquilmaron lo que llevaba. Quizá me acerque a los templos.

ENTRADA 8 (10-33 FL4)

Me acerco al templo de Tambu, el Dios de las Estepas. Es un edificio con forma de tienda de campaña, pero hecho en madera. El dios protege a aquellos que cruzan los enormes campos que hay al norte de la espina de Harkun. Es el dios de nómadas que atraviesan enormes extensiones. El templo está decorado con todo aquello que necesitan en sus viajes: mantas, animales (los tienen disecados) e incluso es representado con forma de caballo o de mula pero vestido a la usanza nómada. En medio del templo hay una enorme palo o columna con inscripciones. Allí se representan las estrellas, los vientos y la nieve. También figuran las luces del norte, ya que cuando brillan en el cielo danzan para el dios Tambu los espíritus de la Tierra, los Cielos y del Agua. La mayoría de la gente son nómadas que vienen en peregrinación después de haber recorrido un largo camino, como agradecimiento a haber superado tal prueba. 

ENTRADA 9 (33-457 FL4)

El jefe de los chamanes de Tambu me salió al encuentro. Los acḉolitos encendían pebeteros y escribían plegarias en pequeños trozos de piel que luego entregaban a los peregrinos. A la vista saltaba que yo no era uno de ellos. El hombre, un tipo gordo y bajito lleno de tatuajes se acercó a mí. 

– Bienvenido. Un nuevo peregrino es bienvenido a la casa de Tambu. 

Hice una inclinación de respeto. 

– Una limosna a los sacerdotes del dios siempre es bienvenida. A cambio quizá conozca cosas que tan solo están vedadas a los discípulos del dios ante el que bailan las estrellas y los espíritus indómitos del mundo – su sonrisa me reflejó a un tipo simpático. Quizá tuviera algo que ofrecerme.

Saqué de la bolsa 10 shards y se los entregué. 

ENTRADA 10 (457-345 FL4)

El hombre cogió las monedas con su mano regordeta y me indicó que le siguiera. Me llevó a una pequeña tienda de campaña dentro del Pabellón y me hizo entrar. Me hizo sentar y me entregó unas mantas. Nos arropamos en ellas y sirvió una bebida que no supe de qué era pero que estaba extremadamente fuerte (licor de leche fermentada quizá?). Comenzó a rezar y a tocar un instrumento de cuerda que me recordó al viento de las montañas. Ululaba, y a su son se movían las pieles de la tienda que cerraban la estancia. 

Cuando concluyó me preguntó qué quería saber exactamente. 

– Eres un iniciado, hijo?

– No, honorable Chamán. Mi respeto es para todos los dioses pero acabo de llegar y aún no he sido bendecido o enseñado en las artes de Tambu.

– Puedo indicarte algunas cosas que te pueden ser útiles, viajero. ¿Vas a cruzar las Grandes Estepas donde moran dioses, animales y hombres?

– Posiblemente. No vendría mal que Tambu me asesorara. 

– Tambu se acuerda de aquellos que ayudan a mantener el templo, como tu has hecho. Verás…

ENTRADA 11 (345-671)

– En las estepas, la noche es tan fría que puedes morir congelado. No olvides llevar siempre contigo pieles que te protejan. Y prepárate para una cacería dura y complicada! Nada es fácil en las tierras yermas. Y sobre todo, !Jamás hagas daño a un nómada! Cuál sea! Y sobre todo, !No ofendas jamás a Tambu!

Se levantó con un gesto de enfado y permaneció en silencio mirándome. La sesión había concluido. Salí de la cabaña como si me hubieran timado. No había dicho nada que no supiera. Y aún tenía preguntas que hacerle sobre la Pirámide de Xinoc y la colina de las Gemas. A 10 shards cada una!!! Malditos monjes…

Decido volver a preguntarle, a ver si por el módico precio suelta algo más (lanzo tres dados, si par me dice que sí, si no no: PAR). Vuelvo a entrar dentro y me acerco a él sonriente. 

ENTRADA 12 (345-433 FL4)

– Necesitaría información sobre La Ciudad de Rubí. Puede que mis pasos me lleven allí. En el futuro podría ser de gran ayuda si gano dinero en esa zona. Tambu vería sus servicios recompensados. 

El monje me mira extrañado mientras asperja leche fermentada sobre unos restos sacrificados. 

– Mucha es la necesidad o la insolencia, hijo mío. Pero me has caído en gracia y la diosa Tambu te ayudará contestando a tu pregunta. Pero has de saber que has tenido suerte. El precio de sus bendiciones y conocimientos es más alto. 

Asiento y me coloco frente a él en postura orante. El sacerdote me impone las manos en la cabeza.

– Veo que hay magia aquí. Ese es tu interés. Has de tener cuidado, hay peligro – sus ojos se vuelven blancos de repente -. Durante un tiempo gobernó la ciudad Targdaz el Magnífico, un hombre de grandes cualidades mágicas y respetuoso con las deidades y con Tambu. Pero un nigromante, Shazir, conjurador de demonios de las Tierras de Los Diablos del Sur, logró con malas artes amarrar su poder y encerrarlo en la ciudadela. Aquel que  logre liberarlo obtendrá riqueza y poder. 

Me miró: quizá tu, viajero poderoso, seas el que libere a Targdaz de su maldición. 

Y se quedó callado, con los ojos cerrados y las manos en actitud orante. 

Aproveché para salir silenciosamente. Mi cabeza daba vueltas. Allí había claramente un objetivo. Tendría que ver qué hacer. Quién sabe lo poderoso que Shazir podría ser. ¿estaría yo a su altura?

ENTRADA 13 (33-291 y 388 FL4)

En la entrada pregunto a otro sacerdote el coste de las bendiciones de Tambu y en que consisten. Me dice que son 60 shards convertirse en iniciado, y 10 shards una bendición que me ayudará en SCOUTING, ya que la diosa vela siempre para que sus hijos no se pierdan en las grandes llanuras. 

– La diosa Tambu vela por todos, de manera que si no eres un iniciado el coste será de 25, pero te ayudaría de todos modos. 

Le agradezco la información y abandono el templo de ladrillos rojos y cúpula con un agujero en el centro. Quizá haga una visita al otro templo, el de los Akatsukai. O a la enorme torre que se divisa un poco más allá: La Torre de Bakhan.

ENTRADA 14 (10-199 FL4)

Como suponía la enorme torre que se alzaba orgullosa más allá del templo de Tambu es la residencia de un mago. Podía oler la magia desde donde me encontraba. La torre tenía numerosas entradas y era circular, con la punta redondeada, en forma de bala. A su alrededor la circundaba helicoidalmente una escalera con pasamanos que permitía, siempre desde el exterior, el acceso a varios niveles y plantas. 

Me acerqué a la puerta, ante la mirada de numerosos transeuntes que se preguntaban sin duda qué estaba haciendo, si era un turista despistado o alguien buscando algo en aquel extraño lugar. La primera planta estaba decorada con gárgolas monstruosas que miraban inquisitivamente. Intenté algunos pases pero sin éxito. Aquellas eran estatuas sin más, pese a su apariencia real. La puerta sin embargo no se abrió, así que decidí subir por la balaustra y contemplar el paisaje que me ofrecía aquel edificio.

Desde allí podía ver el Templo de Tambu, rojo y rodeado de tiendas en torno, como un remedo de los campamentos de las estepas. El movimiento de personas era mucho a cualquier hora del día, ya que en esa época venían todo tipo de peregrinos del interior. Junto a la entrada de la ciudad tras el templo (¿puerta del viento?, se encontraba el mercado de caballos. Un lugar que tendré tarde o temprano que visitar si quiero marchar al interior. En dirección a la Puerta Norte, se abría un barrio populoso, La Cocina de los Ladrones, un lugar donde no conviene adentrarse de noche. Y en dirección sur El Templo de los Nuevos Dioses, con sus formas de Pagoda, hechos en madera y con jardines. El templo del dios que trajeron de Akatsurai. Y al fondo, mirando al este, al mar, el tremendo palacio-fortaleza del Daymio y los Jardines de Rossen. 

Tan ensimismado estaba en mi contemplación que no me percaté de una puerta que se abría a mi izquierda en el tercer piso. Entré y me quedé cegado, ya que no había absolutamente ningún lucernario. La oscuridad era casi completa. Descendía las escaleras de nuevo, esta vez desde el interior, y llegué a una estancia principal sumida en penumbras y sombras. Había una mesa enorme  y me senté a ella. 

Un sonido inequívoco se oyó enfrente mía al final de la mesa. Era un movimiento espasmódico, como de un animal, acompañado de un gorgoteo y un silbido. Me puse en tensión e intenté buscar una salida. Pero no vi ninguna. Las puertas de alrededor estaban cerradas. El sonido se hizo más intenso, e iba acompañado de quejas y murmullos, e inclusos de lamentos. Intenté ver algo pero era imposible. La magia debía operar al fondo porque era incapaz de atravesar con mi vista cierto espacio desde donde llegaban los ruidos. 

– Mi nombre es Bahram – dijo algo que se encontraba en cuclillas, de aspecto deforme y envuelto en unas túnicas voluminosas. Las ropas se movían como si hubiera algo o alguien en el interior y los ruidos extraños y líquidos llegaban hasta a mí poniéndome la piel de gallina -. Estoy maldito – me dijo la voz, ligeramente diferente esta vez a la anterior -. Mi cuerpo cambia una y otra vez casi cada hora, obligándome a contorsionarme y hacer movimientos muy dolorosos. Tomo formas, que,  si las vieras, aniquilarían tu alma en un segundo, viajero. 

Di un respingo al escuchar un crujido de huesos

– Tranquilo. Nada has de temer – me pareció oír una sonrisa ahogada por estertores -. Llevo buscando algo que me quite la maldición de encima desde hace años. Métodos que la magia quizá no admita. Ni siquiera mi poder puede eliminar esta enfermedad que me – un crujido ahogó sus palabras -…en fin…quizás puedas ayudarme…

– ¿Cómo? – le pregunté. Hasta donde sabía no era capaz de curar una maldición. La nigromancia no estaba dentro, por ahora, de mis habilidades. Jugar con muertos no e sun juego fácil y sencillo. 

