SIXTA: La Venganza de Lope


Presentamos esta partida de Javier “Gulwyn”, colaborador en Epic Adventures, que ha jugado a SIXTA de Juan Pablo.

Si quieres estar al día de sus creaciones, puedes seguirlo en X e itch.io.

Recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.


Introducción

Soy Javier “Gulwyn” y colaboro con Epic Adventures. Me podéis localizar en su cuenta de Twitter y nuestras incursiones en el rol (retro-viejuno) en solitario las tenéis aquí: https://epicadventures.itch.io/

Esta aventura empezó como una aplicación del sistema The Furiae. Sin embargo, no llegué a comprender del todo el sistema, por lo que hice un cambio al sistema Sixta v2 (de @Librojuego), aprovechando el trasfondo que ya tenía para The Furiae y sus cartas de eventos.

He intentado documentarme un poco, ya que la historia no es mi punto fuerte, y os pido disculpas por las meteduras de pata que podáis encontrar. Hacédmelo saber por Twitter / X y os daré las gracias.

Ha sido también mi primera aventura de rol en solitario, ya que, hasta ahora, solo había probado librojuegos, o módulos de rol de secciones numeradas.

Esta es la tabla del personaje de Sixta 2.0.

NombreOcupación
Lope de CuzmánCapitán de Tercio
AspectoCarácter
alto (1,64), ancho de hombros y con dos grandes cicatrices en la caraIndiferente, respetuoso con los demás, hasta que pierdo el control.
VirtudesDefectos
Defensor de lo noble y justo. Ver la verdad en el corazón de los hombresIncontrolablemente violento.
ObjetosPoderes
Ropera toledana. Relicario de plata con trozo de la mortaja de mi madre.Miembro de la sociedad Da Vincis
SemblanzaObjetivos
 Matar al duque en venganza por su engaño al ir a pacificar a los campesinos catalanes.
SaludProeza
33

Y esta es la tabla de temas.

 1, 23, 45, 6
1Recuerdo de mi madreEl duque 
2DiabloAlma 
3DisciplinaMis soldados 
4   
5   
6   

Partida

Soy Lope de Cuzmán, nacido el 1604.

Nací alto, de casi dos varas (1,64), ancho de hombros y con dos grandes cicatrices en la cara de las que me siento más orgulloso que de cualquier reconocimiento que pudieran darme por mi gallardía en la defensa de las plazas españolas.

Mi posesión más íntima es un relicario de plata con un trozo de la mortaja de algodón de mi pobre madre, que no vivió lo suficiente para ver como su travieso hijo sentaba cabeza y llegaba a ser capitán de Tercio.

Un talento que descubrí desde niño fue el ver la verdad en el corazón e los hombres. Siempre he sabido enseguida a quién tenía delante y así le he tratado. He confiado en quién era noble, he castigado sin piedad ni remordimiento a quien llevaba dentro la esencia del mal y he ayudado al que tenía nobles intenciones.

No soy un santo, sino hombre de armas. Mis compañeros piensan que tantos años en los Tercios me han hecho violento y brutal cuando llega el momento de pasar a las armas, pero no es cierto. Siempre he sido así, calmado en el parlamento, brutal en el armamento.

El ansia por la brutalidad de las armas me trajo al ejército, y ver en el corazón de mis soldados, me subió hasta la capitanía. Buscaba amasar las suficientes monedas para poder retirarme a una villa apartada, dónde tenga poco trato con otras personas, y pocos motivos para tener que empuñar armas de nuevo.

Oculto la brutalidad bajo una máscara de indiferencia que muchos toman por temple, pero no lo es. Mis compañeros saben que soy temible con las armas, pero no saben las muchas veces que, en posadas, tabernas y en las calles, he estado a punto de comportarme con la misma brutalidad con cualquiera que ha osado levantar un solo dedo, o una palabra un poco más alta contra mí.

La Traición

Hace un mes, mi Tercio recibió la orden de pacificar a unos campesinos amotinados. Cuando llegamos, intenté parlamentar, pero se lanzaron a un ataque suicida contra mi tercio. Ordené lucha para proteger la vida de mis soldados y masacramos a los campesinos.

A la vuelta, el Duque, mi superior, me criticó y separó del Tercio por mi violencia, sin atender mis explicaciones de que fueron los campesinos quienes nos atacaron.

Mi viaje comienza aquí.

Introducción

Enfadado, me recluí en una posta, temeroso de mí mismo y de mis respuestas violentas. Pero los ecos de la masacre seguían y el duque me mandó encarcelar para dar conmigo escarmiento y acallar las críticas.

¿Quién viene a encarcelarme? Un grupo de soldados de la guarnición de la plaza.