– Ayudándome a conseguir ciertos…materiales.

– Si puedo lo haré – le dije. 

– Te recompensaré viajero desconocido. Tenlo por seguro. De hecho, por un módico precio, digamos que 100 shards, estoy dispuesto a librarte de la maldición de Shadar

– La maldición de shadar? No suena bien. ¿No era ese un antiguo imperio de niglomantes, un rey-brujo que erigió la Pirámide de Xinoc?

-Si…

– Pero por fortuna no he sido maldecido

Una risa afloró a su cuerpo cambiante, acompañado de un silbido. 

– Verás – croó – lo que necesito es….una mano bruja y unos hongos parlantes. No son fáciles de conseguir, pero pareces un tipo valiente. Si los trajeras aquí podría librarme de esta maldición. 

– De acuerdo – asentí -. Si la fortuna o el destino me hiciera dar con ellos, tenga por seguro que así lo haré. 

– Gracias…ahora creo que voy a volver a transformarme. Será mejor que salgas…no es una agradable visión. 

Así hice. Las puertas se abrieron como por arte de magia y volví al sol de la ciudad de Yarimura. Pensé qué hacer. Las callejuelas estrechas daban un respiro al calor de esa hora y los tenderetes de comidas invitaban a tomarse algún refrigerio. Sin darme cuenta caminé hasta llegar a una plaza notablemente diferente a la construcción del templo de Tambu, era la Plaza de los Nuevos Dioses. 

ENTRADA 15 (10-58 FL4)

Era una enorme plaza ovalada y en el suelo había un mosaico con teselas de colores que dibujaba el rostro oriental de una mujer radiante como el sol. Era la Diosa mayor del Panteón de Akatsurai. A su alrededor había templos magníficos con torres espejadas y tejados a dos aguas que relumbraban al sol. La plaza estaba abarrotada de samurais, nómadas, sacerdotes diversos, hombres santos, mercaderes ambulantes, mercachifles…una abigarrada fauna que entraba y salía de los numerosos templos. 

– Eh, amigo – me habló un vendedor joven, casi un chiquillo -. ¿nuevo en Yarimura? 

– Efectivamente – le dije animosamente -. ¿Porqué no me explicas un poco a quienes están dedicados estos templos mientras me tomo algo?

– Prueba estos pasteles de arroz y carne. Combinan lo mejor de Akatsurai y de la carne de yak. Un bocado exquisito, amigo – y me ofreció en un pequeño plato un pastel que estaba exquisito. 

– Caray, muy bueno! – exclamé.

– Acompáñalo amigo con un poco de esta bebida de arroz y jengibre. Leche dorada la llaman. No tiene alcohol. 

– Gracias

– Fíjate en esos tejados.

Miré los tejados de los templos, cuyas esquinas estaban levantadas al estilo oriental y se escalonaban en diferentes niveles. Las puertas y ventanas estaban hechas de bambú, dándole un aire ligero, de colores rojos y dorados.  

– ¿Qué les pasa? – pregunté intrigado. El chico rió divertido. 

– No hay ninguno que sea número par. Cuéntalos.

Así hice y no encontré ninguno. 

– Se trata de una antigua tradición de la isla de Akatsurai. Sólo niveles impares. Ese templo enorme que preside el resto es el de Nisoderu, La diosa del Sol Naciente, y reina del Panteón. Es la más grande de todas, en fuerza y valor, y en dones. Su imagen es la que ves en el suelo. 

– ¿Y aquél? – y señalé un templo de donde salñian y entraban soldados y samurais de katanas afiladas y cascos. 

– Juntoku, el Dios de la Guerra…y el de allí, el que parece que se va a caer…- y así era, el edificio, debido a una ilusión óptica, parecía a punto de desmoronarse, pero era una ilusión si se fijaba uno bien. Era la disposición de los escalones y las ventanas con respecto al resto de edificios…- Nai, el que envía Terremotos – y el chico escupió a un lado. 

– y aquel del fondo, el más oscuro, en sombras?

– Amanushi, el Dios de la Noche. No suelo acercarme mucho allí. Me da miedo. La noche es para dormir. No trae nada bueno estar despierto. 

– ¿De dónde eres?

– De aquí, de la ciudad. Pero mi padre era una samurai que acabó siendo un bandolero. Lo ejecutaron hace tres años. Mi madre es de las estepas. Viene esta tarde a sustituirme. 

– Lo siento.

– No importa. Tampoco nos hacía caso a mi y a mis hermanos. Estaba en una venganza porque mataron a su señor. Su honor era lo más importante. Por cierto, si eres un sacerdote podrías acercarte al templo de la Diosa Nisoderu. Creo que buscan a alguien que les ayude. Algunas sacerdotisas suelen desayunar aquí por las mañanas y las escucho. 

– Gracias, me acercaré.

ENTRADA 16 (58-89 FL4)

– !Espere! Le acompaño. El chico llamó a una chica del tenderete de al lado y le dijo que se quedara al cargo -. Venga por aquí. 

Me condujo al Templo de la Diosa Nisoderu. Al acercarnos oímos unos cánticos. Entramos al templo, dispuesto en torno a una plaza en cuyo centro había un santuario lleno de lamparillas de colores encendidas. Un centenar de monjas, con amplios vestidos de colores y sombreros de ala ancha, canturreaban salmódicamente una letania. Imágenes de la diosa, en bustos y pinturas se encontraban esparcidos por doquier. Todas representaban a una mujer de bellas facciones y de gran belleza. También las monjas más jóvenes parecían escogidas por su belleza. 

Paseamos por la plaza. 

– ¿Qué están cantando? 

– quieren que los muertos vuelvan a la vida – me contestó el muchacho. En ese momento se acercó una sacerdotisa. 

– Mi amigo, hermana, es un poderoso sacerdote…

Me eché a reír. 

– En ese caso sea bienvenido, necesitamos de sus servicios – contestó la muchacha. 

– Lo siento hermana – le aclaré -. Mi pequeño amigo me quiere demasiado bien, pero no soy un sacerdote. Al menos no por ahora. 

La mujer pareció desilusionada. 

– Aún así podemos ofrecerle bendiciones, convertirse en un iniciado o incluso…- y bajó la voz – ofrecerle un medio de resucitar…si lo necesita. 

El chico abrió los ojos asustado. 

– Espérame aquí – le dije. 

ENTRADA 17 (89- 268-223 FL4)

La mujer me llevó al interior, a una zona cubierta con una piscina. Asientos con imágenes de la diosa estaban dispuestos alrededor de ella. Y multitud de velas iluminaban el lugar. 

– Aquí un hombre puede volver a nacer. La muerte, extranjero, es tan solo un ciclo y puede ser repuesto por nuestra amante diosa, reina de la belleza y de la piedad y misericordia. Cualquier muerte – y me miró a los ojos -, cualquiera sea, tendrá una restauración. Su coste es de 200 shards si es un iniciado, o de 800 shards, si no lo es. 

– Creo que se sale de mi presupuesto actual. 

– La vida no tiene precio viajero, sobre todo si ha de viajar al interior. La muerte acecha. Aquí estará seguro. 

Me encogí de hombros y le saqué la bolsa de dinero. La mujer asintió a mi movimiento. 

– Pero quizá una bendición sea posible – continuó -. Podemos mantener una bendición periódica por 25 shards o 10 shards si fuera iniciado en nuestros misterios. Le otorgaría SANTIDAD (reroll), algo que puede venirle bien dependiendo de adónde vaya. 

ENTRADA 18 (223-125 FL4)

– ¿Y cuánto costaría ser un iniciado de la Diosa Nisoderu?

– 50 shards tan sólo. Una ganga – dijo sonriendo. 

La miré y volví a sacarle la talega con el dinero. La chica estuvo a punto de romper a reír. 

– Su pequeño amigo, el vendedor, puede que esté inquieto. Guarde algo para él.

Asentí y salí haciéndole una reverencia. 

En el patio me esperaba el vendedor.

– ¿Qué, amigo, está contento? ¿consiguió alguna bendición de la diosa?

– Anda, llévame al templo de la Noche al de…

– Amanushi! Eso está hecho. Sígame. 

ENTRADA 19 (58-194-334 FL4)

Nos dirigimos al templo que se encontraba más escondido. Una enorme cúpula cerraba el edificio, pintada de negro por fuera y en el interior con cielos de color azul y estrellas del firmamento. Amanushi es el patrón de los ladrones, de los que andan en la sombra y de la noche. Según la tradición era venerado por los ninja, samurais que hacen del combate y el subterfugio una religión. Los asesinos le rinden culto, y a menudo entregan como exvotos dagas negras. Además es el  dios protector del regente, ya que la casa de la Lanza Blanca le rinde culto desde que se encontraba en Akatsurai. Muchos akatsureses vienen aquí a menudo. 

En aquel momento había una docena de personas orando en círculo. Todas vestidas de negro y con la cara tapada por una capucha y un antifaz. El silencio era tan brutal que por un momento pensé que no eran sino meras estatuas. Dagas, espadas y todo tipo de armas decoraban algunos frontales ante los que se arrodillaban aquellas personas. No era un culto que fuera tolerado ampliamente en otras tierras, pero la casa del regente era muy devota de sus servicios. 

De pronto, un hombre se plantó junto a mí y el muchacho vendedor como por ensalmo. No pude adivinar que llegaba en ningún momento. Iba de negro y con los ojos pintados. El símbolo de la casa Regente estaba bordado en su kimono. 

– Bienvenido joven forastero – me dijo con una voz melodiosa que parecía acompasarse con el silencio -. No es habitual recibir en el Templo del Dios de la Noche a un hombre que no sea originario de Akatsurai.

El hombre llevaba las manos en las mangas y se movía a mi alrededor. Pensé que más que un monje parecía una cobra a punto de saltar. Posiblemente en su vida anterior fuera un sicario o criminal y, ahora, viva como sacerdote de Amanushi sus últimos días. 

Los penitentes, pues eso eran al parecer, se levantaron y comenzaron una danza a nuestro alrededor. El joven mercader se pegó a mí visiblemente asustado. Giraban dando saltos y haciendo cabriolas, fingiendo una lucha, golpes y paradas. Permanecí en silencio observando aquella manifestación de fuerza.

– Nuestros iniciados manifestaban una devoción por el Señor de la Noche que es digna de encomio. Dicen que el Regente de Yarimura viene aquí con el rostro oculto a realizar sus plegarias como un hermano más de la Daga Negra. Quizá ahora mismo esté entre nosotros, observando. Por un módico precio, 50 shards, podríamos iniciarle en los misterios de la Noche, de la Oscuridad, y beneficiarse de sus dones. Le permitirán ser un…ladrón…alguien con mayores posibilidades de pasar desapercibido de lo normal (THIEVERY). A nuestros iniciados, una bendición tan solo les cuesta 20 shards. 

Por un momento pensé si ser iniciado en la orden me beneficiaría si fuera al Palacio del Daymio. Posiblemente fuera así, habida cuenta de la devoción por Amanushi. Pero mi misión se interna en la magia, no en ser un guerrero. 

– Pero por 35 shards y sin ser un iniciado, el señor de la noche le otorgaría la misma bendición, ya que no hay criatura que no tenga en su corazón algo que ocultar ni enemigo con el que acabar – y nos ofreció su mejor  sonrisa de hiena -. Ah, y cualquier templo de la Noche le abrirá sus puertas si necesita más dones del dios que impera oculto en su casa celestial – y señaló el enorme domo plagado de piedras brillantes y joyas que semejaban estrellas en el firmamento. 

– La generosidad del Señor de la Noche es realmente admirable – le dije regalándole los oídos -. En estos momentos no creo que me haga falta su ayuda, pero algo me dice que quizá en el futuro nuestros caminos se crucen y deba pedirle un favor. 

El anciano se encorvó a modo de saludo. 

– No se demore – y sonrió relamiéndose -. El señor de la Noche puede ser requerido por otros…digamos… personas que no le quieran bien. 

Le hice una reverencia y salí del templo preguntándome si se refería a algo concreto o si se lo decía a todos aquellos que no pagaban al señor de la noche. 

Decidí cenar cerca de los templos, en un pequeño garito recomendado por el pequeño comerciante. Al día siguiente continuaría mi periplo por la plaza de los Nuevos Dioses, a ver qué me deparaban los otros dioses. 

ENTRADA 20 (58-462-96-299)

A la mañana siguiente mi pequeño amigo me esperaba con un espeto de carne de yak para desayunar. Me saludó con efusión y me guió a un templo que estaba obviamente dedicado a las artes marciales: el templo de Juntoku. El propio edificio estaba realizado en granito negro y tenía forma de casco. 

– Mi padre era un gran devoto de Juntoku, me dijo orgulloso. Era un guerrero, como el dios. Entrenaba a diario con la espada. Era un hombre noble. Ven, te mostraré al sacerdote. 

Me llevó hasta el templo, pero en lugar de entrar por el espacio central, que tenía forma de tatami o gimnasio que de un templo, me llevó por la parte lateral. Allí había un pequeño sagrario con una espada sobre una llama. 

– Los sacerdotes son fabricantes de katanas. Conocen el arte de fabricarlas hasta hacer que se puedan combar y tocarse la empuñadora y la punta. El monje era amigo de mi padre. 

Un hombre delgado y vestido con ropa de entrenamiento se encontraba sentado frente a la llama, observando. Giró la cabeza y nos vio entrar. 

– Zeo Dhan, se bienvenido tu y tu amigo. 

El chico se acercó a él e hizo una reverencia. El monje le revolvió el pelo cariñosamente. 

– Un amigo de Zeo es un amigo mío, como lo fui de su padre. 

– Tan solo visitaba los templos. Soy nuevo en Yarimura y quizá me adentré en el interior. Nunca está de más tener el beneficio de los dioses a nuestro lado. 

– Aunque esto a veces no es suficiente. Le enseñaría el interior del templo pero en estos momentos están entrenado, o mejor dicho, ofreciendo sus ofrendas al dios Juntoku. Aquí entrenamos el cuerpo y la mente. Es por eso que siempre sus bendiciones se derraman sobre aquellos que acaban alcanzando un conocimiento particular de sí mismos (CHARISMA). Por un donativo de 10 shards si es iniciado, Juntoku hará todo lo posible por ayudarle. Incluso si no es iniciado en nuestro ritual, con una ofrenda al templo de 25 shards, el dios le otorgará una bendición, y será admitido en cualquier templo suyo. 

El monje me cayó especialmente bien. Pasamos la mañana charlando y se mostraba jocoso y jovial. Se veía que quería al chico mercader de la plaza y que tenía una buena relación con su padre. 

A la salida decidí ver el último templo, el de Nai. 

ENTRADA 21 (58-614-267-554)

Entramos en un edificio que para nada tenía la forma estilizada del resto de templos, cuya ligereza y delicadeza constructiva con madera, cristal, y papel decorativo les otorgaban una ligereza casi de jardín. El de Nai, por el contrario, era un robusto bloque, un mazacote de piedra enorme que parecía llevar allí antes de que la propia Yarimura se construyera. Tenía un aspecto tan sólido que pensé en que era imposible derribarlo. Quizá ni siquiera un maremoto. Sus cimientos eran como raíces que se hundían en la tierra, que se agarraban al lugar donde el hombre no puede llegar. 

– Indestructible Señor – me dijo el chico con voz alegre -. Pero el Dios Nai sí es poderoso – y miró a un lado u otro añadiendo en voz baja -: provoca catástrofes tremendas que provocan cicatrices en el suelo y destruyen ejércitos y ciudades enteras. !Es el culpable de los terremotos! – y acompañó sus palabras con un gesto grandilocuente y un sonido de montañas rompiéndose. 

– Entremos a hacerle una visita pues. 

El interior era amplio y en las paredes había dibujos de lugares que habían sido destruidos a lo largo de generaciones debido a los continuos embates de los terremotos. En la parte principal había una estatua de bronce enorme cuya cabeza tocaba el techo: un guerrero en posición de disparar una flecha. 

– También le piden los guerreros que les preste su fuerza para atemorizar a los enemigos. Los arqueros le rinden culto. Y en su día – y me llevó a un lateral de la estatua – se organiza un festival. Los monjes ascienden por el interior y tocan unos tambores de metal y piedra que provoca un rugido que, dicen, asusta a los demás dioses, pero a él le aplaca. Es el más poderoso, el imbatible. ¿Cómo iban los demás dioses a luchar contra él? 

– ¿Y cuánto cuesta iniciarse en sus misterios?

– 50 shards, pero te costarán más baratas las bendiciones: 10 shards. O 25 si no eres iniciado. 

– ¿Y en qué te ayuda?

– Combate cuerpo a cuerpo (COMBAT). Los guerreros le piden ayuda y él se la concede. Su poder es inmenso. 

– No es mala cosa. Nunca se sabe si puede uno necesitar la ayuda de un Dios como Nai. 

– Así es. Quizá a mi padre le habría venido bien que le ayudara – y una sombra cubrió su mirada. Le cogí por el hombro. 

– Hay tantos dioses Zen que habría que ser rico para aplacarlos a todos y ni eso te garantizaría el éxito. Anda, vamos a tomar algo. Acerquémonos al puerto. 

ENTRADA 22 (58-141)

Desde la Plaza de los Dioses cruzamos la ciudad por detrás del Palacio del Daymio. Feroces guerreros akatsurai montaban guardia cada ciertos tramos, siempre en atenta observación y vigilancia de los viandantes. El aire salino llegó a nosotros antes que la visión del puerto, una multitud de puertos donde había enormes barcos atracados. Las mercancías se descargaban en enormes carros que se dirigían al interior de la ciudad. Había barcos de guerra aparcados más lejos, en zonas a donde no pude tener acceso. Soldados del Daymio protegían cualquier intento de entrar siquiera a verlos. 

Comimos algo en una cantina que descargaba maderas y sedas y luego anduvimos por los diques viendo las banderas de las diferentes naciones ondeando al viento frío de Yarimura. El mar estaba oscuro y traía ecos de tormentas del interior. Por un momento recordé mi llegada y cómo pude salvar el pellejo por los pelos. 

El puerto se cerraba por la Barrera del Mar, una enorme muralla que protegía la ciudad y que en lugar de puertas tenía unas enormes cadenas y rastrillos con sistemas de poleas articulados por la fuerza de cientos de esclavos que parecían hormigas diminutas afanándose. Su olor a sal y sudor alcanzaba los últimos diques de atraque. Aquel puerto era en principio inexpugnable. Más allá quedaban otros puertos y pantalanes, para aquellos buques que tenían que esperar el permiso de entrada, el cual podía demorarse si los inspectores creían conveniente hacer una inspección a fondo. En un pequeño istmo se alzaba el faro de Zhang, la luz que vi cuando braceaba por mi vida en el mar. 

En un pequeño edificio fuertemente armado se encontraba la oficina del puerto. La gente salía y entraba continuamente. Inspectores acompañados de dos guardias volvían de inspeccionar barcos de diferentes nacionalidades. Algunos capitanes se llevaban las manos a la cabeza al oir las cuantías que tenían que pagar. Los representantes de los importadores se afanaban por que les redujeran  los impuestos y les permitieran entrar las mercancias.

Entré y subí unas escaleras adornadas con unos bustos que no supe si eran del rey regente o de algún dios. Multitud de oficinas se abrían a lo largo de corredores. Unos funcionarios vestidos con kimonos azules y coletas recibían a todo el mundo. Esperé un poco en una de las colas y me recibió un agente naval. En lugar de una oficina al uso nos sentamos en el suelo sobre un tatami de madera. Una espada y un cuchillo corto estaban dispuestos entre él y yo. Me acuclillé e hice una reverencia. El hombre me dio una tarjeta. Me explicó en breve como estaba constituido el puerto y los precios de comprar una embarcación y llenarla de mercancía. 

– Te recomiendo el mercado de la Seda si quieres enviar mercancía. Allí puedes comprarla. La embarcarías y la venderías en diversos puertos – sonrió malévolamente cuando me explicó que para llegar a Akatsurai debía de pagar sobornos y cambiar de bandera -. Nuestra nación no se lleva bien con esos…tiranos. Nuestras mercancias son confiscadas habitualmente por sus funcionarios. Mejor es trabajar bajo cualquier otra bandera. Pero no te preocupes, ya me encargo. 