¿Los conozco? No, sus caras me son desconocidas. No voy a poder parlamentar con ellos

¿Puedo escabullirme en el bullicio? Sí, consigo salir sin ser descubierto. Subo a mi caballo y pongo rumbo a la plaza del Duque.

Evento. Lección de Historia

Vuelve a mí lo que pasó en Nápoles hace un año. Es como un buen amigo, siempre se va y siempre vuelve, pero solo trae pesar.

El generador me da la letra N.

N de Nápoles, pero también N de Nuncio,

Me cruzo con un Nuncio que me hace recordar cuando, en Nápoles, unos emisarios del Papa nos ordenaron enviar ante Dios a un pequeño grupo de valerosos soldados turcos que se habían rendido.

¿Pude salvar a los soldados turcos de la ira papal? 4-4-4

Sí, pude. Aunque fue presionado por mis superiores, pude salirme con la mía.

Me encuentro con Timo, un turco convertido al cristianismo a quien conocí en Nápoles. Timo dejó las armas y viajó a Castilla admirado de la bondad de sus gentes y se estableció como campesino.

Timo me da cobijo y un pedazo de pan que repone mis fuerzas antes de continuar viaje tras el Duque.

Evento Pavoer et Formido

Dos tonos llaman sutilmente tu atención. Uno representa el terror a través de la Orden, el otro representa el temor al Caos venidero. Sin duda tienen una buena conversación que ofrecer. ¿De verdad crees que el status quo es mejor que un baño de sangre? Olvídate de la rueda. El miedo mantiene al mundo en movimiento.

¿A qué le tengo miedo? A un establecimiento.

¿Cuál es ese establecimiento? Puesto de Frutas

¿Por qué le tengo miedo? (uso la tabla de temas) Mis soldados.

Hace años, mi Tercio quedó separado del grueso de las tropas. Sin comida, vagamos famélicos por tierras desconocidas. La providencia nos guió hasta unos árboles frutales de los que mis hombres despojaron ávidamente de sus frutos.

Un campesino vino corriendo blandiendo azada. Estaba defendiendo su comida para no morir de hambre, pero mis hombres también estaban hambrientos y le ajusticiaron rápidamente.

No pude soportar que mataran a un inocente a sangre fría. La violencia que anida en mi corazón salió al exterior y le propiné tal paliza a uno de ellos que hubo de ser enterrado allí mismo.

En las miradas de mis hombres supe que había perdido su respeto y lealtad. No había hecho bien mi trabajo de capitán.

Evento. Los cuatro jinetes

Guerra. La guerra sin fin es el destino de la Nueva Era. El hambre, la peste y la muerte son sus fieles compañeros. Los Cuatro Jinetes han llegado para anunciar la marcha imparable del Fin de los Tiempos. El Apocalipsis se acerca y es real. Será real. El Claroscuro ha enviado a sus emisarios. ¿Alguien los tomará en serio?

¿Quiénes son los emisarios? El Duque ha tenido conocimiento de mis planes de venganza y ha enviado a hombres de su máxima confianza a detenerme.

¿Puedo pasar desapercibido y evitar a los emisarios del Duque? No. Los hombres del Duque me localizan. Como están bajo su protección, pueden emboscarme en la calle a plena luz sin que la justicia intervenga.

No tengo más remedio que batirme con ellos.

¿Cuál es el resultado? La ira que me provoca la injusticia de verme emboscada por un crimen que no he cometido guía mi ropera con mortífera eficacia y doy rápida cuenta de dos de los hombres del duque. He sido herido, pero si sed de venganza me mantiene en pie.

Hiero gravemente al tercero y desarmo al segundo quien, en un acto de ironía, me pide clemencia. No voy a dársela, al igual que ellos no fueron clementes con los desgraciados a los que el Duque condenó a morir.

Cuando mi acero da la última estocada, caigo de rodillas, sin aliento.

Enseguida entiendo lo que pasa.

Los fieros hombres del Duque, diestros en la esgrima, me han infligido cortes y heridas. Una vez terminada la fiebre del combate, mi cuerpo se debilita por la pérdida de sangre.

Sin nadie que me socorra, me sumerjo en un profundo sueño del que ya no despertaré.

Busco mi relicario y lo agarro fuertemente. Mi último pensamiento es de alivio.

Quién sabe cuanta más sangre hubiera tenido que derramar para cumplir mi deseo de venganza. Aunque muero sin poder llevarme conmigo a mi ofensor, lo doy por bueno al saber que he evitado más muertes inútiles.

Sin miedo, doy un paso al frente en mi camino al infierno, donde pagaré por mis muchos pecados, y dónde esperaré al Duque.

Rece por mí vuestra merced.


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