Le pregunté por los pasajes en algún buque. 

– Los únicos destinos que tenemos actualmente son Yelloport y Chambara por 65 shards – por un momento intenté localizar Chambara mentalmente pero no supe enclavarla. ¿Quizá la Isla de los misterios que aparece en los mapas? -. El primero en el sur, en Sokara, y Chambara…la imperial Champara…en Akatsurai – dijo como si me hubiera leido la mente. 

– ¿Y qué coste tiene comprar un barco?

– Depende. Una barcaza 250 shards, un bergantín o goleta 450 shards y un galeón 900 shards. Cada uno permite diferentes cantidades de carga: 1, 2 o 3. También le digo, Mazarbul San, que no existe buena tripulación en Yarimura. Al menos no tan buena como en otras regiones. 

Me despedí del funcionario, que me dio razón en el mercado de la seda. 

Salí con mi pequeño amigo y nos dirigimos al mercado. Por el camino visitamos algunos parques y avenidas de la ciudad. 

ENTRADA 23 (58-252)

El mercado estaba situado en la zona norte junto a la muralla, tras una de las torres vigías del puerto. Unas galerías cubiertas a lo largo de la muralla permitían el traspaso rápido de mercancías a los puertos de atraque. El mercado estaba dividido en sectores, cada uno con un edificio o nave donde se amontonaba  y se guardaba el género. Recorrí con el chico los diferentes puestos, cada uno ofreciendo las mercancias. Un barullo enorme de personas, al parecer agentes, compraban y vendían continuamente. Sus voces se alzaban sobre las de los espectadores haciendo señas con las manos. 

– Es un lenguaje – me dijo el chico -. Una mano es un cargo, un dedo un 25%…y así. El puño arriba en La ciudad Imperial de Akatsurai y el pulgar abajo la región de Sokara. 

Pregunté por los precios de venta y compra. La variación máxima eran 100 shards y la mínima unos 20 ó 30. Había de todo: grano, pieles, minerales, metales, seda, etc. Me pregunté cuánto sería su precio en Chambara y Yellowport. Lo más caro eran las especias. Un solo cargamento costaban 900 shards y lo más barato era la madera. Montar una barcaza podría salirme bastante caro. El barco sería entorno a 250 y las pieles o madera, lo más económico, unas 120 shards. Y luego la tripulación. Los 500 no me los quitaba nadie. Pero quizá en el futuro fuera interesante si gano más dinero. Las pieles costaban unos 100 shards. Interesante si partía hacía el interior. La advertencia del Dios Tambu sobre el frío de las estepas resonó en mi interior. 

Observamos las mercancías y hablamos con los comerciantes. Con diferencia al sur, que eran productos manufacturados, aquí parecía que fueran materiales básicos: madera, pieles,especia, grano, metales… 

Comimos en un puestecillo y regresé al albergue. 

ENTRADA 24 (10-77)

El chico me recogió al día siguiente. Me había levantado temprano y estuve haciendo un mapa de la ciudad con ayuda de la dueña del albergue. La mujer me estuvo comentando todos los lugares que me faltaban por visitar. Al sur, pegado a la muralla que limita el palacio del Daymio y limitando al oeste con la muralla de la ciudad que da al mar, al sur del puerto, hay una zona que denominan el sector sur, o el sector de los extranjeros. Decidí dar una vuelta. Quizá se abriera alguna oportunidad. 

Anduvimos un rato y nos introdujimos en un barrio muy poblado y con casas de diferentes estilos y habitantes de todos lados. Había gente del sur y de más allá de las islas del oeste. Algunos tenían la piel roja, otras negra e incluso verde. Había tal revuelo que pareciera que nos encontráramos en otro lugar en lugar de Yanimura. 

El chico se paró a hablar con algunos viandantes señalándome. Los saludé con la mano y me indicaron un local que estaba en el fondo de unas callejas de difícil acceso. 

El Descanso del Nómada – me dijo el chico -. Es una taberna. Podemos comer allí. 

Me pareció buena idea. Ningún sitio mejor que una taberna para escuchar rumores y entablar amistad con los lugareños y no tan lugareños. Siempre podrían tener noticias de lugares distantes. 

ENTRADA 25 (542)

Casi nos perdimos en los callejones del sector sur buscando la taberna, hasta que un sureño nos indicó una puerta de color azul alumbrada con dos luciérnagas de mar en el interior de unos envases de vidrio. Eran conocidas como fantasmas, pues emiten un gas que forma caras y rostros dentro del envase al tiempo que iluminan el lugar. Nos abrió un hombre enorme, con la cara picada y un ojo hinchado. Debía ser un esclavo porque hizo una reverencia y nos dejó pasar al interior. 

El lugar era enorme, con salones conectados y camareros y sirvientes yendo de un lado a otro. Había lugares cerrados, con piscinas y música y otros abiertos donde la gente se arracimaba en torno a mesas de todos los tamaños. Una enorme chimenea daba calor a la zona central, y algunos músicos deleitaban el almuerzo de los clientes. 

Nos sentamos mi pequeño amigo y yo en una pequeña mesa encima de una entreplanta que nos permitía tener una vista de todo el local. Un camarero recogió nuestros abrigos y nos sirvió algunas frutas ácidas para tomar con crema de yogur. 

– Los señores han de saber que tenemos un servicio de descanso donde los clientes pueden recuperarse de un largo y peligroso viaje, por el módico precio de 1 shard diario.  

– Bueno es saberlo – le comenté -. Pero hasta ahora mi viaje no me ha llevado muy lejos de Yanimura. 

– Las fronteras de Yanimura y sus muros, protegidos por el Daymio regente, son una bendición y remanso de paz para los extranjeros – y señaló a todos los clientes que había en el establecimiento -. Por eso somos valorados. Pues en el exterior las penurias aguardan a quien transita por las vastas tierras donde el Dios Tambu lanza sus bendiciones. Les recomendaría nuestras comidas ligeras, son un surtido de lo que puede encontrar en las islas de Akatsurai y en el interior. 

Asentí y pedimos varios platos. El chico comía con fruición, hablando continuamente de qué era esto o aquello. Me preguntó por dónde había viajado y le comenté que estuve en el sur, en Yellowport. 

– Un sitio pestoso – comentó frunciendo la nariz con disgusto -. Mi padre estuvo ayer por un trabajo y me contó que el río era amarillo y olía a huevos podridos – tomó unos huevos de ave roc enano, de color negro con motas blancas, y se los comió de un bocado -.

– Sí. No es un lugar donde el gremio de perfumistas tenga mucho trabajo. Luego viajé por la costa del sur y visité incluso un templo de sirenas y tritones. Pude zambullirme y robar un collar muy, muy valioso – le comenté en voz baja, como si estuviera haciéndole una confidencia -, y nadé durante días en el mar como un tritón, sin sacar la cabeza del agua, gracias a la magia de una sirena. 

El chico abrió los ojos de par en par. 

– ¿Existen tritones y sirenas? – preguntó olvidándose de los huevos re roc -. 

– Sí, y hombres- escorpión. Vencí a uno en un combate. Si te soy sincero, aún no me lo creo. 

Un hombre risueño y bastante bebido se acercó a nosotros. 

– Disculpad, soy Zhorted, un mercader de las estepas. No he podido dejar de escuchar la historia de este singular viajero. Veo que las tierras del sur de la Espina de Hakuna no tiene secretos para vos. 

– Bueno, conozco lo que conozco – le respondí -. Pero siéntase con nosotros. 

– Amables yuhgones sois – comentó el hombre, motivando la risa del chico -. Sí, me sentaré con vosotros. Suelo viajar de un lado a otro de las estepas, llevando mensajes del Daymio y de sus nobles – y rió dando una carcajada -. Aquí están protegidos…sí, pero allí fuera..- y miró a un lado y otro -. No son nada – y nos sirvió una bebida alcohólica de una botella que llevaba, llamó a una camarera y pidió carne picada de diferentes animales para que saboreáramos los platos de diferentes lugares del norte.  

El hombre parecía enajenado, hablando sin parar y mirando a un lado y a otro. El chico lo miraba y reía de vez en cuando pero otras me dirigía gesto como si el hombre estuviera loco. Era un tipo agradable pero parecía un poco fuera de sí. No paraba de reír y contar chistes sobre las mujeres y esposas del Daymio. Hubo un momento en el que, supongo que debido a la gran cantidad de alcohol que había bebido, se quedó en silencio mirando la luciérnaga que teníamos en una lámpara de vidrio en el centro de la mesa. 

– Sabed, Mazarbul San – y volvió a mirar a su alrededor para evitar que le oyeran. Su rostro se puso rígido y serio -. Allí fuera hay peligros – una sonrisa se abrió en su rostro -. Pero también grandes posibilidades – y se llevó un trozo de carne a la boca -. Una vez tuve un socio que se empeñó en buscar tesoros. Y le seguí. 

– ¿Y a dónde fuisteis?

El hombre apartó los platos y sacó un papel. Comenzó a dibujar una línea encrespada de dientes. 

– Esta es la Espina de Harkun. Hacia el este, al sur de las grandes estepas, lindando con Golnir – Me miró fijamente -. Siempre en la zona norte. Hay una ciudad en ruinas, La Ciudad de Las Ruinas. Era una antigua capital del reino de Shadar. 

– ¿El nigromante? – y recordé la maldición de Shadar de la que me habló el mago enfermo. 

– Sí. Ese mismo. Aquel lugar fue parte de su imperio. Mi socio lo conoció por casualidad, huyendo de unos bandoleros. No se atrevieron a entrar. Había grandes riquezas, tumbas, casas y palacios. Pero estaban enterrados y embrujados. Allí fuimos. Y ganamos tantos tesoros que el Daymio es un pobre a nuestro lado. Sí… ¿pero no me crees verdad?

– ¿Por qué no iba a creerte? – le contesté eludiendo la pregunta -. Supongo que tendrás pruebas. 

El hombre se levantó visiblemente alterado. 

– ¿Crees que miento verdad? – y elevó la voz -. !Como todos vosotros! !Shadar no existe!, ¿verdad? – y los clientes de las mesas cercanas empezaron a murmurar y a mirarlo de reojo. 

– Tranquilo, hombre – le tranquilicé -. Yo sí te creo. 

El hombre se sentó más calmado. 

– Os voy a enseñar algo – y metió la mano en una bolsa que llevaba -. Vi demonios, horribles fantasmas que repetían letanías y absurdidades – sus ojos parecieron danzar al fuego -. Pero volví, no como mi socio, que se quedó allí para siempre. Y volví gracias a esto – y dando un tirón sacó una bandera con el signo del fuego y la magia. Rápidamente supe qué era: un estandarte protector. Gracias a él pudo salir con vida de allí, aunque su mente había quedado trastocada por la visión de los muertos y los espíritus -. Aquellos monstruos hubieran preferido anidar en mi interior, pero no. Esto – y lo apretó en un puño-. me protegió de aquellas sombras que se reían. 

El hombre se echó a llorar y al poco tiempo estaba dormido en el diván mientras el chico y yo hablábamos de lo que había contado. 

– Está loco Mazarbul San. Su cabeza no rige – dijo con grandes exclamaciones. 

– Puede ser… o no. 

Terminamos de almorzar y nos dirigimos a su casa, en un pequeño barrio humilde muy cerca de la plaza de los Dioses, donde su madre tenía el tenderete. Me despedí del chico y quedé en verlo en un par de días. Mi intención era dar una vuelta por la Cocina de los Ladrones. Siempre hay rumores que pueden ayudar. Aunque también peligros. 

ENTRADA 25 (182)

Me puse una capa para la fría noche y para embozarme en caso de tener algún encontronazo. Oculté mi espada en ella y me dirigí a la zona norte, La Cocina de los Ladrones. Yanimura estaba parcialmente iluminada. En la plaza de los Dioses o el Palacio del Daymio y alrededores el silencio sólo era roto por el deambular de las parejas de guardias y soldados. Pero acercándose al puerto comenzaba un ruido de risas y personas deambulando mezclado con el olor de la comida callejera. Crucé una puerta y pareció que me hubiera adentrado en otro mundo. Si el resto de la ciudad parecía un centro controlado con mano de hierro, en aquel barrio debían hacer la vista gorda a menudo. Las callejuelas eran sucias y húmedas y las casas se apilaban unas sobre otras con la apariencia de venirse abajo en cualquier momento. Los mendigos y las prostitutas mercadeaban en cada esquina y cada poco se vislumbraba a alguien tirado en el suelo, borracho, o quizá muerto. Las risas salían de las casas así como gritos de discusiones y peleas que de súbito se tornaban en golpes, gritos y lamentos. Al parecer en aquella zona mandaba la llamada Hermandad de la Noche y, según la hospedera, pagaban un tributo al Daymio regente para que los dejaran en paz. Decidí dirigirme a alguna taberna en lugar de pasear por las inseguras calles, no creí que me reportaran gran cosa, sino una puñalada o algo peor. 

ENTRADA 27 (574)

De lejos vislumbré una luz y me acerqué. Un rótulo de madera colgaba con orgullo una mano cortada y seca que daba nombre al establecimiento. Entré a él y todos los parroquianos se callaron de pronto, luego continuaron con su charla en voz baja. Eran todos rufianes y mujeres de mala vida. Me senté a una mesa y le pedí cerveza al camarero, un tipo gordo y calvo al que le faltaba una mano. 

– ¿Nuevo por aquí? – me dijo sin demasiado interés. 

– Sí, vengo del sur. 

– Ah, Sokara….hay muchos por aquí que vienen huyendo de la guerra civil. Aunque aquí siempre vienen los que huyen por una razón u otra – y me mostró el muñón para confirmar sus palabras -. Cortesía de la justicia. Y usted de qué huye?

– De nada – le contesté tajante -. Busco. 

El tipo sonrió y se limpió la mano que le quedaba en el delantal. 

– Pues aquí hay gente de todos lados, de Akatsurai, Sokara y Golnir, aunque igual se topa con gente de las tierras del sur. Muchos vienen en barcos – y se me acercó al oído -: ya sabe…piratas…gente que viene a vender el botín que han obtenido con esfuerzo y dedicación -y rió. 

Se incorporó y me puso una cerveza fría delante, junto a un trozo de carne de Yak. Una barbacoa chisporroteaba al fondo mientras dos chiquillos iban colocando trozos de carne en las brasas. 

– Pero si lo que quiere son… problemas. También los podrá encontrar. Siempre se topa uno con ellos – y miró a un par de tipos que estaban sentados en un rincón -. Y si prefiere compañía…le aconsejo a Darnade, aquella chica del rincón. Es limpia y cariñosa como la que más, no crea nada de lo que dicen las habladurías. Lo de la mano que le falta fue culpa de un marido celoso, no de la justicia. 

ENTRADA 28 (63-109-197)

Tras cenar pensé si dirigirme a alguno de los parroquianos allí presentes, pero ninguno me inspiró la menor confianza. Decidí intentarlo con una pareja sentada en una esquina oscura. El tipo parecía por la pinta un nómada pero con una catadura que dejaba a las claras que no se andaba con tonterías. La mujer que estaba con él era enorme y gorda, con el rostro blanco y el pelo rojo. Me acerqué a ellos sonriendo, con las manos levantadas en un gesto de tranquilidad, pero el tipo se llevó con rapidez la mano al cinturón, donde tenía un enorme cuchillo. 

– Necesitaría cierta informaci… (pierdo la tirada de CARISMA)

Apenas pude terminar mis palabras. El tipo miró a la mujer, que se levantó y se echó hacia atrás mientras el nómada sacaba el enorme cuchillo y arrojaba la mesa entre él y yo. 

– !Estupido! !Vas a saber lo que significa meterse en donde no le llaman!

Hace una finta e intenta darme un machetazo, pero por fortuna logro esquivarlo y golpearle con fuerza en un hombro con la espada (7+3=10, pierde 4 de vitalidad, se queda en 7). El hombre me arroja la capa de piel y me asesta una puñalada baja aprovechando mi ceguera momentánea (9+7= 16, pierdo 6 de vida). me alcanza un muslo, que empieza a sangrar. Aprovechando que está cerca de mí le tiro una cuchillada a la cara y le hago una herida en la mejilla (8+3=11, pierde 5, le quedan 2 de vida). El hombre se echa hacia atrás y se agarra la cara  dando un grito de furia y me arroja el arma, que vuela hacia mí y se me clava en el hombro izquierdo (10+7= 17, pierdo 7 de vida). Aaahh! Aquel tipo tenía buena puntería por todos los dioses. !Pese a la cota de malla la hoja se me ha clavado!. Me incorporo cuando se acerca a mí con la mirada furiosa y jurando por Tambu, y le golpeo en la cabeza con una botella (6+3=10, pierde 4 de vida, no le queda nada). Los cristales se esparcen por el local y el hombre se derrumba intentando alcanzarme, perdiendo el sentido. 

La gente del local me mira y por un momento pienso que van a saltar sobre mí, pero todos vuelven a sus bebidas y quitan sus miradas de encima mía. Observo que la mujer que estaba con él ha desaparecido. Me acerco al nómada, que está en el suelo y le registro los bolsillos por si llevara algo. Las heridas me duelen, tanto la del muslo como la del hombre, aunque esta es menor gracias a la cota de malla. Le saco de una bolsa 12 shards y me los guardo. 

Unos hombres entran en el local pero pese a que el tabernero los intenta calmar parecen buscar a alguien. Muy posiblemente la mujer haya llamado a sus compañeros, ya que visten pieles como él. Me voy hacia una de las salas y una de las prostitutas me llama.

– !Por aquí! – y me señala una pequeña puerta que parece de servicio -. Se lo agradezco y salgo a la calle. Oigo una discusión en el interior y como a hombres corriendo. Echo a andar calle arriba, con paso tranquilo, y me sitúo tras una esquina. Me están buscando claramente. Me interno en las callejuelas de la Cocina de los Ladrones y alcanzo la puerta frente al área del Palacio del Daymio antes de que me pille. 

Llego a la posada agotado. Menuda noche de mierda. Aquellos 12 shards casi me cuestan la vida. 

ENTRADA 29 (10-542)

Dormí regular aquella noche. La herida del muslo no dejaba de doler así que le pedí a la dueña de la posada que me echara una mano. Me limpió la herida pero su aspecto no era bueno. 

– Necesita ayuda Mazarbul San – me dijo mirando la apertura -. Es profunda aunque estrecha. ¿una puñalada?

Asentí con la cabeza. 

– Una visita a la Cocina de los ladrones. 

La mujer ladeó la cabeza en señal de desaprobación

– Supongo que que el otro terminó peor ¿no?

Volví a asentir. 

– Él empezó primero. Aquello es peligroso. 

– Y esta herida también. Tiene que cerrar desde dentro, si no, se abrirá una y otra vez. ¿Conoce la posada El Descanso del Nómada?

– Sí, comí con el chico el otro día allí. 

– Trabajé allí un tiempo. Pregunte por Oras. Es anciano, pero sabe de curaciones. Todo el mundo va allí a que lo curen. especialmente los nómadas. 

– De acuerdo. Gracias. 

La mujer me miró seria. 

– Me las debe. A Tambu no le gusta que ataquen a los nómadas. Él los protege. 

– Ya le dije que atacó él primero. 

– Supongo – contestó, y se retiró a la cocina. Otro cliente requería su presencia. 

En unas horas apareció el chico. Parecía visiblemente preocupado. 

– ¿Se encuentra bien Mazarbul San? 

– Eso parece, pero necesitaría que me ayudaras. Me voy a quedar unos días en la Posada del Nómada. Me tienen que curar esta herida. Ayer tuve un mal encontronazo en la Cocina de los Ladrones. Se curará rápido. 

El muchacho me acompañó a la Hospedería y pregunté por Oras. Era un viejo anciano del interior versado en ungüentos y plantas. Tenía la mirada inquisitiva y rápida. Todo el mundo parecía tratarlo con respeto, hasta el dueño del establecimiento y sus hijos. Decían que fue Jefe de un clan que fue eliminado en guerras tribales y que, hastiado de violencia, decidió dedicarse a curar a los peregrinos y viajeros. Intenté sacarle información sobre algunos lugares, como la pirámide de Xinoc o la montaña de las gemas, pero decía no saber – o no querer saber- nada.

Me miró la pierna y me aplicó una pasta amarilla que escocía como el diablo y me cosió sólo el interior, dejando los labios de la herida abiertos.

– Hay que poner esta crema para que no se sequen los bordes.   La herida debe cerrar así. Llevará días. Espero que no tenga prisa. 

– Solo curarme. Estoy hospedado en el Jardín de Tambu. 

– Ahh – me dijo sonriendo -. La dueña trabajó aquí hace años. Buena persona y muy fiel creyente. Me ayudaba en las curaciones. Le buscaré una habitación. 

– Gracias – le dije. El hombre me miró e hizo una inclinación de cabeza al estilo Akatsurai. 

Permanecí allí dos semanas (13 shards, que me otorgan 13 stamina)). Durante ese tiempo estuve meditando qué hacer. Observé el mapa una y otra vez. Como a todos, supongo, me atrajo la Colina de las Gemas. ¿Sería fácil encontrar allí riqueza? Algo me decía que no, pero quién sabe. Debería también quizá acercarme al Mercado de Caballos. Tarde o temprano tendré que entrar en el territorio, y caballos y pieles me harían falta. Tampoco vendría mal acercarme al Templo de Nai, el Dios de los terremotos quizá me fuera propicio, porque la última pelea me salió cara, y una ayuda no vendría mal. O quizás a la vuelta de la colina de las gemas….demasiadas preguntas…pocas respuestas. 

ENTRADA 30 (10-231)

Me dirigí cuando me encontré mejor al mercado de Caballos, situado detrás del templo de Tambu, junto a la muralla oeste. Había enormes recuas de caballos de todo tipo, desde finos corceles a fuertes percherones acostumbrados a cargar peso durante largas jornadas. Se podían comprar por unidad o lotes completos. Los nómadas miraban unos y otros y discutían los precios sentados en el suelo, en el interior de tiendas o pegados a las murallas. Unas puertas específicas ayudaban a sacar y entrar especímenes, que tenían unas horas de permiso, ya que aunque el mercado era enorme, una explanada llena de cercados y personas, no daban abasto con todo. El chico, que me acompañó, me llevó por los principales distribuidores y lugares de venta. Cuál fue mi sorpresa al ver que junto al mercado de animales había enormes carpas, que supuse en un principio eran de los dueños de los animales, tribus o clanes, pero en realidad eran lugares de venta. Un auténtico mercado de productos terminados. El del puerto era para mercancia a embarcar y éste un mercado de objetos de todo tipo: había armamento, corazas, equipo supuestamente mágico, y todo tipo de objetos, flautas, brújulas, cuerdas, linternas, material de escalada. Los precios estaban por las nubes. Una espada de mejor calidad que la mía salía por 200 shards. Miré una brújula y sextantes, que supuse bien útiles en medio de la pradera, pero salía por 500 sh. Mi economía hacía aguas. Así que decidí hacer una visita a la Colina de las Gemas antes de adentrarme en el interior. 

ENTRADA 31 (10-280)

Ese día empaqueté mis cosas y me despedí de la dueña del Jardín de Tambu. La mujer se deshizo en amabilidad cuando le pagué un poco más de lo convenido. Luego marché a casa del chico, cuya madre me invitó a una comida típica de Akatsurai. Al parecer era ella también oriunda de la isla, y su familia vino con los refugiados que vinieron huyendo de la guerra civil. La muerte de su marido la dejó sin un amo. La mujer de un ronín, y tan sólo sobrevivía por el tenderete en la Plaza de los Dioses y la amabilidad de los templos de la plaza, que solían trabajar con los mercaderes y turistas. El chico insistió en acompañarme, pero preferí dejarlo allí no fuera que se torcieran las cosas. 

– De haber suerte pronto nos veremos. Tenlo por seguro – le dije dándole un pescozón en la oreja -. 

– !Igual viene convertido en rico, Mazarbul san!

– Ja,ja,ja, bueno, mi experiencia me dice que no es fácil desde luego. 

Me dirigí a la Gran Puerta de Tatsu, que parecía esculpida con forma de de dragón. El chico me dejó allí y se quedó mirando y moviendo la mano como despedida cuando me dirigí a las Colinas de las Gemas. 

ENTRADA 32 (426-39)

Me encaminé al sur con un grupo de mercaderes de vino que se dirigían a vender mercancía al sur. Llegado cierto momento me despedí y me adentré por un territorio de colinas bajas, llenas de árboles, bosques y extensiones de una hierba verde y alta. Al cabo de dos días de vagar me di cuenta que había algo extraño en el ambiente. Me senté sobre una piedra con forma de silla y observé con ojos de mago. Sí…ya sabía lo que era…aquella tranquilidad era más habitual de lo normal. No se veían animales. Los cielos estaban libres de pájaros. Ni siquiera se oían sus graznidos ni silbidos. No había seres vivientes. Solo aquella hierba ondulante y los bosques susurrantes. (magic roll difficulty 12: 7+7, éxito)

Allí había algo, así que me dispuse a encontrarlo. Caminé entre las colinas siguiendo mi sentido mágico, moviendo un pequeño péndulo que siempre llevo conmigo. Parecía volverse loco y giraba de un lado a otro hasta que me di cuenta que siempre era así en un lugar concreto. Bajo un arbol, y protegido por otros a la vista, me topé con con una losa alta de piedra. En ella brillaba una runa, el Trau, la señal de los seres del inframundo. Me quedé allí parado pensando qué hacer, qué seres podrían emerger de aquella puerta al otro lado. 

Paseé y medité. Lo más seguro es que fuera peligroso. Esperé a la noche, que en aquel lugar parecía más noche que nunca. El propio silencio era terroŕifico. Como si toda aquella tranquilidad se hubiera confabulado para alejar a las personas del lugar. 

Y llamé a la puerta…del otro lado.

ENTRADA 33 (573-481) 

La golpeo con fuerza y la lápida se descorre dejando a la vista un agujero enorme y negro como el bostezo de una bestia. De pronto salté hacia atrás espantado al ver dos enormes ojos rojos que emergen de la apertura envueltas en una negrura más oscura que la propia noche. Le seguía otra figura similar, ambas con una sonrisa plateada y perversa dividiéndoles el rostro en dos partes. !Son espectros del inframundo! !Seres conocidos con el sobrenombre de Trau en magia! !Habitantes del más allá!

Giran a mi alrededor y sisean como serpientes mientras me levanto y tomo mi espada. Una risa se oye a mi lado:

– Míralo hermana, cree que nos puede matar con una espada. 

– Jajaja – rió la mencionada -. Humano es, tonto es – y se echaron a reir a mi alrededor mientras yo no dejaba de mirarlas a los ojos, dos brasas rojas como la sangre y con la intensidad del fuego. 

Una de ella me olisqueó. 

– Umm… – – dijo como si estuviera oliendo un asado -. !Huele a magia! !El humano es un mago! – y el tono dejó de ser jocoso para convertirse en amenazante.

– Espera hermana, quizá haya venido sólo a traernos Hidromiel de Hadas (faery mead). ¿no es así?

Me apoyo asustado contra un árbol. Siento que el miedo me atenaza la garganta. Es algo atávico, no puedo controlarme. Su presencia me produce escalofríos. 

– ¿La has traído o no, humano? – y esta última palabra la pronunció con desprecio. 

Giré la cabeza a un lado y otro. Siento que estoy perdido. Sus ojos me miran serios y veo la muerte en ellos (dificultad santidad 13: 7+1: fracaso).

ENTRADA 34 (294-607)

Intento echar a correr pero uno de los monstruos me agarra por la camisa con una mano oscura como el carbón. 

– !Dejadme, por favor! – suplico lleno de miedo. Pánico.

– Tranquilo, esto será agradable – dice el espectro mientras veo que de la apertura salen infinidad de seres que se echan sobre mí como monstruos hambrientos, me agarran, me atan y me tiran al suelo. 

– !Nooooo! – grito desesperado revolviéndose como puedo. (into the world no tengo). Pero en el tiempo de decir !Por los truenos de Ernir! soy arrastrado al agujero que se cierra detrás de mí. 

Todo se hace negrura, una espesura tan grande que me entran ganas de llorar. Oigo ruidos a lo lejos y pierdo el sentido. 

De pronto vislumbro una luz. !El agujero se ha abierto! y soy arrojado al exterior.

– Harto de humanos – dice uno de los espectros – y vuelven a introducirse por la apertura dando unos alaridos que me hielan la sangre. 

Caigo de rodillas al suelo. Me echo a llorar y miro al cielo. Estoy otra vez allí. Y vivo. !vivo!. Miro hacia delante y veo a una familia de granjeros que me observa asustada. No se si han visto a los monstruos del averno pero a mí surgir de la nada o de un agujero de la tierra sí que me han visto. Estoy helado. Empiezo a convulsionar. Uno de los hijos mira al padre y éste se acerca y me pone por encima una manta. Me suben a un carromato y me conducen a su granja. La esposa me pone de comer y me acerca al fuego. La noche cae y solo de pensar en ella me entren ganas de temblar. En el exterior hace frío, mucho, corrientes que vienen de las estepas y traen el helado viento del interior. 

– ¿Qué mes es? – pregunto. 

– Adar, 12 de Adar – me contesta la señora, una mujer pelirroja con ojos rasgados. 

No doy crédito a lo  que oigo. 

– ¿Adar? ¿No es Saeb? – y me llevo un vaso de caldo caliente a la boca. Me sabe a gloria. Tengo la sensación de que el frío se ha apoderado de mi. Tengo ganas de echarme al fuego. 

– No. Es Adar. Si vino en Saeb ha pasado más de cinco meses.

– !Cinco! – exclamo sorprendido -. No puede ser… es imposible. 

– Nada es imposible – me contesta el granjero -. O más bien muchas cosas son posibles. Hay genios y espectros en este lugar. Al principio pensamos que era uno de ellos..

– pero es tan sólo una víctima – dice uno de los hijos. 

De repente caigo en la cuenta al ver mi reflejo en la taza de latón de la que estoy bebiendo. Intento echar mano a mi espada, pero no está. Me incorporo. !Tampoco tengo mi bolsa de monedas (19)! !Ni la cota de malla!

– ¿Qué le pasa? – me pregunta la mujer. 

– Me han desplumado. Me han quitado mis cosas. maldita sea – exclamo -. Pero…

Me llevo la mano al pecho, y noto una piel de lobo en mi espalda. También llevo un coleto de piel, unas gemas en un colgante (75 sh), mineral de selenium y una llave con cardenillo. 

No se de dónde han salido estos objetos… esto es una locura – y pienso que en cierta forma soy más fuerte mágicamente (magic), aunque he perdido algo (santidad).

– Bueno, ha vivido para contarlo. 

– No recuerdo nada – contesto a la mujer -. No recuerdo absolutamente nada de nada. Es como si hubiera ocurrido ayer. 

Estoy tan desconcertado que no paro de tocar los objetos. Les cuento lo que me pasó. 

– Aquí se han oído antes historias así – me dice el granjero -, pero también peores. Ha tenido suerte. Descanse en la habitación de mi hijo. Él bajará a dormir al salón. 

En la habitación me siento e intento hacer memoria, pero nada. No sé qué ha pasado. Me tumbo e intento conciliar el sueño, pero tengo miedo, miedo de no despertar aquí sino en el inframundo, de que los demonios estén jugando conmigo. 

ENTRADA 35 (280)

Por fortuna, el día día sucede a la noche y despierto sin la sensación de haber sido devorado por los monstruos del averno. La luz matizada de la mañana entra por los postigos y el hijo del granjero me avisa de que parten para Yanimura. Desayunamos pan de centeno y cecina se yak puesta al fuego, y les ayudo a cargar las mercancías, en su mayoría pieles y también piedras preciosas. No de gran valor pero interesantes para los tallistas y pedreros de los templos que confeccionan adornos e imágenes. Muchas también las compran para ir al sur. 

Durante dos días rodamos sobre la carretera junto a otros viajeros y peregrinos. Muchos van a los festivales de los templos o a comprar mercancias para las ciudades. Había incluso un hombre que procedía de Nerech, de los castillos de la Marca del Este. Le pregunté por el castellano, si había logrado salvar a su hija, pero ladeó la cabeza. 

– Envía a todo aquel que va, por si alguno fuera capaz de rescatarla, pero nada. No solo van soldados, sino también aventureros, trovadores, y todo tipo de personajes buscadores de fortuna. Ninguno vuelve y el que lo hace no llega cuerdo. 

Alcanzamos la Puerta de Tatsu en forma de dragón y me despido de la familia de granjeros. Me interno en las callejuelas y me acerco a la Plaza de los Dioses. El lugar está harto concurrido, pero veo menos nómadas y gente del interior. Parece que hay más gente de las islas y del mar. Los soldados del Daymio patrullan y piden datos y documentación de forma aleatoria y rutinaria. 

– !Señor! ¿Le apetece algo de comer, visitar los templos, o la ciudad? – me dice una voz infantil que reconozco al instante. 

– Vaya, ¿ya no reconoces a los amigos? – le digo mirándole a los ojos, mientras pienso que mi aspecto ha cambiado bastante. Mi estancia en el inframundo me ha dejado pelo y barba de muchos meses. Parezco una especie de medio salvaje. Me he agarrado una coleta al estilo Akatsurai, como los samurais, pero mi barba sigue siendo hirsuta y poblada como la de un leñador. 

El chico me mira y de pronto se le encienden los ojos y se arroja en mis brazos. 

– !Mazarbul San! – lo cojo en brazos y le doy la vuelta en el aire mientras no para de reír. Lo dejo en el suelo y me coge del brazo -. !Mamá! !Mama!

La madre, sentada en un taburete tras el carricoche de las comidas, me mira y no parece reconocerme al principio. Cuando me acerco la sonrisa ilumina su rostro y se acerca a saludarme. 

– Mazarbul San, que Tambu y Nai le protejan. ¿Cómo ha ido todo? Está cambiado. 

– Una larga historia para contar mientras comemos. 

– !Venga a casa! – dijo el chico y miró a su madre inquisitivamente -. 

– Invito yo – digo -. La mujer me mira y junta sus manos haciendo un gesto de saludo akatsuriano. El chaval me abraza. 

La casa es austera al estilo de la gran isla oriental. Está hecha de bambú, madera y papel, pero es pequeña. Aledaña a ella hay una tienda que les ayudo a acondicionar. Me insisten en que duerma allí antes de volver a partir. La mujer, Hiro Sai, ordena a uno de los vecinos que traigan comida akatsuriana. Pronto aquello parece un festival de gente entrando y saliendo para conocerme. El ambiente festivo se contagia las casas colindantes. Todos comparten comidas y bebidas. me presentan a los vecinos y parientes, hijos y esposas…

– !Explíquele donde estuvo! – dijo el chico esperando que contara maravillas en una gran audiencia. 

– Lamento defraudarles, pero intenté visitar la Colina de las Gemas – levanto las manos para indicarles que no hay más que decir -. Lo alucinante es que me salieron unos espectros – todos callaron de repente -. Luché lo que pude pero eran poderosos y temibles….

– !Pero no murió Mazarbul San!

– Cierto, pero no recuerdo nada de nada. Me engulleron al interior de la tierra y cuando salí, hace menos de dos días, habían desaparecido cosas que llevaba e iba vestido así. No tengo recuerdos. Para mí fue ayer. Para vosotros meses. 

Una exclamación salió de la boca de los asistentes. 

– Dele gracias a Nai. Sólo él es capaz de ayudar así. 

Aquella noche Hiro sai se escabulló a la tienda. Colocó varias velas en un altarcito y estuvo orando un rato, luego se introdujo entre mis sábanas con una sonrisa divertida. 

– Bienvenido de nuevo, Mazarbul San. 

ENTRADA 36 (325) Cliff Wood

Permanecí una semana en Yanimura. Hiro Sai y su hijo iban a trabajar por las mañanas a la Plaza de los Dioses. Yo aproveché para visitar varios mercados. Me dieron por el colgante 75 shards. Decidí inspeccionar Cliff Wood, los llamados acantilados de madera. 

Partí junto al chico, que había insistido en acompañarme. Supuse que no había peligros en aquella zona, pero nunca podía saberse. Salimos por la Puerta Norte y enfilamos una carretera que cada vez iba perdiendo gente que se desviaba a otros lugares. Llegamos a Cliff por la noche. El lugar era en extremo apacible. El bosque protegía de las inclemencias del mar. Los pájaros cantaban y la tranquilidad era enorme. Nos acercamos a los enormes acantilados coronados por trozos de bosque. Algunos árboles alcanzaban los mismos acantilados de manera que un náufrago podría incluso agarrarse a ellos. En aquella zona no había pescadores pues no había playa donde dejar las embarcaciones. 

Nos introdujimos en el bosque. Llegamos a un claro con una tienda de campaña ricamente decorada de cuyo centro abierto salía humo. Me acerqué a la entrada mientras el chico agarraba los caballos, pero antes de entrar una mano corrió la cortina que hacía de puerta y dejó el paso libre. 

– Bienvenido Mazarbul San- dijo una voz melodiosa. 

– ¿Me conoce? – exclamé sorprendido. 

– No personalmente pero hay conocimientos que alcanzan sin avistarlos de cerca. 

Era una mujer anciana, con los rasgos del interior de las estepas. Una nómada, una chamana. 

El chico y yo entramos en la tienda y nos sentamos en el centro. La mujer estuvo asperjando leche agria y cantando salmodias durante una media hora hasta que se sentó con nosotros. 

– ¿Quiere conocer algo que está vedado al entendimiento? – me preguntó (información sobre High King, City of Ruins and the Ruby Citadel

– He escuchado hablar del High King. Quiero que me comente algo sobre él. 

ENTRADA 37 (635-55-325-280)

Deposito 10 shards a un lado. La mujer coge unos viejos y sucios huesos y los lanza sobre un bol de madera. la forma que toman parece atraer su atención. El chico me mira interrogativo mientras bebe un te que nos ha servido al sentarnos. 

– Vaya al Trono del Rey Alto!!! – sus ojos me miran brillando – allí encontrará su respuesta. 

– Y sobre la ciudad de Rubí ¿qué puede decirme?

La mujer se levanta con esfuerzo y se dirige a un pequeño cofre. Saca unas cartas viejas y oxidadas con runas dibujadas. Empieza a cantar mientras mira el cielo a través de la apertura de la tienda. En un momento dado baraja las cartas y deja caer cinco enfrente de nosotros. 

– Elija una – miro al chico. El chaval adelanta la mano y toma una. La mujer le toma de las manos y las mueve con fuerza.

– !El flautista y la serpiente! – grita asustándonos -.: prepárate para ser el flautista si viajas allí. 

Y la mujer se queda mirando a través de una de las aperturas de la tienda. 

– ¿Nada más? – pregunto. 

– Es suficiente – me contesta girando su cabeza. 

Salimos de allí comentando lo que hemos oído. Nada tiene sentido para nosotros, así que volvemos a Yanimura. 

Dejo al chico con su madre y pienso qué hacer. Me debato entre subir al norte y alcanzar Keshup’s Keep o intentar viajar directamente a La Ciudad de Rubí. Quizá me hiciera falta algo de armas, pero los precios son enormes, así que pongo rumbo al norte, hacia Kashuf’s keep, cercano a las montañas del norte del mundo, lo que separa a los dioses del cielo de nosotros. 

ENTRADA 37 (398-548)

Pongo rumbo al norte. Viajo con unos viajeros de Sokara que parecen alejarse de la guerra. Dicen que tienen un pariente cerca del Fin del Mundo. Viajamos durante tres semanas, y en ese tiempo la nieve y la escarcha se apodera de todo lo que vemos. El frío tanto del mar como del interior hace que nos arrebujemos en nuestras mantas y capas. Cuando llegamos vislumbramos entre las montañas un pequeño pueblo del que salen columnas de humo. Los pinos cargados de nieve pueblan las montañas. Los picos son tan altos que nos obligan a levantar la cabeza hacia el cielo. Las estrellas casi los tocan. La naturaleza allí tiene pinta de indómita, y los bosques y riscos impenetrables. Pareciera que tan sólo hubieran dado permiso para que habitaran en aquel pueblo. Tras nosotros las estepas lo dominan todo, como un horizonte infinito. 

Entramos al pueblo y llegamos a la plaza central. La gente nos mira y sonríe pero algo preocupa sus rostros. Todos están preocupados y cabizbajos. Entramos en una taberna a comer cuando los lugareños se ocultan tras sus capas y se dirigen a sus casas cerrando puertas y ventanas. Casi el propio tabernero nos impide la entrada. 

– ¿Qué está pasando aquí? – pregunto a un chico que no nos quita ojo de encima. 

– Estáis en Vodhya (código Deathless)- me dice. Los compañeros de viaje le preguntan por sus parientes, pero el chico no parece conocerlos. Nos señala una zona de la montaña: encaramada a las alturas hay una edificio de piedra, un fortín oscuro que domina el territorio. 

– Eso es Kashuf’s Keep– su voz se vuelve un susurro bajo y se sienta con nosotros -: Se trata de Lady Nastasy…Kashuf la ha tomada. 

– ¿Para qué ? – pregunto intrigado. 

Para que se case con ella. Pero no lo hará. Por eso no deja de hacernos daño. Hasta que lo consiga. 

– Y ¿por qué no lo hace? – pregunta un compañero de viaje. 

– Porque ha matado a su padre – nos contesta tajante -. ¿Cómo podría hacerlo?. 

Comemos pensativos y comentamos la situación. Por un momento pienso que quizá deberíamos hacer algo, pero la última vez que intenté ayudar a alguien así acabé muerto. No soy un hombre fuerte ni ducho para el combate. Lo mío es la magia. 

Pasamos varios días en la hospedería. El frío es intenso y el castillo de las montañas parece protegido e inexpugnable. Lo siento por Lady Nastasya. Trataré de ir al oeste a encontrar la Ciudadela de Rubí. Los viajeros se enteran de que sus parientes ya no viven allí, que marcharon hace tiempo. Su desolación es patente, pero deciden quedarse allí una temporada. Hay trabajo como leñador en abundancia. Yo decido partir en unos días. Pregunto a algunos lugareños si se puede cruzar aquella barrera inexpugnable, pero me dicen que no. Que no saben de nadie que lo haya hecho. Me hablan también de la Boca de Harkun, una especie de cueva flanqueadas por estatuas que se adentra en el interior. Pero nadie sabe decirme más datos. Pienso que igual son habladurías e historias de marineros. 

ENTRADA 38 (398-15)

Retomé el camino hacia las estepas. Los picos enormes del fin del mundo parecían caerse encima incluso desde la lejanía. Tal era su enorme presencia en el paisaje. Los seres humanos, árboles cargados de nieve, casas y el propio pueblo de Vodhya parecían juguetes infantiles que pudieran borrarse de un plumazo. A lo lejos veía la fortaleza de Kashuf erguida, negra y distante como un desafío. Pensé que de encontrar a algún grupo de aventureros podríamos intentar ascender y liberar a la muchacha, pero solo podría significar la muerte. Quizá a la vuelta. 

Cabalgué durante una semana y sólo vi enormes extensiones de tierra helada y nieve. La tierra parecía un plato de agua, y me llegaba de tanto en tanto espejismos de caravanas, tropas y animales en movimiento, pero al alcanzar las imágenes se desvanecían como si estuvieran dibujadas en el aire. Posiblemente fueran escenas a decenas de kilómetros y se reflejaran en la nieve y en el suelo helado. Los picos del norte cada vez eran más abrumadores. Parecían observarme con la mirada. Esas montañas de volúmenes colosales, negras y salvajes, cargadas de nieves perpetuas colgaban de las estrellas literalmente. 

Al décimo día, cuando amainaron los vientos del oeste que parecían frenar mi avance, amaneció un día despejado y gris, pero con una luz que se filtraba clareando lo que tenía más cerca. Los espejismos desaparecieron y pude ver en la distancia movimientos que supuse reales. Al mirar las enormes montañas y observarlas con detenimiento me pareció observar algo en una acantilado, un brillo o un color que sobresalía de las rocas grises y blancas, los dos colores dominantes. Decidí acercarme. Puse dirección al norte. 

ENTRADA 39 (706-221-164) Puerta dorada

Conforme me acercaba a la base del acantilado el brillo fue haciéndose más amarillo, !y cual fue mi asombro al llegar hasta una puerta! Estaba realizada en bronce y encajaba en la roca de tal manera que no había forma de meter ni la hoja de un cuchillo por las ranuras. La tanteé por ver si había algún tipo de inscripción (código Duress) o si encontraba alguna apertura. ¿Sería esa la entrada a la ciudad de Rubí?,

Nada, las dos enormes hojas estaban bien cerradas y juntas y todos mis intentos fueron en vano. De haber algún dios oteando desde las alturas de aquellas montañas debía estar riéndose de mí. Decidí intentar escalar la montaña, por si viera otra posibilidad de entrar o alguna apertura. (scouting dificultad 14: fallo 3 veces y 1 acierto).

Dejo el caballo en un pequeño bosque cercano. En ese momento pienso que debí haber traído instrumentos de escalada y cuerdas, pero ya no se puede hacer nada más. Sigo la línea de la puerta hasta encontrar un resalto en el que apoyarme y empezar a escalar. Hay numerosos salientes en esa zona pero la nieve resbala y de vez en cuando doy un traspiés que me deja colgando. Me doy cuenta que el secreto está en pegarse a la pared, no mirar hacia abajo y asegurar el lugar donde uno va a meter el pie antes de apoyarme (scouting mío 6, prueba superada – saco 9 -). Continúo el avance y en un pequeño escalón suficiente para poder echarme observo lo que he avanzado. me ha llevado varias horas y estoy alto. Pero aún me queda por llegar a la cumbre. Decido continuar… (scouting aumenta +1)

Durante tres días asciendo y asciendo, haciendo paradas y descansando. Finalmente llego a la cima del escarpado y me encuentro a las enormes montañas del norte que parecen rascar el cielo. El silencio es sobrecogedor y el frío lo impregna todo. Me arrebujo en mi chaqueta de piel y pelo y busco refugio en una cueva. Desde allí contemplo las estepas enormes y al mirar abajo me sobrecojo. Hay cientos de metros hasta el suelo. Decido buscar algún camino o internarme en las montañas. Hasta ahora no he encontrado huella de civilización, excepto la puerta dorada. Pero algo debe de haber. 

ENTRADA 40 (264-317-452) MONTAÑAS DEL NORTE. 

Me interno en las altas montaña y en un día estoy en un paisaje de pesadilla. Los picos tienen formas retorcidas y oscuras y el cielo parece una neblina lechosa que cuando se retira deja entrever un cielo negro y brillante como el cristal de obsidiana donde se ven las estrellas como luminarias. Ya no hay árboles ni veo animales, es difícil conseguir comida aquí. (fallo scouting). 

Continúo por las montañas buscando un rastro pero de vez en cuando escucho unos ruidos aterradores que supuse de bestias pero son avalanchas, bestiales caidas de roca, hielo y nieve que se lleva por delante todo y entierran pequeñas montañas. Voy con miedo, pues temo caer en una brecha y matarme. 

He perdido el camino. Ayer una avalancha se llevó media montaña. Yo, por fortuna estaba al otro lado. Pero ya no se como seguir ni por donde. No hay forma de orientarse en aquel mundo cambiante. La luz además incide en mis ojos de tal manera que es una constante lucha. Tengo la piel quemada y el hambre hace mella. Mis pies se hunde cada vez más en aquel océano de nieve y tengo miedo incluso de dormir no fuera que cayera o me arrebatara una avalancha o muriera de frío. Quiero descansar..descansar…sueño con algo cálido que me arrope y salir de aquel infierno blanco. 

Ando y ando (scouting fallado, pierdo además 3 de vida), pero no veo la salida a aquello. Apenas puedo escribir. La sangre parece fluir lentamente en mis venas y el hambre es como una sensación de dolor que deja paso al vacío. Apenas veo delante mía excepto una oscuridad que me parece la túnica negra del dios Nagil precediéndome. Me acuerdo del chico de Yarimura. Una vez me contó de viajeros que son ayudados por dioses, aparecidos o espectros. (scouting succesful)

ENTRADA 41 (317-636-362)

Sigo caminando en aquel infierno nevado, hundiéndome hasta la cintura y buscando el abrigo de salientes de roca bajo los que echarme. No creo que sobreviva. (pierdo 1 de vida, y tirada exitosa de scouting)

Creo que he dejado atrás la nieve y las avalanchas. Los picos sólo hollados por el viento se alzan ante mí majestuosos. Veo las estepas desde aquí. Estoy en una encrucijada. Puedo bajar al sur o seguir hacia el norte, hacia el reino de los mitos. Pero estoy cansado y sin mucho alimento. Decido continuar hacia el norte

Me cuesta avanzar. La respiración se me hace imposible aquí. No debe haber oxígeno. Me mareo continuamente y tengo que hacer paradas. Maldita sea, tenían que haber bajado ahora que había visto el camino, pero mi perseverancia me va a llevar a la muerte. (código calcium). (pierdo 10 de vida!). Decido volver. No puedo seguir. 

ENTRADA 42 (264-317)

he vuelto al territorio de pesadilla, que parece surgido de la mente de un loco. Parece que estoy en otro planeta. La neblina y las estrellas me van a enloquecer. No hay madera ni animales (fallo scouting)

Vuelvo a entrar en el territorio del mar de nieve. El sol me destroza los ojos. Ya no puedo más. Caigo en la nieve helada. Mis últimas fuerzas me abandonan. He querido buscar a los dioses y ellos me han encontrado a mí. Tengo frío…y sueño…ahora a descansar…por fin.

La nieve cae y cubre mi cuerpo, que se enfría lentamente hasta quedar convertido en una estatua. 


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